lunes, 27 de abril de 2009

Barriendo impurezas

Cuentan que un hombre mayor que había recorrido años y kilómetros en la búsqueda del camino espiritual, topó un día con un monasterio perdido en las sierras. Al llegar alli, tocó a la puerta y pidió a los monjes que le permitieran quedarse a vivir en ese lugar para recibir enseñanzas espirituales. El hombre era analfabeto, muy poco ilustrado, y los monjes se dieron cuenta de que ni siquiera podría leer los textos sagrados, pero al verlo tan motivado decidieron aceptarlo.
Los monjes comenzaron a darle, sin embargo, tareas que, en un principio, no parecían muy espirituales.."Te encargarás de barrer el claustro todos los días" -le dijeron.
El hombre estaba feliz. Al menos, pensó, podría reconfortarse con el silencio reinante en el lugar y disfrutar de la paz del monasterio, lejos del mundanal ruido.
Pasaron los meses, y en el rostro del anciano comenzaron a dibujarse rasgos más serenos, se lo veía contento, con una expresión luminosa en el rostro y mucha calma. Los monjes se dieron cuenta de que el hombre estaba evolucionando en la senda de la paz espiritual de una manera notable. Un día le preguntaron: ¿"Puedes decirnos qué práctica sigues para hallar sosiego y tener tanta paz interior?" -"Nada en especial. Todos los días, con mucho amor, barro el patio lo mejor que puedo. Y al hacerlo, también siento que barro de mí todas las impurezas de mi corazón, borro los malos sentimientos y elimino totalmente la suciedad de mi alma".

(Cuento tibetano)

Sin discusiones

Después de muchos años de no verse, dos amigos se encuentran en la calle.

- Serafín, ¡cuánto tiempo! ¿Cómo vas?

- ¿Eres tú, Lorenzo? Si no me hablas, nunca te hubiera reconocido… ¿Qué te has hecho? ¿Alguna operación? ¿Un tratamiento facial? Se te ve más joven.

- No. Ninguna cirugía. Lo que sucede es que, hace meses, tomé una decisión que me ha cambiado la vida y, desde entonces, vivo tan bien que eso me ha traído salud y bienestar.

- Vaya, Lorenzo, me sorprendes… ¿Y cuál es la decisión mágica?

- Es muy simple - dice el otro sin vueltas-. No discuto nunca con nadie por ninguna razón.

Serafín sonríe y espera. No cree que la explicación vaya a terminar allí. Finalmente, se decide y habla:

- Nunca discutes…

- Con nadie y por ninguna razón - completa Lorenzo.

- Pero no puede deberse a ello - dice Serafín.

Y Lorenzo, haciendo gala de su postura, contesta:

-Tienes razón, no puede deberse a ello.

(Jorge Bucay)

Orígenes

Latif era el pordiosero más pobre de la aldea. Cada noche dormía en el zaguán de una casa diferente, frente a la plaza central del pueblo.

Cada día se recostaba debajo de un árbol distinto, con la mano extendida y la mirada perdida en sus pensamientos. Cada tarde comía de la limosna o de los mendrugos que alguna persona caritativa le acercaba.

Sin embargo, a pesar de su aspecto y de la forma de pasar sus días, Latif era considerado por todos, el hombre más sabio del pueblo, quizás no tanto por su inteligencia, sino por todo aquello que había vivido.

Una mañana soleada el rey en persona apareció en la plaza. Rodeado de guardias caminaba entre los puestos de frutas y baratijas buscando nada.

Riéndose de los mercaderes y de los compradores, casi tropezó con Latif, que dormitaba a la sombra de una encina. Alguien le contó que estaba frente al más pobre de sus súbditos, pero también frente a uno de los hombres más respetados por su sabiduría.

El rey, divertido, se acercó al mendigo y le dijo: “Si me contestas una pregunta te doy esta moneda de oro.”

