domingo, 30 de noviembre de 2008

La Luz Tentadora

Un abejorro grande de muchos colores y vagabundo andaba zumbando en la oscuridad, cuando descubrió lejos una pequeña luz.

En seguida dirigió las alas hacia aquella dirección, y una vez que hubo llegado junto a la llama, empezó a dar vueltas alrededor mirándola maravillado. ¡Qué hermosa era!

No contento con admirarla, quiso hacer con ella lo mismo que hacía con las flores olorosas: se alejó, se giró y apuntando con coraje hacia la llama, le pasó encima tocándola con las alas. Se encontró, aturdido, a los pies de la luz; y se dio cuenta, con estupor, de que había perdido una pata y de que la punta de las alas estaba toda chamuscada.

“¿Qué me ha sucedido?”, se preguntó.

No podía absolutamente admitir que de una cosa tan hermosa como aquella llama, le pudiese venir algún mal; por lo tanto, después de haber recuperado un poco de fuerza, con un golpe de alas se puso a volar.

Dio algunas volteretas. Y de nuevo se dirigió hacia la llama para posarse encima. Y en seguida cayó, quemado, en el aceite que alimentaba la llamita.

“Maldita luz”, murmuró el abejorro al terminar su vida. “Creía encontrar en ti mi felicidad, y en cambio, he encontrado la muerte. Por dejarme encandilar por tu luz he conocido tu naturaleza peligrosa”.

“Pobre abejorro”, respondió la llama. “Yo no soy el Sol, como tú esperabas e ingenuamente creías. No soy otra cosa que una llama; y quien no sabe usarme con prudencia, se quema las alas…”

(Leonardo da Vinci)

El Pelícano

Cuando el Pelícano se fue en busca de alimento, una serpiente escondida entre las ramas fue arrastrándose hacia el nido. Los pequeños dormían tranquilos.

Se acercó la serpiente, y con un fulgor malvado en los ojos dio inicio a la matanza. Una mordida venenosa a cada uno, y los pobrecitos pasaron inmediatamente del sueño a la muerte.

La serpiente, satisfecha, volvió a su escondite, para esperar la llegada del Pelícano. De hecho, al cabo del rato, el pájaro retornó.
Al ver aquella matanza, empezó a llorar, y su lamento era tan desesperado que todos los habitantes del bosque lo escuchaban conmovidos.

“¿Qué sentido tiene ahora mi vida sin vosotros?”, decía el pobre padre mirando a sus hijos asesinados. “¡Quiero morir también yo como vosotros!”

Y con el pico se puso a desgarrarse el pecho, precisamente sobre el corazón. La sangre brotaba a borbotones por la herida, empapando a los pequeños asesinados por la serpiente.

De repente el Pelícano, ya moribundo, se estremeció. Su sangre caliente había dado vida a sus hijos; su amor los había resucitado. Y entonces, todo feliz, inclinó la cabeza y expiró.

(Leonardo da Vinci)

Un Hombre Libre


Era joven y me sentía fuerte. Aquella mañana de primavera salí de casa y grité:

— Yo estoy a disposición de quien quiera emplearme.

Me lancé al camino empedrado. En aquel mismo momento pasaba el rey, erguido en su carroza, con la espada en la mano y seguido por mil guerreros.

— Te tomo yo a mi servicio –dijo el rey-, y en compensación, te daré parte de mi poder.

Pero yo no sabía qué hacer con su poder. Y lo dejé irse.

— Yo estoy a disposición de todos. ¿Quién me quiere?

En la tarde soleada, un viejo pensativo me paró, y dijo:

— Te tomo para mis negocios. Y te compensaré con rupias sonantes.

Y comenzó a pagarme con monedas de oro.

Pero yo no sabía qué hacer con su dinero. Y me giré hacia otra parte. En la tarde llegué cerca de una casucha. Se asomó una hermosa muchacha y me dijo:

— Yo te tomo y te compensaré con mi sonrisa.

Yo quedé pensativo, preguntándome cuánto dura una sonrisa.
Mientras reflexionaba la sonrisa se apagó, y la niña desapareció en la sombra. Pasé la noche extendido en la hierba. Al amanecer estaba lleno de rocío.

— Yo estoy a disposición… ¿quién me quiere?

El sol brillaba en la arena, cuando vi a un niño que jugaba con tres conchas, sentado en la arena. Al verme levantó la cabeza y sonrió, como si me reconociera.

— Te tomo yo, y a cambio no te daré nada.

Acepté el contrato y comencé a jugar con él. A la gente que pasaba y preguntaba por mí, le respondía.

— No puedo, estoy ocupado. Y desde aquel día, me sentí un hombre libre.

(Rabindranath Tagore)

sábado, 29 de noviembre de 2008

Cuento Chino


Cierto hombre, que había comprado una vaca magnífica, soñó la misma noche que crecían alas sobre la espalda del animal, y que éste se marchaba volando. Considerando esto un presagio de infortunio inminente, llevó la vaca al mercado nuevamente, y la vendió con gran pérdida. Envolviendo en un paño la plata que recibió, la echó sobre su espalda, y a mitad del camino a su casa, vió a un halcón comiendo parte de una liebre. Acercándose al ave, descubrió que era bastante mansa, de manera que le ató una pata a una de las esquinas del paño en que estaba su dinero. El halcón aleteaba mucho, tratando de escapar, y tras un rato, al aflojarse momentáneamente la mano del hombre, voló con todo y el trapo y el dinero. "Fue el destino", dijo el hombre cada vez que contó la historia; ignorante de que, primero, no debe tenerse fe en los sueños; y segundo, de que la gente no debe recoger cosas que ve al lado del camino. Los cuadrúpedos generalmente no vuelan.

(Herbert Allen Giles)

Los Nuevos Hermanos Siameses


Era una mujer que tuvo dos hijos gemelos y unidos a lo largo de todo el costado.
- No podrán vivir - dijo un doctor
- No podrán vivir... - dijo otro, quedando desahuciados los nuevos hermanos siameses.

Sin embargo, un hombre con fantasía y suficiencia, que se enteró del caso, dijo:
- Podrán vivir . . . Pero es menester que no se amen, sino que, por el contrario, se odien, se detesten.
Y dedicándose a la tarea de curarlos, les enseñó la envidia, el odio, el rencor, los celos soplando al oído del uno y del otro las más calumniosas razones contra el uno y contra el otro, y así el corazón se fue repartiendo en dos corazones, y un día un sencillo tirón los desgajó y los hizo vivir muchos años separados.

(Oscar Wilde)

La Sentencia


Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.

