Me encontraba parado a las orillas de la laguna, sintiendo como la brisa rozaba mi rostro. De repente, me sentí confundido, perdí la noción de mi cuerpo y me desvanecí, cayendo en las profundidades del lago.
La frialdad de sus cristalinas aguas invadía mi cuerpo. Me sentía turbado, mas no tenía miedo. Era una sensación entraña de paz y al mismo tiempo de una inquietud perturbadora. Cada vez me adentraba más en un mundo nunca antes visto. De repente, un jalón en mi chaqueta me devolvió a la realidad. En ese momento escuché una voz que se dirigía hacia mí.
- ¿Te das cuenta de donde has estado?
- Sí – Respondí un tanto mareado – fue un accidente
- Pero qué accidente muchacho, ¿acaso sabes que has podido morir?
- Sí, lo sé, pero si no lo hacía, no hubiera podido seguir viviendo.
- Eres un muchacho extraño, pero mírate nada más, estás todo mojado, por favor, acompáñame a mi hoguera, no vayas a pescar un resfriado.
- Gracias – le dije aún algo confundido.
-Muy bien, entonces sígueme, de paso que me puedes explicar que estabas tratando de hacer.
Solo atiné a afirmar con la cabeza y seguí al anciano que me había rescatado hacia un claro de donde emanaba una luz intensa.
Al llegar pude ver la mirada penetrante del anciano y decidí hablarle.
- Gracias por haberme salvado, disculpe por no habérselo dicho antes, pero me encontraba algo confundido.
- No te preocupes hijo, tu estado es normal después de lo que te ha pasado, pero lo que me sorprende es cómo sigues vivo, el caer en ese lago significa una muerte casi segura.
- Sí, eso ya lo sé, pero como ya se lo dije, debía de hacerlo.
- ¿Cómo es eso muchacho? ¿Me lo puedes explicar?
- Pues verá, todo comenzó hace mucho tiempo, pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer…
Me encontraba yo regresando a mi hogar, cuando de repente oí un canto. Al percatarme de que provenía de la laguna, sentí miedo, pero la belleza del delicado cantar atrajo involuntariamente mi cuerpo. Estando ya cerca del lago, pude divisar a la criatura más hermosa del mundo. Era ensueño andante cuya belleza deslumbraba a cualquier que la viera. Sigiloso, la observé sin ánimo de dirigirle palabra alguna. El sólo mirarla me hacía sentir feliz. Cuan grande sería mi sorpresa cuando descubrí que a pesar de mis intentos por pasar desapercibido ella se había percatado de mi presencia y se acercó a mí diciéndome:
- Hola, ¿qué haces escondido en una noche tan hermosa? ¿No quisieras acompañarme?
- Su voz me dejó estupefacto y su mirada atravesó mi corazón.
Era la primera vez que la veía y sin embargo sentía como si la conociera de hace mucho tiempo.
Era obvio que no era una simple humana pues todo su cuerpo brillaba con un cálido resplandor.
Desde ese entonces, me dediqué a conocerla, quería saber todo sobre ella, me tenía cautivado.
Regresé cada noche y mi amor por ella creció día con día.
Todo era felicidad para mí, hasta que una noche, ocurrió lo que nunca podré olvidar. Llegué como siempre, pero al verla noté algo diferente en su mirada.
No era la misma de siempre. Se veía distante, vacía…
De mil formas le pregunté que le pasaba y ella solo atinaba a decir lo mucho que me quería, y que no importase lo que pasara, eso nunca cambiaría.
Yo no comprendía nada pero aún así, traté de consolarla.
Ella me dijo que su tiempo en este mundo se había acabado y que al igual que las estrellas, debía extinguirse…
Yo me negué a aceptar esa idea, pero en el fondo de mi corazón sabía que ella no provenía de este mundo, que sus orígenes se encontraban fuera del alcance de mi entendimiento.
Al promediar la media noche, sus ojos se bañaron en lágrimas y simplemente diciéndome adiós echó a correr hacia el lago. Traté de detenerla, pero fue inevitable, el destino ya estaba trazado. Perdí el control de mi cuerpo y caí tendido en el suelo, llegando a ver cómo ella era arrastrada hacia unas puertas enormes en el centro del lago, justo antes de perder el conocimiento.
Al despertar, traté de seguir el camino que horas atrás ella había recorrido, pero perdí nuevamente el conocimiento y caí en las profundidades del lago.
Luego de eso usted me rescató y lo demás es historia.
- Vaya muchacho – me dijo el anciano – es una historia interesante la que me acabas de contar, pero deberías saber que tu amada es una hija del lago, su amor no puede concretarse.
- ¿Pero y usted cómo lo sabe? – pregunté alterado
- Bueno muchacho, tu preocupación no debería ser esa, sino el cómo encontrar a tu amada.
Por un tiempo me quedé mirando atónito al hombre que parecía conocer la solución a mi pesar. No pude soportar la angustia y decidí preguntarle.
- ¿Acaso sabe usted cómo es que puedo volver a verla?
- Sí, lo sé, aunque es difícil y tu vida correría un gran peligro.
- No importa si es que llego a perder mi vida, la vida no tiene sentido si no la vuelvo a ver.
- Bueno, puedo ver cuanto la amas. Para serte honesto nadie ha podido sobrevivir antes a lo que ahora te plantearé.
Debes de esperar hasta la medianoche que es cuando las puertas del lago aparecen y se abren. Atraviesa las puertas y encontrarás a tu amada. Pero debes de saber que es una acción suicida pues los poderes del lago son muy fuertes.
Decidido a hacer lo que fuera con tal de verla otra vez, esperé impaciente la medianoche.
Llegado el momento, tal como me dijo el anciano, las puertas se abrieron. Al acercármeles, denuevo sentí como mi cuerpo se desvanecía y nuevamente caí en el lago.
Sentía como poco a poco perdía mis fuerzas y cómo mi sangre se iba helando. Me sentí derrotado, sentí como la vida me abandonaba…Pero, de repente algo en mi interior se encendió y me hizo resurgir.
El deseo por volver a verla, por volver a tocar su pelo, por volver a decirle una vez más cuánto la amaba, por volver a sentir el calor sabor de sus labios, hizo que me incorporase una vez más.
Me sentí renovado, ya nada me afectaba y con paso firme atravesé el umbral encantado.
Pude verla, se encontraba dormida, mas no muerta y quise despertarla, pero todos mis intentos fueron inútiles.
No reaccionaba, su brillo se había apagado y sus ojos ya no veían nada.
Y ahí me quedé, a su lado, contemplando su belleza marchita, esperando a que despertase, sin importarme el tiempo ni el espacio…Esperando por toda la eternidad, porque estando a su lado la vida cobraba sentido, se alejaba todo dolor y no importaba nada más…
(Oscar Salirrosas Roncal)
lunes, 2 de febrero de 2009
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