Latif lo miró, casi despectivamente, y le dijo: “Puedes quedarte con tu moneda, ¿para qué la querría yo? ¿Cuál es tu pregunta?

Y el rey se sintió desafiado por la respuesta y en lugar de una pregunta banal, se despachó con una cuestión que hacía días lo angustiaba y que no podía resolver. Un problema de bienes y recursos que sus analistas no habían podido solucionar.

La repuesta de Latif fue justa y creativa. El rey se sorprendió; dejó su moneda a los pies del mendigo y siguió su camino por el mercado, meditando sobre lo sucedido.

Al día siguiente el rey volvió a aparecer en el mercado. Ya no paseaba entre los mercaderes, fue directo a donde Lafit descansaba, esta vez bajo un olivar. Otra vez el rey hizo una pregunta y otra vez Latif la respondió rápida y sabiamente. El soberano volvió a sorprenderse de tanta lucidez. Con humildad se quitó las sandalias y se sentó en el suelo frente a Latif.

“Latif te necesito”, le dijo. “Estoy agobiado por las decisiones que como rey debo tomar. No quiero perjudicar a mi pueblo y tampoco ser un mal soberano. Te pido que vengas al palacio y seas mi asesor. Te prometo que no te faltara nada, que serás respetado y que podrás partir cuando quieras… por favor.”

Por compasión, por servicio o por sorpresa, el caso es que Latif, después de pensar unos minutos, aceptó la propuesta del rey.

Esa misma tarde llegó Latif al palacio, en donde inmediatamente le fue asignado un lujoso cuarto a escasos doscientos metros de la alcoba real.

En la habitación, una tina de esencias y con agua tibia lo esperaba.

Durante las siguientes semanas las consultas del rey se hicieron habituales. Todos los días, a la mañana y a la tarde, el monarca mandaba llamar a su nuevo asesor para consultarle sobre los problemas del reino, sobre su propia vida, o sobre sus dudas espirituales.

Latif siempre contestaba con claridad y precisión.

El recién llegado se transformó en el interlocutor favorito del rey. A los tres meses de su estancia ya no había medida, decisión o fallo que el monarca no consultara con su preciado asesor.

Obviamente esto desencadenó los celos de todos los cortesanos que veían en el mendigo-consultor una amenaza para su propia influencia y un perjuicio para sus intereses materiales.

Un día todos los demás asesores pidieron audiencia con el rey. Muy circunspectos y con gravedad le dijeron.

- “Tu amigo Latif, como tú llamas, está conspirando para derrocarte.”

- “No puede ser” dijo el rey. “No lo creo.”

- “Puedes confirmarlo con tus propios ojos,” dijeron todos. “Cada tarde a eso de las cinco, Latif se escabulle del palacio hasta el ala Sur y en un cuarto oculto se reúne a escondidas, no sabemos con quién. Le hemos preguntado a dónde iba alguna de esas tardes y ha contestado con evasivas. Esa actitud terminó de alertarnos sobre su conspiración.”

El rey se sintió defraudado y dolido. Debía confirmar esas versiones.

Esa tarde a las cinco, aguardaba oculto en el recodo de una escalera.
Desde allí vio cómo, en efecto, Latif llegaba a la puerta, miraba hacia los lados y con la llave que colgaba de su cuello abría la puerta de madera y se escabullía sigilosamente dentro del cuarto.

- “Lo visteis” gritaron los cortesanos, “¿lo visteis?”

Seguido de su guardia personal el monarca golpeó la puerta.

- “¿Quién es?” dijo Latif desde adentro.

- “Soy yo, el rey,” dijo el soberano. “Ábreme la puerta.”

Latif abrió la puerta.

No había nadie allí, salvo Latif.

Ninguna puerta, o ventana, ninguna puerta secreta, ningún mueble que permitiera ocultar a alguien.

Sólo había en el piso un plato de madera desgastado, en un rincón una vara de caminante y en el centro de la pieza una túnica raída colgando de un gancho en el techo.