Al despertarse, el emperador preguntó pro Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón, y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado, y se quedó dormido.

Un estruendo, conmovió la tierra. Poco después, irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron: Cayó del cielo.

Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó. Que raro, yo soñé que mataba a un dragón así.

Wu Ch'eng-en (c. 1505-c. 1580)

El Pescador y el Banquero

Un banquero de inversión americano estaba en el muelle de un pueblecito mexicano cuando llegó un botecito con un solo pescador. Dentro del bote había varios atunes amarillos de buen tamaño. El americano elogió al mexicano por la calidad del pescado y le preguntó:
- ¿Cuánto tiempo le costó pescarlos?
El mexicano respondió:
- Muy poco tiempo
El americano le volvió a preguntar:
- ¿Por qué no permaneces más tiempo y sacas más pescado?
El mexicano dijo que él tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia.
- Pero, ¿qué haces con el resto de tu tiempo? -añadió el americano.
- Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta, voy todas las noches al pueblo a tomar unos vinos y toco la guitarra con mis amigos -respondió el mexicano. El americano replicó:
- Soy un banquero de Nueva York y podría ayudarte. Te explico...Verás: deberías gastar más tiempo en la pesca, con los ingresos comprar un bote más grande, con los ingresos del bote más grande podrías comprar varios botes; eventualmente tendrías una flota de botes pesqueros. En vez de vender el pescado a un intermediario lo podrías hacer directamente a un procesador; eventualmente abrir tu propia procesadora. Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Deberías salir de este pueblo e irte a Ciudad de México; luego, a los Ángeles y, eventualmente, a Nueva York, donde manejarías tu empresa de expansión.
El pescador mexicano preguntó:
- Pero, ¿cuánto tiempo tarda todo eso?.
A lo cual respondió el americano:
- Entre 15 y 20 años.
- ¿Y luego qué?
El americano se rió y dijo que esa era la mejor parte: - Cuando llegue la hora deberías anunciar una Oferta Inicial de Acciones y vender las de tu empresa al público. Te volverás rico: ¡Tendrás millones!
- Millones...¿y luego qué?
El americano dijo:
- Luego te puedes retirar: te vas a un pueblecito en la costa donde puedas dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, echar una siesta, ir todas las noches al pueblo a tomar unos vinos y tocar la guitarra con tus amigos.
- Pero...qué cree que hago ahora".

El Cuento de las Cebollas



En un país oriental, donde ocurren tantas cosas bellas y se sueña despierto, había un huerto que hacía las delicias de vecinos y extraños.
Las cebollas son hortalizas muy apreciadas por el hombre a causa de las múltiples aplicaciones que tienen para hacer más agradable la vida. Ellas, sencillas y humildes, guardan el secreto en su corazón.

Las cebollas, acompañadas de otras hortalizas frondosas y frescas, crecían en el huerto donde los árboles frutales, con sus frutos limpios y coloreados abrían el apetito al más austero penitente. Las plantas que crecían espontáneamente tapizaban el huerto, al tiempo que conservaban su frescor. Los pájaros con sus trinos ponían la nota-clave para completar la armonía del huerto.
Inesperadamente empezaron a nacer cebollas especiales, cada una de un color, de un brillo y de unas irradiaciones propias.
Ante tan extraño cambio de las cebollas, los investigadores se interesaron por descubrir el secreto; y sus constantes trabajos dieron con él. Cada cebolla tenía en su corazón una piedra preciosa, causa de sus vistosos y radiantes colores.
No se aceptó esta coquetería de las cebollas. Se especuló con la inadecuación, la presunción, la vergüenza de salirse del común de las cebollas y hasta con diversos peligros.

Las espléndidas cebollas tuvieron que renunciar a su vistosa ornamentación.
Pasó por allí un sabio, sería un ecologista, que entendía muy bien el lenguaje de las cebollas y dialogó con ellas. A todas les hacía la misma pregunta.

- ¿Por qué ocultas bajo tantas capas lo más bello de tu ser?
- Me han obligado a este rigor. Empecé a echar una capa, no parecía suficiente, eché la segunda, todavía no estaba segura, eché la tercera, me
pareció eficaz el procedimiento y así fui superponiendo capas.

Algunas cebollas, las más tímidas, llegaron a cubrir su corazón hasta con diez capas. Casi habían perdido la memoria de su aspecto primitivo.
El ecologista se echó a llorar. La gente pensó que llorar ante una cebolla a quien descubrimos el corazón es de una sensibilidad laudable.
Así continuaremos los hombres, dejando caer las perlas de nuestros ojos ante las cebollas, cuando separemos sus protectoras capas.

La Rana y el Escorpión


Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo:

—Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda…

—¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.

—No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?

Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma:

—Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo.

Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo:

—Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río.

El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.



Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle:

—No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.

Y entonces, el escorpión la miró y le respondió:

—Lo siento ranita. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.

Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río

La Casita de Chocolate (contado por la bruja)


Érase una vez dos niños que se perdieron en el bosque y entonces encontraron mi casita de chocolate. Yo me llamo Maruja, soy alta y tengo una verruga en la nariz y unas ocho en la cara. ¡Y algunas con pelos que pinchan! No entiendo por qué la gente piensa que soy una bruja y no quieren darme besos. ¡Yo también tengo mis sentimientos! ¡Y a veces hasta lloro y me entran ganas de convertirlos en sapos a todos!. Vivo en una casa muy dulce. Cuando quiero merendar le doy un lametón a la pared. ¡Así nunca tengo que ir a comprar! Mi casa está en un claro del bosque “Pirulón”, rodeada de árboles que echan piruletas y chupachups. Cerca de mi casa pasa un río de batido de fresa con piedras de chocolate y peces de chocolate blanco. Allí siempre voy a tomar el postre. También tengo un pozo de zumo de naranja natural. Hay conejos de helado de vainilla (aunque en verano se derriten), pajaritos de palomitas de maíz y cuando llueve, caen caramelos. El sol es de sorbete de limón y si aprieta mucho en verano te cae para llenar una botellita. Un día estaba leyendo una revista de chocolates y de repente vi un agujero en una esquina de mi casa. Asomé la cabeza y vi a dos niños. Entonces pregunté:

- ¿Quiénes sois?

Entonces el niño respondió:

- Yo soy Hansel y ésta es mi hermana Gretel. Nos hemos perdido y tenemos mucha hambre. Entonces hemos encontrado esta casa y hemos empezado a comer.

