martes, 27 de abril de 2010

El Ladrón y la Luna


Un maestro de Zen vivía el tipo de vida más simple, en una pequeña choza a los pies de una montaña.

Una tarde, mientras estaba ausente, un ladrón entró furtivamente a la choza sólo para encontrar que no había nada para robar.

El maestro de Zen volvió y lo encontró. “Usted ha venido desde muy lejos a visitarme”, le dijo al merodeador, “y usted no debería volver con las manos vacías. Por favor, tome mis ropas como regalo”. El ladrón estaba desconcertado, sin embargo tomó las ropas y se dio a la fuga.

El maestro se sentó desnudo, mirando la luna. “Pobre tipo“, meditó, “desearía poder darle esta hermosa luna”.

(Cuento zen)

viernes, 23 de abril de 2010

Inocencia


Un niño jugaba tranquila y distraídamente en la consulta, y se acercó el psicólogo y le preguntó:

—¿Qué harías si se acabara el mundo?

—Seguir jugando —contestó el niño, sin levantar la vista.

martes, 20 de abril de 2010

El Hombre Santo

La voz se propagó a través de la campiña, sobre el sabio hombre santo que vivía en una casa pequeña encima de la montaña. Un hombre de la aldea decidió hacer el largo y difícil viaje para visitarlo. Cuando llegó a la casa, vio a un viejo criado al interior, que lo saludó en la puerta. “Quisiera ver al sabio hombre santo”, le dijo al criado. El sirviente sonrió y lo condujo adentro.

Mientras caminaban a través de la casa, el hombre de la aldea miró con impaciencia por todos lados en la casa, anticipando su encuentro con el hombre santo. Antes de saberlo, había sido conducido a la puerta trasera y escoltado afuera. Se detuvo y giró hacia el criado, “¡Pero quiero ver al hombre santo!”

“Usted ya lo ha visto”, dijo el viejo. “A todos a los que usted pueda conocer en la vida, aunque parezcan simples e insignificantes... véalos a cada uno como un sabio hombre santo. Si hace esto, entonces cualquier problema que usted haya traído hoy aquí, estará resuelto”.

(Cuento zen)