- “¿Estás conspirando contra mi Latif?” pregunto el rey.

- “¿Cómo se te ocurre, majestad?” contesto Latif. “De ninguna forma, ¿por qué lo haría?”

- “Pero vienes aquí cada tarde en secreto. ¿Qué es lo que buscas si no te ves con nadie? ¿Para qué vienes a este cuchitril a escondidas?”

Latif sonrió y se acercó a la túnica rotosa que pendía del techo. La acarició y le dijo al rey:

- “Hace sólo seis meses cuando llegué, lo único que tenía eran esta túnica, este plato y esta vara de madera” dijo Latif. “Ahora me siento tan cómodo en la ropa que visto, es tan confortable la cama en la que duermo, es tan halagador el respeto que me das y tan fascinante el poder que regala mi lugar a tu lado… que vengo cada día para estar seguro de no olvidarme de QUIÉN SOY Y DE DÓNDE VINE”.

(Jorge Bucay)

El cantante de ópera

A la pequeña ciudad de Chiquitrán llegó un día en tren llevando una gran maleta un tipo curioso. Se llamaba Matito, y tenía una pinta totalmente corriente; lo que le hacía especial es que todo lo que hablaba, lo hacía cantando ópera. Daba igual que se tratara de responder a un breve saludo como "buenos días"; él se aclaraba la voz y respondía:

- Bueeeeenos diiiiiiias tenga usteeeeeeeed.

Y la verdad, a casi todo el mundo se le hacía bastante pesadito el tal Matito. Nadie era capaz de sacarle una palabra normal, y como tampoco se sabía muy bien cómo se ganaba la vida y vivía bastante humildemente, utilizando siempre su mismo traje viejos de segunda mano, a menudo le trataban con desprecio, burlándose de sus cantares, llamándole "don nadie", "pobretón" y "gandul".

Pasaron algunos años, hasta que un día llegó un rumor que se extendió como un reguero de pólvora por toda la ciudad: Matito había conseguido un papel en una ópera importantísima de la capital, y todo se llenó con carteles anunciando el evento. Nadie dejó de ver y escuchar la obra, que fue un gran éxito, y al terminar, para sorpresa de todos en su ciudad, cuando fue entrevistado por los periodistas, Matito respondió a sus preguntas muy cortésmente, con una clara y estupenda voz.

Desde aquel día, Matito dejó de cantar a todas horas, y ya sólo lo hacía durante sus actuaciones y giras por el mundo. Algunos suponían por qué había cambiado, pero otros muchos aún no tenían ni idea y seguían pensando que estaba algo loco. No lo hubieran hecho de haber visto que lo único que guardaba en su gran maleta era una piedra con un mensaje tallado a mano que decía: "Practica, hijo, practica cada segundo, que nunca se sabe cuándo tendrás tu oportunidad", y de haber sabido que pudo actuar en aquella ópera sólo porque el director le oyó mientras compraba un vulgar periódico.

(De la web: Cuentos para dormir)

Los Dos Conjuros

Había una vez un rey que daba risa. Parecía casi de mentira, porque por mucho que dijera "haced esto" o "haced lo otro", nadie le obedecía. Y como además era un rey pacífico y justo que no quería ni castigar ni encerrar a nadie en la cárcel, resultó que no tenía nada de autoridad, y por eso dio a un gran mago el extraño encargo de conseguir una poción para que le obedecieran.
El anciano, el más sabio de los hombres del reino, inventó mil hechizos y otras tantas pociones; y aunque obtuvo resultados tan interesantes como un caracol luchador o una hormiga bailarina , no consiguió encontrar la forma de que nadie obedeciera al rey. Se enteró del problema un joven, que se presentó rápido en palacio, enviando a decir al rey que él tenía la solución.
El rey apareció al momento, ilusionado, y el recién llegado le entregó dos pequeños trozos de pergamino, escritos con una increíble tinta de muchos colores.