Les dijé que entraran, que les daría una comida decentita. Primero no querían entrar pero al final los convencí. Una vez que entraron me giré rápidamente y encerré a Hansel en una jaula, ya sé que está un poco mal, pero es que yo como carne humana y en ese momento tenía tanta hambre... Cuando cerré la jaula me guardé la llave en el bolsillo y obligué a Gretel a que limpiará mi casa y que hiciera la colada. Los dos se resistieron mucho, pero al final no se salieron con la suya. Como Hansel estaba muy delgado todos los días le daba 50 kilos de comida. Pero el niño, que no era nada tonto un día que le dí un muslo de pollo, cogió el hueso y, como soy un poco miope, me lo enseñaba cada vez que le decía que me sacará el dedo para ver si había engordado. Y así lo hacía todos los días. Pero un día me harté y decidí comérmelo ese mismo día, aunque no estuviera nada gordo. Cuando estaba encendiendo el fuego, la niña me dio una patada en el culo y me metió en el horno, me quito las llaves del bolsillo y abrió la jaula, de forma que salió el niño. Se fueron corriendo y me dejaron ahí, metida en el horno achicharrándome el cutis. ¡Por lo menos se me cayeron algunas verrugas! Los niños llegaron a su casa y yo me quedé con quemaduras de tercer grado. Al final los niños se quedaron muy contentos y yo me tuve que quedar con mis quemaduras del tercer grado . Y colorín colorado este cuento embrujado se ha acabado.

(De la web: CEIP San Isidro Labrador)

La Casa Encantada



Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a empezar su conversación con el anciano.
Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a Litchfield, donde se realizaba una fiesta de fin de semana. De pronto tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el automóvil. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.
- Espéreme un momento -suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiendo alocadamente. Ya no se sintió sorprendida cuando el caminitó subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondió a su impaciente llamado.
Dígame -dijo ella-, ¿se vende esta casa?
- Sí -respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. ¡ Esta casa, hija mía, está frecuentada por un fantasma!
- Un fantasma -repitió la muchacha-. Santo Dios, ¿ y quién es?
- Usted -dijo el anciano, y cerró suavemente la puerta.

Anónimo.

La Piedra de hacer sopa


En un pequeño pueblo una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su puerta un extraño correctamente vestido que le pedía algo de comer.
Lo siento -dijo ella-, pero ahora mismo no tengo nada en casa.
No se preocupe, dijo amablemente el extraño, tengo una piedra de sopa en mi cartera. Si usted me permitiera echarla en una olla de agua hirviendo yo haría la más exquisita sopa del mundo. Consiga una olla muy grande por favor.
A la mujer le picó la curiosidad, puso la olla al fuego y fue a contar el secreto de la piedra a sus vecinas. Cuando el agua rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido allí para ver a aquel extraño y su piedra de sopa.
El extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una cuchara con verdadera delectación y exclamó: ¡Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas papas.
- ¡¡Yo tengo unas papas en mi cocina!!, gritó una mujer.
Y en pocos minutos estaba de regreso con una gran fuente de papas peladas que fueron derecho a la sopa. El extraño volvió a probar el brebaje:
¡Excelente! dijo y añadió pensativamente:
- Si tuviéramos un poco de carne, haríamos un cocido más apetitoso.
Otra ama de casa salió zumbando y regreso con un pedazo de carne que el extraño tras aceptarlo cortésmente introdujo en el puchero.
Cuando volvió a probar el caldo, puso los ojos en blanco y dijo:
- ¡Ah , qué sabroso! Si tuviéramos unas cuantas verduras, sería perfecto, absolutamente perfecto...
Una de las vecinas fue corriendo hasta su casa y volvió con una cesta llena de cebollas y zanahorias; después de introducir las verduras en el puchero, el extraño probó nuevamente la sopa y con tono autoritario dijo: - la sal.
Aquí la tiene, le dijo la dueña de casa. A continuación dio otra orden: ¡¡Platos para todo el mundo!!.
La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos.
Algunos regresaron trayendo incluso pan y frutas.
Luego se sentaron todos a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa.
Todos se sentían extrañamente felices mientras reían, charlaban y compartían por primera vez su comida. En medio del alborozo, el extraño se escabulló silenciosamente, dejando tras de si la milagrosa piedra de sopa, que ellos podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo...

El Amor y el Tiempo



Hubo un tiempo en el que en una isla muy pequeña, confundida con el paraíso, habitaban los sentimientos como habitamos hoy en la tierra.
En esta isla vivían en armonía el Amor, la tristeza, y todos los otros sentimientos. Un día en uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el amor se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.
Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran.
Todos corrieron y tomaron sus barcos y corrieron, y subieron a una montaña bien alta, donde podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen peligro.
Solo el amor no se apresuró, el amor nunca se apresura. El quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se estaba casi ahogando el amor se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó auxilio.
La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que todo el oro y la plata que cargaba temía que su barco se hundiera. Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, una vez que el amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros, ella, la Vanidad no soportaba la suciedad. Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie. Pasó también la Alegría, pero tan alegre estaba que no oyó la suplica del amor.
Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a menguar. Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El viejito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos. Recuperándose el amor le preguntó a la Sabiduría quien era el viejito que lo ayudo.... a lo que esta respondió ..... "El Tiempo"..... el Amor cuestionó : ..."¿Por qué solo el Tiempo pudo traerme aquí?".... La Sabiduría entonces respondió: "Por que sólo el Tiempo tiene la capacidad de ayudar al Amor a llegar a los lugares más difíciles"....

viernes, 28 de noviembre de 2008

El Enano y el Gigante

Cuentan de un gigante que se disponía a atravesar un río profundo y se encontró en la orilla con un pigmeo que no sabía nadar y no podía atravesar el río por su profundidad. El gigante lo cargó sobre sus hombros y se metió en el agua.
Hacia la mitad de la travesía, el pigmeo, que sobresalía casi medio metro por encima de la cabeza del gigante, alcanzó a ver, sigilosamente apostados tras la vegetación de la otra orilla, a los indios de una tribu que esperaban con sus arcos a que se acercase el gigante.
El pigmeo avisó al gigante, Este se detuvo, dio media vuelta y comenzó a deshacer la travesía. En aquel momento, una flecha disparada desde la otra orilla se hundió en el agua cerca del gigante, pero sin haber podido ya llegar hasta él. Así ocurrió con otras sucesivas flechas, mientras ambos - gigante y pigmeo - ganaban la orilla de salida sanos y salvos.
El gigante dio las gracias al pigmeo, pero éste le replicó: - "Si no me hubiese apoyado en ti, no habría podido ver más lejos que tú".

