En cierta ocasión, una serpiente empezó a perseguir a una Luciérnaga.
Ésta huyó rápidamente de la feroz depredadora y la serpiente no desistía en su empeño. El primer día logró huir. También lo logró el segundo día. Pero el tercero, la luciérnaga se detuvo exhausta y dijo a la serpiente:
— ¿Puedo hacerte tres preguntas?
— No acostumbro a conceder entrevistas; pero, como te voy a devorar, puedes preguntar –respondió la serpiente.
— ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? –preguntó la luciérnaga.
— No –contestó la serpiente.
— ¿Te he ocasionado algún daño? –volvió a interrogar.
— No –repuso de nuevo la serpiente.
— Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
Y la serpiente sentenció:
— ¡Porque no soporto verte brillar…!
— ¿Puedo hacerte tres preguntas?
— No acostumbro a conceder entrevistas; pero, como te voy a devorar, puedes preguntar –respondió la serpiente.
— ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? –preguntó la luciérnaga.
— No –contestó la serpiente.
— ¿Te he ocasionado algún daño? –volvió a interrogar.
— No –repuso de nuevo la serpiente.
— Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
Y la serpiente sentenció:
— ¡Porque no soporto verte brillar…!
1 comentario:
Es cierto que una de las cosas más destructivas de este mundo es la envidia.
Bonito cuento con un gran mensaje.
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