- Estos son los conjuros que he preparado para usted, alteza. Utilizad el primero antes de decir aquello que queráis que vuestro súbditos hagan, y el segundo cuando lo hayan terminado, de forma que una sonrisa os indique que siguen bajo vuestro poder. Hacedlo así, y el conjuro durará para siempre.

Todos estaban intrigados esperando oir los conjuros, el rey el que más. Antes de utilizarlos, los leyó varias veces para sí mismo, tratando de memorizarlos. Y entonces dijo, dirigiéndose a un sirviente que pasaba llevando un gran pavo entre sus brazos:

- Por favor, Apolonio, ven aquí y déjame ver ese estupendo pavo.

El bueno de Apolonio, sorprendido por la amabilidad del rey, a quien jamás había oído decir "por favor", se acercó, dejando al rey y a cuantos allí estaban sorprendidos de la eficacia del primer conjuro. El rey, tras mirar el pavo con poco interés, dijo:

- Gracias, Apolonio, puedes retirarte.

Y el sirviente se alejó sonriendo. ¡Había funcionado! y además, ¡Apolonio seguía bajo su poder, tal y como había dicho el extraño!. El rey, agradecido, colmó al joven de riquezas, y éste decidió seguir su viaje.

Antes de marcharse, el anciano mago del reino se le acercó, preguntándole dónde había obtenido tan extraordinarios poderes mágicos, rogándole que los compartiera con él. Y el joven, que no era más que un inteligente profesor, le contó la verdad:

- Mi magia no reside en esos pergaminos sin valor que escribí al llegar aquí. La saqué de la escuela cuando era niño, cuando mi maestro repetía constantemente que educadamente y de buenas maneras, se podía conseguir todo. Y tenía razón. Tu buen rey sólo necesitaba buenos modales y algo de educación para conseguir todas las cosas justas que quería.

Y comprendiendo que tenía razón, aquella misma noche el mago se deshizo de todos sus aparatos y cachivaches mágicos, y los cambió por un buen libro de buenos modales, dispuesto a seguir educando a su brusco rey.

(De la Web: Cuentos para dormir)

viernes, 24 de abril de 2009

Lobo, Con Piel De Hombre

Era una de esas tardes en las que nada había que hacer y la loba paseaba con su cachorro inquieto en busca de alimento. Se resguardaron bajo unos matorrales y esperaron que sigiloso pasara el cazador que olfatearan minutos antes.
El frío cañón del arma se asomó entre la enramada y las botas del hombre castigaban con su peso, las hojas secas que se negaban a gritar. caminó un poco, encendió su cigarro y esperó. El cachorro indignado preguntó a su astuta madre:
-Mamá, la grama verde y generosa tiene un enemigo: las ovejas, que se alimentan de ella para sobrevivir, hasta el día de su muerte. Las ovejas tienen un enemigo, nosotros, los lobos, que nos alimentamos de ellas cuando es posible, hasta el día de nuestra muerte. Nosotros tenemos un enemigo: el hombre, que quema nuestros bosques, nos pone dolorosas trampas y mata a los de nuestra especie por deporte o por ignorancia, hasta el día de su muerte. Pero madre, tiene el hombre un enemigo?
La loba clavó su mirada fría en el hijo amado y respondió:
-Hijo mío, el enemigo del hombre, es el hombre, hasta el día de su muerte.