Nueve vacas


Dos amigos marineros viajaban en un buque carguero por todo el mundo, y andaban todo el tiempo juntos. Así que, esperaban la llegada a cada puerto para bajar a tierra, encontrarse con mujeres, beber y divertirse. Un día llegan a una isla perdida en el Pacífico, desembarcan y se van al pueblo para aprovechar las pocas horas que iban a permanecer en tierra.
En el camino se cruzan con una mujer que está arrodillada en un pequeño río lavando ropa.
Uno de ellos se detiene y le dice al otro que lo espere, que quiere conocer y conversar con esa mujer. El amigo, al verla y notar que esa mujer no es nada del otro mundo, le dice que para qué, si en el pueblo seguramente iban a encontrar chicas más lindas, más dispuestas y divertidas.
Sin embargo, sin escucharlo, el primero se acerca a la mujer y comienza a hablarle y preguntarle sobre su vida y sus costumbres. Cómo se llama, qué es lo que hace, cuantos años tiene, si puede acompañarlo a caminar por la isla. La mujer escucha cada pregunta sin responder ni dejar de lavar la ropa, hasta que finalmente le dice al marinero que las costumbres del lugar le impiden hablar con un hombre, salvo que este manifieste la intención de casarse con ella, y en ese caso debe hablar primero con su padre, que es el jefe o patriarca del pueblo.
El hombre la mira y le dice: "Está bien. LLévame ante tu padre. Quiero casarme con vos".
El amigo, cuando escucha esto, no lo puede creer. Piensa que es una broma, un truco de su amigo para entablar relación con esa mujer. Y le dice: "Para qué tanto lío? Hay un montón de mujeres más lindas en el pueblo. Para qué tomarse tanto trabajo?".
El hombre le responde: "No es una broma. Me quiero casar con ella. Quiero ver a su padre para pedir su mano".
Su amigo, más sorprendido aún, siguió insistiendo con argumentos tipo: "Vos estás loco?", "Qué le viste?", "Qué te pasó?", "Seguro que no tomaste nada?" y cosas por el estilo.
Pero el hombre, como si no escuchase a su amigo, siguió a la mujer hasta el encuentro con el patriarca de la aldea.
El hombre le explica que habían llegado recién a esa isla, y que le venía a manifestar su interés de casarse con una de sus hijas. El jefe de la tribu lo escucha y le dice que en esa aldea la costubre era pagar una dote por la mujer que se elegía para casarse.
Le explica que tiene varias hijas, y que el valor de la dote varía según las bondades de cada una de ellas, por las más hermosas y más jóvenes se debía pagar 9 vacas, las había no tan hermosas y jóvenes, pero que eran excelentes cuidando los niños, que costaban 8 vacas, y así disminuía el valor de la dote al tener menos virtudes.
El marino le explica que entre las mujeres de la tribu había elegido a una que vió lavando ropa en un arroyo, y el jefe le dice que esa mujer, por no ser tan agraciada, le podría costar 3 vacas.
"Está bien" respondió el hombre, "me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve vacas".
El padre de la mujer, al escucharlo, le dijo: "Ud. no entiende. La mujer que eligió cuesta tres vacas, mis otras hijas, más jovenes, cuestan nueve vacas".
"Entiendo muy bien", respondió nuevamente el hombre, "me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve vacas".
Ante la insistencia del hombre, el padre, pensando que siempre aparece un loco, aceptó y de inmediato comenzaron los preparativos para la boda, que iba a realizarse lo antes posible.
El marinero amigo no lo podía creer. Pensó que el hombre había enloquecido de repente, que se había enfermado, que se había contiagiado una rara fiebre tropical. No aceptaba que una amistad de tantos años se iba a terminar en unas pocas horas. Que él partiría y su mejor amigo se quedaría en una perdida islita de Pacífico.
Finalmente, la ceremonia se realizó, el hombre se casó con la mujer nativa, su amigo fue testigo de la boda y a la mañana siguiente, partió en el barco, dejando en esa isla a su amigo de toda la vida.
El tiempo pasó, el marinero siguió recorriendo mares y puertos a bordo de los barcos cargueros más diversos y siempre recordaba a su amigo y se preguntaba: qué estaría haciendo?, cómo sería su vida?, viviría aún?.
Un día, el itinerario de un viaje lo llevó al mismo puerto donde años atrás se había despedido de su amigo. Estaba ansioso por saber de él, por verlo, abrazarlo, conversar y saber de su vida.
Así es que, en cuanto el barco amarró, saltó al muelle y comenzó a caminar apurado hacia el pueblo.
Donde estaría su amigo?, Seguiría en la isla?, Se habría acostumbrado a esa vida o tal vez se habría ido en otro barco?.
De camino al pueblo, se cruzó con un grupo de gente que venía caminando por la playa, en un espectáculo magnífico.
Entre todos, llevaban en alto y sentada en una silla a una mujer bellísima. Todos cantaban hermosas canciones y obsequiaban flores a la mujer y esta los retribuía con pétalos y guirnaldas.
El marinero se quedó quieto, parado en el camino hasta que el cortejo se perdió de su vista. Luego, retomó su senda en busca de su amigo.
Al poco tiempo, lo encontró. Se saludaron y abrazaron como lo hacen dos buenos amigos que no se ven durante mucho tiempo.
El marinero no paraba de preguntar: Y cómo te fue?, Te acostumbraste a vivir aquí?, Te gusta esta vida?, No querés volver?. Finalmente se anima a preguntarle: Y como está tu esposa?.
Al escuchar esa pregunta, su amigo le respondió: "Muy bien, espléndida. Es más, creo que la viste llevada en andas por un grupo de gente en la playa que festejaba su cumpleaños".
El marinero, al escuchar esto y recordando a la mujer insulsa que años atrás encontraron lavando ropa, pregunto: "Entonces, te separaste?, No es misma mujer que yo conocí, no es cierto?.
"Si" dijo su amigo, "es la misma mujer que encontramos lavando ropa hace años atrás".
"Pero, es muchísimo más hermosa, femenina y agradable. cómo puede ser?", preguntó el marinero.
"Muy sencillo" respondió su amigo. "Me pidieron de dote 3 vacas por ella, y ella creía que valía 3 vacas. Pero yo pagué por ella nueve vacas, la traté y consideré siempre como una mujer de nueve vacas. La amé como a una mujer de nueve vacas. Y ella se transformó en una mujer de nueve vacas".
Cuando alguien nos valora y nos estimula, con sinceridad y amor, obramos cambios impensados.

(Jorge Bucay)

domingo, 18 de abril de 2010

Transitorio


Un famoso profesor espiritual llegó hasta la puerta del palacio del rey. Ninguno de los guardias intentó detenerlo mientras entraba y caminaba hacia donde el mismo rey estaba sentado en su trono.

“¿Qué quiere?”, preguntó el rey, reconociendo inmediatamente al visitante.

“Quisiera un lugar para dormir en esta posada”, contestó el maestro.

“Pero esta no es una posada”, dijo el rey, “es mi palacio”.

“¿Puedo preguntar quién era el dueño de este palacio antes de usted?”

“Mi padre. Él está muerto”.

“¿Y quien era el dueño antes de él?”.

“Mi abuelo. Él también está muerto”.

“¿Y este lugar en donde la gente vive por un corto tiempo y después se muda, acaso le oí decir que no es una posada?”

(Cuento zen)

jueves, 15 de abril de 2010

Oasis


Dos personas estaban perdidas en el desierto.

Estaban muriendo de hambre y de sed.

Finalmente, llegaron hasta una alta pared. Del otro lado podían oír el sonido de
una cascada y pájaros cantando. En lo alto, podían ver las ramas de un
abundante árbol que se extendía sobre la parte superior del muro.
Su fruta parecía deliciosa.

