jueves, 30 de septiembre de 2010

La Fábula del Puercoespín


Durante la era glacial, muchos animales morían por causa del frío.
Los puercoespines, percibiendo la situación, resolvieron juntarse en grupos, así se abrigaban y se protegían mutuamente, más las espinas de cada uno herían a los compañeros más próximos, justamente los que ofrecían más calor.
Por eso decidieron alejarse unos de otros y comenzaron de nuevo a morir congelados.
Entonces precisaron hacer una elección: o desaparecían de la Tierra o aceptaban las espinas de los compañeros.

Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos.
Aprendieron así a convivir con las pequeñas heridas que la relación con un semejante muy próximo puede causar, ya que lo más importante era el calor del otro.
Y así sobrevivieron.

Moraleja de la historia

La mejor relación no es aquella que une personas perfectas, sino aquella donde cada uno aprende a convivir con los defectos del otro, y admirar sus cualidades.

martes, 21 de septiembre de 2010

El más sabio de todos


Cuentan que una vez, tres ilustrados monjes viajaban por Turquía con deseos de disputar con los hombres más sabios del país. Preguntaron entonces al sultán a quién podían dirigirse y éste les habló de un maestro sufí muy famoso en la zona.

Los monjes explicaron que estaban interesados en conocerlo porque cada uno tenía una pregunta existencial y mística que hacerle.

Entonces el sultán mandó llamar al maestro al palacio.
- Dejemos que hagan sus preguntas – dijo el maestro confiado cuando le explicaron la razón de la visita de los monjes.

El primer monje se puso de pie y preguntó:
- ¿Dónde está el centro de la tierra?
- En este momento, ese punto está exactamente bajo la pata derecha de mi asno – respondió con seguridad -. Si no me crees, mide la tierra y lo comprobarás.

El primer monje se fue y el segundo preguntó con mala intención:
- ¿Cuántas estrellas hay en en cielo?
- Tantas como pelos tiene mi asno.
- ¿Cómo puedes probarlo?
- Si no me crees, cuéntalos con total libertad – respondió el sufí.
- ¿Cómo puedo contar todos los pelos del animal? – protestó el monje.
- Tan fácil como puedas contar las estrellas del cielo

El segundo monje dio un paso atrás, confundido, y el tercer monje se puso de pie:
- ¿Cuántos cabellos crees que tengo en la barba? – preguntó
- Tantos como tiene mi asno en la cola
- ¿Cómo puedes probarlo?
- Es fácil – contestó el maestro con firmeza -, simplemente arranquemos los pelos de tu barba y los de la cola de mi asno uno por uno y así sabremos el resultado.

Al tercer monje no le entusiasmó la idea y también se retiró, muy impresionado. Los tres estuvieron de acuerdo en que habían sido derrotados.

Existe una sola posibilidad de encontrar respuestas dignas, y es formulando preguntas inteligentes. A palabras necias, oídos sordos.

(De la red)

lunes, 20 de septiembre de 2010

¿Contra quién luchamos?


En aquel pequeño pueblo, como en todos los que se precie, tenían su loco. No hacía daño ni ofendía a nadie, por lo que era muy querido por todos, sin embargo siempre estaba hablando de unos animales que tenía que domesticar, y que nadie más que él parecía verlos.

Solía decir:

- Tengo dos halcones que se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. ¡Ah! Cuando consiga domarlos para que sólo se lanzan sobre una presa buena, sólo habrá cosas hermosas en el mundo.

- También tengo dos águilas: con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir.

-¿Y los conejos? ¿Cómo están hoy? -les preguntaban los vecinos con aire socarrón.

- ¡Ah, Si! Los conejos. Mis conejos nunca están quietos. Siempre quieren ir adonde les plazca. Tengo que enseñarles permanecer quietos cuando sea necesario y a ponerse en movimiento cuando no quieren.

- ¿Ha domado ya la serpiente?

- ¡Ojalá!- Lo más difícil es vigilar la serpiente. Siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño.

- ¿Y el burro, trabaja bien el burro?

- El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga. Pero el León es peor. Quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, ¡Cuanta vanidad y orgulloso!

Un día un niño se le acercó y la inocencia obtuvo la respuesta de lo que nadie había preguntado nunca:

- Pues a mí me gustaría tener algún animal. ¿Me darías alguno de los tuyos?

- ¿Los quieres? ¡Ah pero si ya son tuyos! En realidad estos animales están en todos los hombres:

Los ojos son halcones.