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Águila Dorada


Hubo en épocas antiguas , un guerrero que encontró un huevo de águila en la cima de una montaña y lo trajo para ponerlos junto a los huevos que iban a ser empollados por una gallina.

Cuando el momento llegó , los pollitos salieron del cascarón y la pequeña águila también . Después de un tiempo aprendió a cacarear como las gallinas , a escarbar la tierra , a buscar lombrises , limitándose a subir a las ramas más bajas de los árboles , exactamente como todas las gallinas.

Y su vida transcurrió en la convicción de que era una gallina . Un día , ya vieja , el águila terminó mirando el cielo y tuvo una visión magnífica ; allá en el cielo azul claro , un pájaro majestuoso volaba y planeaba de manera increible como si no necesitase hacer el mínimo esfuerzo .

El águila vieja quedó impresionada , se volvió hacia la gallina más próxima y dijo : " ¿ Que pájaro es aquel ? ", la gallina miró para arriba y contestó : "Ah , es el águila dorada , reina de los cielos ; pero no pienses en ella , tu y yo somos de aquí abajo " - y el águila no miró nunca más hacia y arriba y murió con la convicción de que era una gallina.

martes, 25 de noviembre de 2008

La Edad de un Chino


(Tomado de Crónicas del Reino del Dragón Eterno, siglo XIII )

Lu Dse Yan enamoraba a la hija de un funcionario de estado; pero la muchacha tenía quince años menos que él.
Lu Dse Yan no era viejo precisamente: contaba 30 años, y era un joven erudito autor de un tratado sobre cómo evitar las inundaciones en los campos.
-Lo que pretendes es imposible -le dijo un día Lin Po, la hija del funcionario-; yo tengo 15 años, y tú, 30. Demasiadas primaveras nos separan.
-Realmente no es mucha la diferencia -contestó Lu Dse Yan-; cuando tú tengas veinticinco años, yo tendré cuarenta, y la gente no podrá menos que alabar la buena pareja que formaremos.
-Cuando tú tengas 45 -respondió la muchacha-, yo tendré apenas 30, y la gente no podrá menos que decir: "Mirad que pareja: ella joven, el viejo."
-Cuando tú tengas 45-afirmó el joven erudito-, yo 60, y para entonces no habrá quien sospeche de la diferencia de nuestras edades.
-Cuando tengas tú 65-dijo de nuevo ella-, yo tendré 50, y deberé de ayudarte a caminar.
-Cuando seas tú la que tenga 60, celebraré yo mis tres cuartos de siglo llevándote al Templo de Confucio en Ch'u-fu.
-Si llego yo a esa avanzada edad-contestó ella-tú tendrás ya 90 años y deberé alimentarte como a un niño.
-De cumplir tú los 85, seré yo quien te ilumine con Tao.
-Para entonces -replicó la dama- estarás en los cien años, y pasarás el tiempo tendido al sol, sin ánimos para nada.
-Entonces -terminó Lu Dse Yan- la gente habrá dejado de pensar en la diferencia de edades, y sólo exclamará: "Mirad a ese viejo erudito y
a su vieja mujer: Ambos se cuidan y se aman, como si fueran novios."
Y entonces el Nieto del Cielo y la Doncella Tejedora, al juntarse
el séptimo día de la séptima luna en la Vía Láctea, harán que podamos quedar como marido y mujer de encarnación en encarnación.

(Álvaro Menén Desleal)

Sueños



. . . ¿ quién sabe si esta otra mitad de la vida en que creemos estar despiertos, no es sino un sueño un poco diferente del primero, del que despertamos cuando creemos dormir?

(Pascal)

El Enigma


El gran mago planteó esta cuestión:
- ¿ Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonada y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?
Le tocaba hablar a Itobad. Contestó que un hombre como él no entendía nada de enigmas y que era suficiente con haber vencido a golpe de lanza. Unos dijeron que la solución del enigma era la fortuna, otros la tierra, otros la luz. Zadig consideró que era el tiempo.
- Nada es más largo, agregó, ya que es la medida de la eternidad; nada es más breve, ya que nunca alcanza para dar fin a nuestros proyectos; nada es más lento para el que espera; nada es más rápido para el que goza. Se extiende hasta lo infinito, y hasta lo infinito se subdivide; todos los hombres le descuidan y lamentan su pérdida; nada se hace sin él; hace olvidar todo lo que es indigno de la posteridad, e inmortaliza las grandes cosas.

(Voltaire)

lunes, 24 de noviembre de 2008

Un Cuento con Corazón


Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más excelso de la comarca. Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él rasguños. Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto.
Al verse admirado el joven se sintió más orgulloso aún y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de ese vasto lugar.
De pronto un anciano se acercó y dijo:
- ¿Por qué dices eso si tu corazón no es ni tan aproximado hermoso como el mío?
Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos que habían sido reemplazados por otros que no ecajaban perfectamente en el lugar pues se veían bordes y aristas irregulares en derredor. Es más, había lugares con huecos donde faltaban trozos profundos.
La mirada de la gente se sobrecogió: "¿cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?", pensaron... El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado desgarbado se echó a reir:
- Debes estar bromeando - dijo - Compara tu corazón con el mío. El mío es perfecto, en cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.
- Es cierto - dijo el anciano - Tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... cada cicatriz que tengo, representa a una persona a la cual entregué todo mi corazón. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un pedazo del suyo que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido. Hubo oportunidades en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí quedaron los huecos. Pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza de que algún día tal vez regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón. ¿comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso? - concluyó el anciano.
El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas. Acercándose al anciano, arrancó un pedazo de su hermoso y joven corazón y se lo entregó. El viejo lo tomó y colocó en el suyo. Hizo lo mismo con su corazón maltrecho y se lo entregó. Con la pieza del corazón del joven tapó el hueco que había dejado y se amoldó pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos, se notaban los bordes. El joven miró su corazón que ya no era perfecto pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.
- Desde aquí puedo ver lo hermoso que es tu corazón - le dijo.