(Autor: Desconocido)

sábado, 18 de abril de 2009

La leyenda del espantapájaros

Érase una vez un espantapájaros que no tenía amigos. Trabajaba en un campo de trigo.
No era un trabajo difícil pero sí muy solitario. Sin nadie con quien hablar, sus días y sus noches se hacía eternas. Lo único que podía hacer era mirar los pájaros. Cada vez que pasaban, él los saludaba pero ellos nunca respondían. Era como si le tuviesen miedo Un día hizo algo prohibido: les ofreció unas semillas. Pero aun así ellos no querían saber nada. Él se preguntaba por qué nadie quería ser su amigo. Así pasó el tiempo hasta que una noche fría, cayo a sus pies un cuervo ciego. El cuervo estaba tiritando y hambriento . El espantapájaros decidió cuidar de él . Tras varios días el cuervo ciego mejoró. Antes de despedirse el espantapájaros preguntó por qué los pájaros nunca querían hacerse amigos de los espantapájaros y el cuervo explicó que el trabajo de los espantapájaros era asustar a los pobres pájaros que sólo querían comer; eran unos seres malvados y despreciables, unos monstruos. Ofendido, el espantapájaros le explicó que él no era malo a pesar de ser un espantapájaros.
Una vez más el espantapájaros se quedó sin amigos. Esa mima noche decidió cambiar su
vida. Despertó a su amo y le dijo que quería otro oficio, que ya no quería asustar más a los pájaros. Aterrorizado, el amo despertó a todos sus vecinos, les contó que el espantapájaros había cobrado vida y que esto sólo podía ser obra del diablo. Cerca del molino estaba el cuervo ciego. Sus compañeros le explicaron que los vecinos de la aldea estaban quemando un molino donde se intentaba esconder un espantapájaros con una bufanda muy larga. El cuervo ciego entonces les explicó que ese era el espantapájaros bueno, el que le había salvado la vida. Conmocionados por la historia, los cuervos quisieron salvar al espantapájaros pero era demasiado tarde y ya no podían hacer nada: el espantapájaros murió quemado. Los cuervos esperaron hasta el amanecer y cuando no había llamas se acercaron a los restos del molino, cogieron las cenizas del espantapájaros y volaron alto, muy alto y desde lo más alto esparcieron las cenizas por el aire. El viento llevó las cenizas por toda la comarca . Las cenizas volaron junto con todos los pájaros y de esta manera, el espantapájaros nunca volvió a estar solo porque sus cenizas ahora volaban con sus nuevos amigos. Y en recuerdo de la trágica muerte del espantapájaros, el cuervo ciego y todos sus compañeros decidieron vestir de luto y por eso desde entonces, en memoria del espantapájaros, todos los cuervos son negros.

(Aquí puedes visualizar el corto de Marco Besas y Carlos Lascano,basado en este cuento. Apaga la música de la página al final de la misma para escucharlo correctamente.)


martes, 14 de abril de 2009

El Bambú Japonés

Asier había comprado unas semillas de Bambú Japones a un viejo agricultor que le convenció de que el cultivo de esta planta le haría ver la vida de otra manera y que si era perseverante y tenia paciencia se convertiria en el mejor cultivador de Bambú de la zona.

Asier sembro las semillas, le dio buen abono y mejor riego. Pasados unos meses no sucedía nada en aquel campo y creyendo en las palabras del viejo agricultor no hizo caso a sus vecinos para que harara la tierra otra vez y plantara el Bambú que todos plantaban. Lejos de esa idea Asier planto más semillas en otra trozo de tierra pero todo seguia igual, ni una pequeña caña se intuía en sus tierras mientras sus vecinos año, tras año sacaban provecho de sus campos con el Bambú normal a pesar de que las tormentas y el viento siempre se llevaban parte de las plantaciones de Bambú.

Después de seis años y ya casi con la necesidad de ocupar esas tierras con otras especies notó como de la tierra salía bambú y en sólo seis semanas ese bambú creió más de 30 metros. Su alegría duró poco al comprobar como se acercaba una gran tormenta con fuertes vientos, convencido de que después de tanto sacrificio todo quedaría arrasado por el viento se metio en casa a esperar. A la mañana siguiente en muchos kms a la redonda no había ni una sóla plantación de Bambú normal pero la de Asier allí estaba fuerte, verde y meciendose con la ligera brisa de la mañana.