Uno de ellos se las arregló para trepar por la pared y desaparece del otro lado.
El otro, en cambio, volvió al desierto para ayudar a otros viajeros perdidos
a encontrar su camino al oasis.

(Cuento árabe)

martes, 13 de abril de 2010

La Araña



Una historia tibetana cuenta que un estudiante de meditación, mientras meditaba en su habitación, creía ver a una araña descendiendo en frente de él. Cada día la criatura amenazadora volvía, creciendo más y más cada vez. Tan asustado estaba estudiante, que fue donde su profesor a contarle su dilema. Le dijo que planeaba colocar un cuchillo en su regazo durante la meditación, así cuando apareciera la araña la mataría. El profesor le aconsejó en contra de este plan. En su lugar, le sugirió que trajera un pedazo de tiza a la meditación, y que cuando apareciera la araña, marcara una X en vientre de la araña. Y que luego le contara.

El estudiante volvió a su meditación. Cuando apareció la araña otra vez, se opuso al impulso de atacarla, e hizo lo qué el maestro sugirió. Cuando más tarde fue a contarle al maestro como le había ido, el profesor le dijo que se levantara su camisa y mirara su propio vientre. Ahí estaba la X.

(Cuento zen)

Zapatillas


A un discípulo que siempre estaba quejándose de los demás, le dijo el Maestro:

-”Si es paz lo que buscas, trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás. Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra”.

(Cuento Zen)

Cielo e Infierno



Un belicoso samurai desafió en una ocasión a un maestro zen a que explicara el concepto de cielo e infierno.

Pero el maestro respondió con desdén:
—No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!

Herido en lo más profundo de su ser, el samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:
—¡Podría matarte por tu impertinencia!
—Se acaban de abrir las puertas del infierno —repuso el maestro con calma.

Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al maestro la lección.

—Se acaban de abrir las puertas del cielo —añadió el maestro.

(Cuento zen)

lunes, 12 de abril de 2010

Aprendiendo a ver


Cuentan que en la carpintería hubo una extraña asamblea.
Fue una reunión de herramientas para arreglar diferencias.
El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. Se pasaba el tiempo haciendo ruidos.
El martillo aceptó la culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo, argumentando que había que darle demasiadas vueltas para que sirviera.
El tornillo aceptó el ataque pero exigió la expulsión de la lija.
Señaló que era áspera en su trato y tenía fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo pero exigió que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso su delantal e inició la tarea.
Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo.
Finalmente, la tosca madera se convirtió en un hermoso mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación.
Fue entonces cuando el serrucho dijo: Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades.
Eso nos hace valiosos. Así que no pensemos en nuestras fallas y concentrémonos en la utilidad de nuestros méritos.
La asamblea pudo ver entonces que el martillo es fuerte, el tornillo une, la lija pule asperezas, el metro es preciso.
Se vieron como un equipo capaz de producir muebles de calidad.
Esta nueva mirada los hizo sentir orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.

(Enrique Mariscal, del libro "Cuentos para regalar a personas sensibles")

El elefante colorado


En un hermoso país nórdico, vive muy feliz un sabio y rico vendedor que conocí en mi juventud.
Mantiene por estrategia, comercial e impositiva, un perfil publicitario bajo, pero sus ventas son fabulosas.
Ofrece en trato particular, directo, el más extraño de los productos, un artículo increíble por todos deseado: un frasco de agua que se transforma, al agitarlo serenamente durante un minuto, en oro puro.
Este buen hombre no tiene problemas de materia prima en este generoso y contradictorio planeta que se llama Tierra pero su mayor superficie es agua.
Es un vendedor que nunca ha recibido una sola queja de sus ambiciosos clientes.
Al cerrar la venta, envolver el preciado producto, cobrar en efectivo y entregarlo, completa la operación con el siguiente aviso: -
"Eso sí, no lo olvide nunca: para que el experimento funcione correctamente, cuando usted agita el producto, no debe pensar en el elefante colorado. Si lo hace, suspenda inmediatamente la alquimia y espere un momento más apropiado de su mente."

Los atentos consumidores intentaban una y otra vez llegar al beneficio del oro puro, pero en forma recurrente, infatigable, ¡El elefante colorado aparecía en su escenario mental...!
¿Cuáles son los elefantes colorados que impiden los beneficios de un proyecto, de un sueño o de una empresa?
¿Qué nombre toman los miedos invasores que malogran con su presencia nuestras esperanzas de realización?
El agua que se transforma en oro puro opera en la confianza. Evapora sus intenciones de abundancia en el miedo.
Sólo una mente segura de sí misma puede responder a lo nuevo con lo nuevo.
Caso contrario convoca a la caravana de elefantes colorados que desde niños heredamos de nuestros abuelos, y opaca, con el miedo, las posibilidades extraordinarias de nuestra sensibilidad.

(Enrique Mariscal, del libro "Cuentos para regalar a personas sensibles")