Tus águilas son las manos; conejos los pies.

Una serpiente tenemos por lengua.

El burro es el cuerpo, y el corazón es un león vanidoso.

(De la red)

viernes, 17 de septiembre de 2010

El Barco


En un barco viajaban diez personas que se llevaban muy mal, discutían y
peleaban constantemente. Tanto se molestaban entre sí que decidieron dividir
el barcon en diez partes iguales, y de esta manera, cada uno sería amo y
dueño de su sector.
Estando separados no se pelearían pensaban. Y así navegaron,
tranquilamente hasta que uno de los hombres comenzó a agujerear el suelo
con un taladro. Los otros nueve hombres al ver que el barco se estaba
hundiendo, corrieron hacia él gritándole: -¿Qué haces? ¿estás loco? ¿nos
quieres matar a todos? A lo que se respondió:
-Esta es mi parte del barco, y en ella hago lo que yo quiero.
Pero ya la última palabra no se escuchó, porque ya todos estaban en el fondo
del mar, junto al barco.

(Cuento popular hebreo)

Hijos


Cuéntase acerca de dos mujeres que llegaron a la fuente por fresca agua.
Se acercó al lugar una tercera mujer, como así un anciano, que aprovechó lo
apasible del sitio para sentarse a descansar.
Balde va, balde viene, mientras tanto las mujeres charlaban entre sí.
- Mi hijo es un joven ágil y fuerte como un roble- dijo una.
- El mío- replicó la otra- tiene una voz maravillosa. No hay quien lo iguale en
el canto.
La tercer mujer nada decía.
- Y tú no tienes nada para contar?
- Yo también tengo un hijo. Es un chico como todos los chicos. No tengo nada
en especial para decir de él.
Terminaron las tres de llenar sus baldes y emprendieron el regreso.
Se levantó el anciano y las siguió.
Caminaban las señoras cargando el agua.
Cada tanto se detenían a descansar.
Las caderas acusaban el esfuerzo, las manos se adormecían por el peso.
En eso aparecieron tres hermosos muchachos.
El uno corriendo y saltando se acercó al grupo mientras seguía haciendo todo
tipo de piruetas y ejercicios.
Se pararon las mujeres a observarlo con satisfacción.
El segundo muchacho deleitó con su bella voz y portentoso canto el camino
de las mujeres.
El tercer joven corrió rápido hacia su madre, y la liberó del peso de los baldes
cargándolos él.
Preguntaron las señoras al anciano:
- Dínos, abuelo, qué opinión te merecen nuestros tres hijos?
Miró el anciano a las mujeres y con cierto asombro expresó:
-Tres hijos dicen ustedes. Yo apenas veo uno solo.
Así replicó el anciano apuntando con su dedo hacia el muchacho que cargaba
los baldes con agua que su madre había extraído de la fuente.

(Cuento popular hebreo)

jueves, 16 de septiembre de 2010

El niño de la playa


Frente a una tranquila playa, estaba anclado uno de los barcos de guerra más poderosos del mundo. Era incalculable el dinero que había costado. Tenía el armamento más temible y destructor inventado por el hombre.

Un día, el capitán del barco decidió ir a la playa. Se sentó en la arena y se puso a mirar con orgullo su poderoso barco. Cerca de allí, había un niño que estaba jugando en la arena. Había hecho un gran agujero y con su pozalito, se dedicaba a llenarlo de agua. No paraba de hacer viajes al mar para coger agua y tirarla en el agujero. Pasó una hora y el niño no dejaba de hacer lo mismo. Al capitán le entró curiosidad por saber lo que estaba haciendo. Fue hacia él y le preguntó:

- ¿A qué estás jugando niño?

El niño le miró muy seriamente y le dijo:

- No estoy jugando señor; estoy metiendo toda el agua del mar dentro de este agujero.

El capitán se echó a reír y le dijo:

- ¿Pero no te das cuenta de que eso es imposible?

El niño se le quedó mirando, y señalando hacia su barco, le preguntó:

- ¿Aquello de allí para qué sirve?

Y todo orgulloso, le contestó el capitán:

- Mira niño, estás viendo el barco de guerra más poderoso que tiene nuestro país. Sirve para asustar a nuestros enemigos y así conseguir vivir en paz.

El niño se echó a reír y le dijo:

- Es más fácil que yo meta todo el agua del mar en este agujero, que usted consiga la paz con aquello que flota en el agua.

(De la red)