domingo, 23 de noviembre de 2008

La Ventana



Dos hombres, los dos gravemente enfermos, ocupaban la misma habitación de hospital. Uno de los dos podía sentarse en su cama durante una hora cada mediodía para de evacuar los flúidos de sus pulmones. Su cama estaba al lado de la única ventana de la habitación. El otro hombre debía pasar sus días tumbado, sin poderse levantar en ningún momento.
Los dos hablaban durante horas. Hablaban de sus esposas, de su familia, de su casa, de su empleo, de su estancia en el servicio militar y de dónde habían pasado sus vacaciones.
Además, cada mediodía, cuando el hombre que estaba cerca de la ventana podía sentarse, pasaba este tiempo, describiendo a su compañero de habitación todo lo que podía ver fuera a través de la ventana. El hombre de la otra cama sentía que volvía a vivir gracias a estos períodos de una hora en los que su mundo era ampliado y animado por todas las actividades y colores del mundo exterior.
Desde la habitación, la vista daba a un parque con un hermoso lago. Los patos y los cisnes jugaban en el agua, mientras los niños hacían navegar sus barcos en miniatura. Los jóvenes enamorados paseaban enlazados entre las flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles decoraban el paisaje y una hermosa vista de la ciudad se podía percibir en el horizonte.
Mientras que el hombre que estaba cerca de la ventana describía todo esto con detalles exquisitos, el hombre del otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la escena pintoresca gracias a la descripción llena de palabras poéticas y precisas de su compañero.Una mañana, la enfermera de día llegó para traer el agua de los lavabos y descubrió el cuerpo sin vida del hombre que estaba cerca de la ventana - se había apagado apaciblemente durante su sueño.
Entristecida, pidió ayuda para llevarse el cuerpo. El otro hombre, en cuando sintió que era el momento preciso, pidió si él podía ser desplazado al lado de la ventana. La enfermera se alegró de poder complacerle y, después de asegurarse de que estaba confortablemente instalado, le dejó solo. Lentamente, se alzó como pudo sobre un codo para echar un primer vistazo. Al fin tendría la alegría de ver por sí mismo todo lo que su compañero había sabido describirle tan bien...
Sin embargo, ¡todo lo que sus ojos vieron fue un simple muro! - ¿Por qué su compañero muerto le había descrito tantas maravillas si en realidad no había nada?, le preguntó a la enfermera- Puede que simplemente quisiera darle ánimos, ya que él era ciego.

El Árbol de los Problemas



El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Las cosas no le salieron muy bien, su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y su antiguo camión se negaba a arrancar.
Ofrecí llevarlo a su casa y mientras íbamos en camino permaneció en silencio. Una vez que llegamos me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación: su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente, me acompañó hasta el auto. Cuando pasamos cerca del árbol sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que le había visto hacer un rato antes. Él me contesto: ese es mi Árbol de problemas. Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.
-Lo divertido es-, dijo sonriendo,... que cuando salgo en la mañana a recogerlos, ni remotamente hay tantos como recuerdo haber dejado la noche anterior.

La Aurora


Un rabino reunió a sus alumnos y preguntó:
-¿Cómo podemos saber el momento exacto en que termina la noche y comienza el día?
-Cuando, de lejos, somos capaces de distinguir una oveja de un cachorro -dijo un niño.
El rabino no quedó satisfecho con la respuesta.
-La verdad -dijo otro alumno -sabemos que ya es de día cuando podemos distinguir, a la distancia, un olivo de una higuera.
-No es una buena definición.
-¿Cuál es la respuesta, entonces? -preguntaron los pequeños.
Y el rabino dijo:
-Cuando un extraño se aproxima, y nosotros lo confundimos con nuestro hermano, ése es el momento cuando la noche acaba y comienza el día.

(Cuento popular judío)

Pregunta de Examen



Durante mi segundo año de universidad nuestro profesor nos puso un examen. Yo era un estudiante responsable y había contestado seguro y rápido todas las preguntas hasta que leí la última:


"¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?"

Seguramente que esto era algún tipo de chiste. Había visto a la mujer de la limpieza varias veces. Era alta, de pelo oscuro y en sus 50, pero ¿Por qué yo debería saber su nombre?


Le entregué el papel dejando en blanco la última pregunta. Justo antes de que se terminara la clase, un estudiante preguntó si la última pregunta contaría para la nota del examen.


"Absolutamente," dijo el profesor. "En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son significativas. Ellas se merecen su atención y cuidado aún si todo lo que ustedes hacen es sonreír y decir "hola."

Nunca he olvidado esa lección. También aprendí que su nombre era Dorothy.

La Mujer Sorda


Un tipo llama por telefono al médico de cabecera de la familia:
— Ricardo, soy yo: Julián.
— Ah, ¿qué dices, Julián?
— Mira, te llamo preocupado por María.
— Pero, ¿qué pasa?
— Se está quedando sorda.
— ¿Cómo que se está quedando sorda?
— Y si, amigo, necesito que la vengas a ver.
— Bueno, la sordera en general no es una cosa repentina ni aguda, así que el lunes que venga al consultorio y la reviso.
— Pero, ¿te parece esperar hasta el lunes?
— ¿Cómo te diste cuenta de que no oye?
— Ah... porque la llamo y no contesta.
— Mira, puede tener un tapón en la oreja. A ver, hagamos una cosa: vamos a detectar el nivel de la sordera de María: ¿dónde estás tú?
— En el dormitorio.
— Y ella ¿dónde está?
— En la cocina.
— Bueno, llámala desde ahí.
— MARIAAA... No, no oye.
— Bueno, acércate a la puerta del dormitorio y grítale por el pasillo.
— MARIIIAAA... No, amigo mío, no contesta.
— Espera, no te desesperes. Coge el teléfono inalámbrico y acércate por el pasillo llamándola para ver cuándo te oye.
— MARIAA, MARIIAAA, MARIIIAAAA... No hay caso, Estoy parado en la puerta de la cocina y la veo, está de espaldas lavando los platos, pero no me oye. MARIIIAAA... No hay caso.
— Acércate más.El tipo entra en la cocina, se acerca a María, le pone una mano en el hombro y le grita en la oreja: MARIIIAAAA!
La esposa furiosa se da vuelta y le dice:
— ¿Qué quieres? ¡¿QUE QUIERES, QUE QUIEREEEES?!, ya me llamaste como diez veces y diez veces te contesté ¿QUÉ QUIERES?... Tú cada día estás más sordo, no sé por qué no consultas al médico de una vez...

(Jorge Bucay)

El último trato

Esta mañana iba yo por la pedregosa carretera, cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.

"¡Me vendo!", grité.
El Rey me cogió de la mano y me dijo:
"Soy poderoso, puedo comprarte."

Pero de nada le valió su poderío y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento, y me dijo:

"Soy rico, puedo comprarte."

Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:

"Te compro con mi sonrisa."

Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:

"Puedo comprarte con nada."

Desde que hice este trato jugando, soy libre.

(Rabindranath Tagore)

viernes, 21 de noviembre de 2008

La Caja de Besos

La historia cuenta que, hace mucho tiempo, un hombre regañó a su hija pequeña de 5 años por desperdiciar todo un rollo de papel de regalo para envolver una caja.