Fué corriendo a junto del viejo agricultor, quería hacerle partícipe del milagro y este le pregunto: “¿De verdad te crees que tu bambú sólo se desarrolló en estas últimas seis semanas?, si es así poco has aprendido porque durante estos seis años tu bambú ha estado generando un entramado de raices durísimo para poder sostener el crecimiento que iba a tener despues de seis años bajo tierra y aguantar los envites del viento”.

(Cuentos orientales)

Las Herramientas

En un pequeño pueblo, existía una diminuta carpintería famosa por los muebeles que allí se fabricaban. Cierto día las herramientas decidieron reunirse en asamblea para dirimir sus diferencias. Una vez estuvieron todas reunidas, el martillo, en su calidad de presidente tomó la palabra.

-Queridos compañerros, ya estamos constituidos en asamblea. ¿Cuál es el problema?. -Tienes que dimitir- exclamaron muchas voces.

-¿Cuál es la razón? - inquirió el martillo. -¡Haces demasiado ruido!- se oyo al fondo de la sala, al tiempo que las demás afirmaban con sus gestos. -Además -agregó otra herramienta-, te pasas el día golpeando todo.

El martillo se sintió triste y frustrado. _Está bien, me iré si eso es lo que quereis. ¿Quién se propone como presidente?.

-Yo, se autoproclamó el tornillo -De eso nada -gritaron varias herramientas-.Sólo sirves si das muchas vueltas y eso nos retrasa todo.

-Seré yo -exclamó la lija- -¡Jamás!-protesto la mayoría-. Eres muy aspera y siempre tienes fricciones con los demás.

-¡Yo seré el próximo presidente! -anuncio el metro. -De ninguna manera, te pasas el día midiendo a los demás como si tus medidas fueran las únicas válidas - dijo una pequeña herramienta.

En esa discusión estaban enfrascados cuando entró el carpintero y se puso a trabajar. Utilizó todas y cada una de las herramientas en el momento oportuno. Después de unas horas de trabajo, los trozos de madera apilados en el suelo fueron convertidos en un precioso mueble listo para entregar al cliente. El carpintero se levanto, observo el mueble y sonrió al ver lo bien que había quedado. Se quitó el delantal de trabajo y salió de la carpintería.

De inmediato la Asamblea volvió a reunirse y el alicate tomo la palabra: “Queridos compañeros, es evidente que todos tenemos defectos pero acabamos de ver que nuestras cualidades hacen posible que se puedan hacer muebles tan maravillosos como éste”. Las herramientas se miraron unas a otras sin decir nada y el alicate continuo: “son nuestras cualidades y no nuestros defectos las que nos hacen valiosas. El martillo es fuerte y eso nos hace unir muchas piezas. El tornillo también une y da fuerza allí donde no actua el martillo. La lija lima aquello que es áspero y pule la superficie. El metro es preciso y exacto, nos permite no equivocar las medidas que nos han encargado. Y así podría continuar con cada una de vosotras.

Después de aquellas palabras todas las herramientas se dieron cuenta que sólo el trabajo en equipo les hacia realmente útiles y que debían de fijarse en las virtudes de cada una para conseguir el éxito.

(Juan Mateo)

sábado, 11 de abril de 2009

El Puente


Érase una vez, dos hermanos que vivían en granjas vecinas cayeron en un conflicto, que comenzó con un pequeño malentendido y fue creció hasta ser una barrera inseparable.

Una mañana alguien llamó a la puerta de uno de ellos. Al abrirla encontró un carpintero que le dijo:

- Estoy buscando trabajo por unos días.
- Pues tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor. La semana pasada había un hermosa pradera entre nosotros, él tomó su tractor y desvió el cauce del arroyo para que nos separara. ¿Vé usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una gran cerca para no verlo nunca mas.
- Creo que comprendo su situación. Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejara satisfecho.

Aquel hermano ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir al pueblo. El carpintero trabajó duro midiendo, cortando y clavando. Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo. El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, no había ninguna cerca, en su lugar había un puente. Un puente que además unía las dos granjas a través del arroyo.