La niña, a pesar de la regañina, dejó la caja envuelta bajo el árbol de Navidad y a la mañana siguiente, cuando todos estaban abriendo los regalos, se la entregó a su padre diciéndole: "Esto es para ti, papi".

Él, sintió vergüenza de la reacción del día anterior y emocionado, abrió el regalo. Pero al ver que en el interior de la caja no había nada, le dijo en tono molesto a su hija: "Señorita, cuando se hace un regalo siempre tiene que haber algo dentro".

La pequeña, medio llorando le dijo: "Pero papi, no está vacía, la llené de besos para ti".

El padre, conmovido, abrazó a su hija y le pidió perdón.

Con el tiempo, la niña creció y se fue a vivir muy lejos. Su padre, cada vez que la echaba de menos, metía su mano en la caja y sacaba un beso imaginario. Así se llenaba de todo el amor que le regaló su hija.

jueves, 20 de noviembre de 2008

El Hilo Mágico





Erase un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber recibido una buena regañina por su pereza, suspiro tristemente, diciendo:
¡Ay! ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que me apetezca?
Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que salió una débil voz:
Trátame con cuidado, príncipe.
Este hilo representa la sucesión de tus días. Conforme vayan pasando, el hilo se ira soltando. No ignoro que deseas crecer pronto... Pues bien, te concedo el don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado no podrás ovillarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven.
El príncipe, para cersiorarse, tiro con ímpetu del hilo y se encontró convertido en un apuesto príncipe. Tiro un poco mas y se vio llevando la corona de su padre. ¡Era rey! Con un nuevo tironcito, inquirió:
Dime bobina ¿Cómo serán mi esposa y mis hijos?
En el mismo instante, una bellísima joven, y cuatro niños rubios surgieron a su lado. Sin pararse a pensar, su curiosidad se iba apoderando de él y siguió soltando mas hilo para saber como serian sus hijos de mayores.
De pronto se miro al espejo y vio la imagen de un anciano decrépito, de escasos cabellos nevados. Se asusto de sí mismo y del poco hilo que quedaba en la bobina. ¡Los instantes de su vida estaban contados! Desesperadamente, intento enrollar el hilo en el carrete, pero sin lograrlo. Entonces la débil vocecilla que ya conocía, hablo así:
Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes que los días perdidos no pueden recuperarse. Has sido un perezoso al pretender pasar por la vida sin molestarte en hacer el trabajo de todos los días. Sufre, pues tu castigo.
El rey, tras un grito de pánico, cayó muerto: había consumido la existencia sin hacer nada de provecho.

El Cedro Vanidoso



Erase una vez un cedro satisfecho de su hermosura.
Plantado en mitad del jardin, superaba en altura a todos los demas arboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que parecia un gigantesco candelabro.
Si con lo hermoso que soy diera ademas fruto, se dijo, ningun arbol del mundo podria compararse conmigo.
Y decidio observar a los otros arboles y hacer lo mismo con ellos. Por fin, en lo alto de su erguida copa, apunto un bellisimo fruto.
Tendré que alimentarlo bien para que crezca mucho, se dijo.
Tanto y tanto creció aquel fruto, que se hizo demasiado grande. La copa del cedro, no pudiendo sostenerlo, se fue doblando; y cuando el fruto maduro, la copa, que era el orgullo y la gloria del arbol, empezo a tambalearse hasta que se troncho pesadamente.

La Flor Humilde



Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas las flores.
Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó repetidamente con voz temblorosa:
-iNo me olvides! ¡No me olvides!
Como su voz era tan fina, Dios no la oia. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella vocecilla y se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor la consoló así:
-No tengo nombre para ti, pero te llamarás "Nomeolvides". Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolarás a los vivos y acompañaras a los muertos.
Así nació el "nomeolvides" o miosota, pequeña florecilla de color azul y rojo.

El Muñeco de Nieve


Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recien formada.La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla. Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener-se dijo-.

Le salió un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba...Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los rayos de sol más cálidos... El muñeco se fundió sin dejar más rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloró con desconsuelo.

Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente:


-Seca tus lágrimas, niña, por que acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.

martes, 18 de noviembre de 2008

El Papel y la Tinta


Estaba una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella, cuando una pluma, bañada en negrisima tinta, la manchó llenándola de palabras.
¿No podrias haberme ahorrado esta humillación? Dijo enojada la hoja de papel a la tinta. Tu negro infernal me ha arruinado para siempre.
No te he ensuciado. Repuso la tinta. Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel, sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo precioso.
En efecto, ordenando el despacho, alguien vio aquellas hojas esparcidas y las juntó para arrojarlas al fuego. Pero reparó en la hoja "sucia" de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó las demas al fuego.

El Avariento


Cierto hombre avaro vendió cuanto poseía y convirtió su precio en oro. Oro que enterró en un lugar oculto; y teniendo todo su ánimo y su pensamiento puesto puesto en el tesoro, iba diariamente a visitarlo. Esto fue observado por otro hombre que, acudiendo a aquel sitio, desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el avaro vino, según costumbre, a visitar su tesoro, vió desenvuelta la tierra, y cayó en la cuenta de que le habían robado. Y así, se puso a llorar y a arrancarse los cabellos. Uno que pasaba viendo lo que hacía aquel hombre, se acercó a él, y después de informarse de la causa de su dolor, le dijo:
- ¿Por qué te entristeces tanto por haber perdido un oro que tenías como si no lo poseyeras? Toma una piedra y entiérrala, figurándote que es oro, ella te servirá como te servía ese oro del que nunca hacías uso.

(Esopo)

Afrodita y la gata


Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.

Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba. Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.

(Esopo)

domingo, 16 de noviembre de 2008

El Sabio y el Rey

Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.

-¡Qué desgracia mi Señor! - exclamó el Sabio - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad.

-¡Qué insolencia! - gritó el Rey enfurecido - ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.

Más tarde ordenó que le trajesen otros Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo:

-¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.

Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.

Cuando el Sabio salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:

-¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que la del primer Sabio. No entiendo porque al primero le castiga con cien latigazos y a ti te premia con cien monedas de oro.

-Recuerda bien amigo mío - respondió el Sabio - que todo depende en la forma en el decir...uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Las Tres Gotas de Agua


El Alba pasó una mañana cerca de una camelia y oyó pronunciar su nombre por tres gotas cristalinas.
Se aproximo; luego posándose en el corazón de la flor, preguntó cariñosa:
¿Qué desean de mí, gotas brillantes?
¿Que vengas a decidir una cuestión, dijo la primera. Somos tres gotas diferentes reunidas en diversos puntos. Queremos que digas cuál de nosotras vale más y cual es la más pura.
Acepto; habla tú, gota brillante. Y la primera gota trémula habló así:
Yo vengo de las altas nubes; soy hija de los grandes mares; nací en el ancho océano. Después de andar por mil borrascas, una nube me absorbió. Fui a las alturas, donde brillan las estrellas, y de allá, rodando entre rayos, caí en la flor en la que descanso ahora. Yo represento al océano.
Habla tú, gota brillante, dijo el Alba a la segunda.
Yo soy el rocío que tiembla sobre los lirios; soy hermana de la Luna; soy hermana de las tinieblas que se forman en cuanto llega la noche. Yo represento al amanecer del día.
¿Y tú? Preguntó el Alba a la más pequeña.
Yo nada valgo.
Habla:
¿de donde vienes?
De los ojos de una madre. Soy gotitas de lágrimas.
Esta es la de más valor, es la más pura.
Pero yo fui océano.
¡Yo atmósfera!
Sí, trémulas gotas; mas esta fue corazón.
Y el Alba desapareció por la región azul, llevando a la gota humilde.

viernes, 7 de noviembre de 2008

El Ángel de la Muerte y el Rey de Israel


Se cuenta de un rey de Israel que fue un tirano. Cierto día, mientras estaba sentado en el. Trono de su reino, vio que entraba un hombre por la puerta de palacio; tenía la pinta de un pordiosero y un semblante aterrador. Indignado por su aparición, asustado por el aspecto, el Rey se puso en pie de un salto y preguntó:
-¿Quién eres? ¿Quién te ha permitido entrar? ¿Quién te ha mandado venir a mi casa?

-Me lo ha mandado el Dueño de la casa. A mí no me anuncian los chambelanes ni necesito permiso para presentarme ante reyes ni me asusta la autoridad de los sultanes ni sus numerosos soldados. Yo soy aquel que no respeta a los tiranos. Nadie puede escapar a mi abrazo; soy el destructor de las dulzuras, el separador de los amigos.

El rey cayó por el suelo al oír estas palabras y un estremecimiento recorrió todo su cuerpo, quedándose sin sentido. Al volver en sí, dijo:

-¡Tú eres el Ángel de la Muerte!

-Sí.

-¡Te ruego, por Dios, que me concedas el aplazamiento de un día tan sólo para que pueda pedir perdón por mis culpas, buscar la absolución de mi Señor y devolver a sus legítimos dueños las riquezas que encierra mi tesoro; así no tendré que pasar las angustias del juicio ni el dolor del castigo!

-¡Ay! ¡Ay! No tienes medio de hacerlo. ¿Cómo te he de conceder un día si los días de tu vida están contados, si tus respiros están inventariados, si tu plazo de vida está predeterminado y registrado?

-¡Concédeme una hora!

-La hora también está en la cuenta. Ha transcurrido mientras tú te mantenías en la ignorancia y no te dabas cuenta. Has terminado ya con tus respiros: sólo te queda uno.

-¿Quién estará conmigo mientras sea llevado a la tumba?

-Únicamente tus obras.

-¡No tengo buenas obras!

-Pues entonces, no cabe duda de que tu morada estará en el fuego, de que en el porvenir te espera la cólera del Todopoderoso.

A continuación le arrebató el alma y el rey se cayó del trono al suelo.

Los clamores de sus súbditos se dejaron oír; se elevaron voces, gritos y llantos; si hubieran sabido lo que le preparaba la ira de su Señor, los lamentos y sollozos aún hubiesen sido mayores y más y más fuertes los llantos.

Un hecho prodigioso


Se cuenta de un hombre de Bagdag que vivía en completo desahogo y tenía grandes riquezas. Pero éstas se le agotaron, su situación cambió y se quedó sin nada consiguiendo comer sólo a costa de grandes esfuerzos. Cierta noche mientras dormía cohibido y amedrentado vio en sueños a una persona que le decía: "¡Tu fortuna se encuentra en el Cairo! !Ve, corre a buscarla!."

Emprendió el viaje al Cairo, llegó al atardecer y fue a dormir en una mezquita. Cerca de la mezquita había una casa y Dios (¡ensalzado sea!) dispuso que una partida de ladrones entrase en la mezquita para asaltar la casa. Los habitantes de esta se despertaron al oir el movimiento de los ladrones y empezaron a chillar. El Valí de la ciudad y sus hombres acudiron a auxiliarles. Los ladrones huyeron. El Valí entró a lamezquita y encontró dormido al bagdalí. Le detuvo y le hizo azotar golpes muy dolorosos hasta que estuvo apunto de morir. Le encarceló y estuvo tres días en prisión. Después le hizo comparecer y la preguntó: "¿De qué pais eres?" "De Bagdag" "¿Y qué motivos te han traido a El Cairo?" "He visto en sueños a una persona que me decía: <>. Al llegar a El Cairo me he dado cuenta de que la fortuna prometida eran los azotes que me has mandado dar". El Valí se rió de buena gana dejando al descubierto sus molares. Le dijo: "Hombre de poco entendimiento, yo he visto en sueño tres veces a una persona que me decía: <>. Yo, a pesar de ésto, no me he movido y tú, tonto, has emprendido el viaje de una ciudad a otra por una visión que has tenido en el curso de una pesadilla. Le dió a continuación unos dirhemes y le dijo: "Utilizalos para regresar a tu cuidad".

Sahrazad se dió cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso. Cuando llegó la noche trecientas cincuenta y dos refirió:

Me he enterado, ¡oh rey felíz! de que tomó los dirhemes y regresó a Bagdag, pues la casa que el Valí le había descrito era la suya propia. Al llegar al domicilio cavó debajo del surtidor y encontró una gran riqueza. De este modo Dios le dio un gran tesoro. Este es un caso prodigioso.

(De "Las Mil y una Noches". Noche 351)

El Loco


En el jardín de un hospicio conocí a un joven de rostro pálido y hermoso, allí internado.

Y sentándome junto a él sobre el banco, le pregunté:

-¿Por qué estás aquí?

Me miró asombrado y respondió:

-Es una pregunta inadecuada; sin embargo, contestaré. Mi padre quiso hacer de mí una reproducción de sí mismo; también mi tío. Mi madre deseaba que fuera la imagen de su ilustre padre. Mi hermana mostraba a su esposo navegante como el ejemplo perfecto a seguir. Mi hermano pensaba que debía ser como él, un excelente atleta. Y mis profesores, como el doctor de filosofía, el de música y el de lógica, ellos también fueron terminantes, y cada uno quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros en un espejo. Por eso vine a este lugar. Lo encontré más sano. Al menos puedo ser yo mismo.