En ese momento, su hermano menor, vino desde su granja y abrazandole le dijo:
- ¡Eres una gran persona, mira que construir este hermoso puente después de lo que te he hecho y dicho!

Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas,
- ¡No¡, espera, -le dijo el hermano mayor-. “Quédate unos cuantos días, tengo muchos proyectos para ti”.

- “Me gustaría quedarme” -dijo el carpintero- "pero tengo muchos puentes por construir".

(Anónimo)

jueves, 9 de abril de 2009

La Mariposa Azul


Había una vez un viudo que vivía con sus dos hijas curiosas e inteligentes.
Las niñas siempre hacían muchas preguntas; alguna de ellas, él sabía responder, otras no.

El pretendía ofrecerles la mejor educación, por tanto mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina.

El sabio siempre respondía a todas las preguntas sin ni siquiera dudar.

Impacientes las niñas decidieron inventar una pregunta que él no sabría responder.

Entonces, una de ellas apareció con una linda mariposa azul que usaría para engañar al sabio.

“¿Qué vas a hacer?”-
Preguntó la hermana, a lo cual le respondió:

“Voy a esconder la mariposa en mis manos y preguntarle al sabio si está viva o muerta”

“Si él dijese que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que esta viva la apretaré y la aplastaré.

Y así, cualquiera que sea su respuesta, ¡Será una respuesta equivocada!”

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.

-“Tengo aquí una mariposa azul. Dígame, sabio ¿está viva o muerta?”

Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:

“Depende de ti… Ella está en tus manos.”

(Anónimo)

lunes, 6 de abril de 2009

El Samurai y el Pescador

Durante la ocupación Satsuma de Okinawa, un Samurai que le había prestado dinero a un pescador, hizo un viaje para cobrarlo a la provincia Itoman, donde vivía el pescador. No siéndole posible pagar, el pobre pescador huyó y trató de esconderse del Samurai, que era famoso por su mal genio. El Samurai fue a su hogar y al no encontrarlo ahí, lo buscó por todo el pueblo. A medida que se daba cuenta de que se estaba escondiendo se iba enfureciendo. Finalmente, al atardecer, lo encontró bajo un barranco que lo protegía de la vista. En su enojo, desenvainó su espada y le gritó: ¿"Qué tienes para decirme"?.

El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa posibilidad." El Samurai dijo, "Ingrato! Te presto dinero cuando lo necesitas y te doy un año para pagarme y me retribuyes de esta manera. Habla antes de que cambie de parecer."

"Lo siento", dijo el pescador. " Lo que quería decir era esto: Acabo de comenzar el aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: “Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."

El Samurai quedó anonadado al escuchar esto de los labios de un simple pescador. Envainó su espada y dijo: "Bueno, tienes razón. Pero acuérdate de esto, volveré en un año a partir de hoy, y será mejor que tengas el dinero." Y se fue.

Había anochecido cuando el Samurai llegó a su casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, cuando se vio sorprendido por un haz de luz que provenía de su habitación, a través de la puerta entreabierta.

Agudizó su vista y pudo ver a su esposa tendida durmiendo y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Muy sorprendido y explotando de ira se dio cuenta de que era un samurai!

Sacó su espada y sigilosamente se acercó a la puerta de la habitación. Levantó su espada preparándose para atacar a través de la puerta, cuando se acordó de las palabras del pescador: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano."

Volvió a la entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre vestida con ropas de él. Se había puesto ropas de Samurai para ahuyentar intrusos durante su ausencia.

El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vio al Samurai, este salió corriendo y le dijo: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. No sé cómo darle las gracias!"

El Samurai puso su mano sobre el hombro del pescador y dijo: "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."

(Richard Kim, "The Weaponless Warriors")

La Carreta Vacía


Caminaba con mi padre, cuando se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó:
- ¿Oyes algo más, que el cantar de los pájaros?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después, le respondí:
- Sí, es el ruido de una carreta.
- Éso es, - me dijo. - Es una carreta vacía.
Pregunté a mi padre:
- ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la hemos visto?
Entonces, otra vez mas, me mostró su sabiduría:
- Es muy fácil darse cuenta: "Cuánto mas vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace"
"Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y tratando con superioridad a los demás... O a aquellos, que no pueden estar, sin el estímulo de altavoces o de un televisor, que impiden todo tipo de diálogo, tengo la impresión de oir la voz de mi padre diciendo:
- "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace" Y a la vez : "cuánto se regocija el corazón, cuando vemos pasar una carreta repleta de carga preciosa... Silenciosa... Plena"

(De la web: Cuentos para hacer pensar)

domingo, 5 de abril de 2009

El elefante encadenado


Cuando era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Como a otros – luego lo supe - me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Se trataba de un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?.
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a maestros, padres y tíos por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia:
Si está amaestrado... ¿Por qué lo encadenan?. No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.

La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE.

El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar ni a poner a prueba su fuerza otra vez.

Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos" simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos.
Grabamos en nuestro recuerdo: No puedo... No puedo y nunca podré. Muchos de nosotros crecimos portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. La única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento TODO TU CORAZÓN.

(Jorge Bucay)

Los tres leones


En la selva vivian tres leones.
Un dia el mono, el representante electo por los animales, convoco a una reunión para pedirles una toma de decisión:
-"Todos nosotros sabemos que el león es el rey de los animales, pero hay una gran duda en la selva: existen tres leones y los tres son muy fuertes. ¿A cuál de ellos debemos rendir obediencia? ¿Cuál de ellos debera ser nuestro Rey?"

Los leones supieron de la reunión y comentaron entre sí:

-"Es verdad, la preocupación de los animales tiene mucho sentido. Una selva no puede tener tres reyes. Pero luchar entre nosotros, no queremos ya que somos muy amigos. Necesitamos saber cuál sera el elegido, pero, ¿cómo descubrirlo?"

Otra vez los animales se reunieron y despues de mucho deliberar, llegaron a una decisión y se la comunicaron a los tres leones.

-"Encontramos una solución muy simple para el problema, y decidimos que vais a escalar la Montaña Difícil. El que llegue primero a la cima será consagrado nuestro Rey".

La Montaña Dificil era la más alta de toda la selva. El desafío fue aceptado y todos los animales se reunieron para asistir a la gran escalada. El primer león intentó escalar y no pudo llegar. El segundo empezó con todas las ganas, pero, también fue derrotado. El tercer león tampoco lo pudo conseguir y bajó derrotado.

Los animales estaban impacientes y curiosos; si los tres fueron derrotados, ¿cómo elegirían un rey?. En ese momento, un águila, grande en edad y en sabiduría, pidió la palabra:

-"¡Yo sé quién debe ser el rey!"

Todos los animales hicieron silencio y la miraron con gran expectativa.

-"¿Cómo?", preguntaron todos...

-"Es simple, dijo el águila. Yo estaba volando bien cerca de ellos y cuando volvían derrotados en su escalada por la Montaña Difícil escuché lo que cada uno dijo a la Montaña. El primer leon dijo:"¡Montaña, me has vencido!".El segundo león dijo: - "¡Montaña, me has vencido!" El tercer leon dijo: - "Montaña, me has vencido, por ahora, porque ya llegaste a tu tamaño final y yo todavía estoy creciendo". La diferencia -completó el aguila- es que el tercer león tuvo una actitud de vencedor cuando sintió la derrota en aquel momento, pero no desistió y quien piensa así, su persona es más grande que su problema: El es el rey de sí mismo y está preparado para ser rey de los demás".

Los animales aplaudieron entusiasmadamente al tercer león que fue coronado El Rey de los animales.

(Anónimo)