Enseguida se volvió hacia mí y dijo:

-Pero dime, ¿te condujeron a este lugar la educación y el buen consejo?

-No, soy un visitante -respondí.

-Oh -añadió el- tú eres uno de los que vive en el hospicio del otro lado de la pared.

(Gibrán Jalil Gibrán)

jueves, 6 de noviembre de 2008

El Ciervo Escondido


Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:
-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.

-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.

-Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño -contestó el marido- ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?

Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:

-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.

El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:

-¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?

(Cuento popular de China)

El Zorro y el Tigre


Un tigre apresó a un zorro.
-A mí no me puedes comer -dijo el zorro-. El Emperador del Cielo me designó rey de todos los animales. Si me comes, el Emperador te castigará por desobedecer sus órdenes. Y si no me crees, ven conmigo. Verás cómo todos los animales huyen apenas me ven y nadie se acerca.
El tigre accedió a acompañarlo y apenas los otros animales los veían llegar, escapaban. El tigre creyó que temían al zorro y no se daba cuenta que escapaban por él.

(Cuento porpular de China)

El Espejo de la Campesina


Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.
Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.
Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.
La mujer le dio el espejo y le dijo:
-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
-No tienes de qué preocuparte, es una vieja.
(Cuento popular de China)

Un Ermitaño en la Corte

En la corte real tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo se había dispuesto de tal manera que cada persona se sentaba a la mesa de acuerdo con su rango. Todavía no había llegado el monarca al banquete, cuando apareció un ermitaño muy pobremente vestido y al que todos tomaron por un pordiosero.
Sin vacilar un instante, el ermitaño se sentó en el lugar de mayor importancia. Este insólito comportamiento indignó al primer ministro, quien ásperamente le preguntó:

-¿Acaso eres un visir?

-Mi rango es superior al de visir -repuso el ermitaño.

-¿Acaso eres un primer ministro?

-Mi rango es superior al de primer ministro.

Enfurecido, el primer ministro inquirió:

-¿Acaso eres el mismo rey?

-Mi rango es superior al del rey.

-¿Acaso eres Dios? -preguntó mordazmente el primer ministro.

-Mi rango es superior al de Dios.

Fuera de sí, el primer ministro vociferó:

-¡Nada es superior a Dios!

Y el ermitaño dijo con mucha calma.

-Ahora sabes mi identidad. Esa nada soy yo.

(Cuento popular de India)

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Un preso singular


Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:
-Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
-¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?

(Cuento popular de la India)

El Pobre y el Rey de Oro


Un día un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando un rey sonriente y radiante. El pobre se dijo de inmediato:
"Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mí. Me cubrirá de migajas de su riqueza y viviré tranquilo."
En efecto, el rey, como si hubiese venido a ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado. El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte. Entonces el rey extendió su mano hacia el pobre hombre y dijo:
-¿Qué tienes para darme?
El pobre, muy desilusionado y sorprendido, no supo qué decir.
"¿Es un juego lo que el rey me propone? ¿Se burla de mí? ¿Es un nuevo pesar?" -se dijo.
Entonces, al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió su mano en la alforja, que contenía unos puñados de arroz. Cogió un grano de arroz y se lo dio al rey, que le dio las gracias y se fue enseguida, llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos.
Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un grano de oro.
Se puso a llorar diciendo:
-¿Por qué no le habré dado todo mi arroz!
(Cuento popular de la India)

Las Pescadoras

Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.
Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.
Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.
Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: “!Qué peste! No hay quién soporte este olor. Así no hay quién pueda dormir”. Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:
-No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo. Cojan las canastas de pescado y utilícenlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.
Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.

(Cuento popular de la India)

El Barquero Inculto


Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
-Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
-No, señor -repuso el barquero.
-Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
-Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
-No, señor, no sé nada de plantas.
-Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.
El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:
-Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas. ¿Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
-No, señor, nada sé al respecto. No sé nada de estas aguas ni de otras.
-¡Oh, amigo! -exclamó el joven-. De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:
-Señor, ¿sabes nadar?
-No -repuso el joven.
-Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.

(Cuento popular de la India)



Lealtad


Un insurrecto había sido condenado a morir en la horca. El hombre tenía a su madre viviendo en una lejana localidad y no quería dejar de despedirse de ella por este motivo. Hizo al rey la petición de que le permitiese partir unos días para visitar a su madre. El monarca sólo puso una condición, que un rehén ocupase su lugar mientras permanecía ausente y que, en el supuesto de que no regresase, fuera ejecutado por él. El insurrecto recurrió a su mejor amigo y le pidió que ocupase su puesto. El rey dio un plazo de siete días para que el rehén fuera ejecutado si en ese tiempo no regresaba el condenado.
Pasaron los días. El sexto día se levantó el patíbulo y se anunció la ejecución del rehén para la mañana del día siguiente. El rey preguntó por su estado de ánimo a los carceleros, y éstos respondieron:
--¡Oh, majestad! Está verdaderamente tranquilo. Ni por un momento ha dudado de que su amigo volverá.
El rey sonrió con escepticismo.
Llegó la noche del sexto día. La tranquilidad y la confianza del rehén resultaban asombrosas. De madrugada, el monarca indagó sobre el rehén y el jefe de la prisión dijo:
--Ha cenado opíparamente, ha cantado y está extraordinariamente sereno.
No duda de que su amigo volverá.
—¡Pobre infeliz! -exclamó el monarca.
Llegó la hora prevista para la ejecución. Había comenzado a amanecer.
El rehén fue conducido hasta el patíbulo. Estaba relajado y sonriente.
El monarca se extrañó al comprobar la firmeza anímica del rehén. El verdugo le colocó la cuerda al cuello, pero él seguía sonriente y sereno. Justo cuando el rey iba a dar la orden para la ejecución, se escucharon los cascos de un caballo. El insurrecto había regresado justo a tiempo. El rey, emocionado, concedió la libertad a ambos hombres.
(Cuento popular de la India)

El Desencanto

Se trataba de un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el mar.
Vivía en un pueblo del interior de la India. Una idea se había instalado con fijeza en su mente: “No podía morir sin ver el mar”. Para ahorrar algún dinero y poder viajar hasta la costa, tomó otro trabajo además del suyo habitual. Ahorraba todo aquello que podía y suspiraba porque llegase el día de poder estar ante el mar.
Fueron años difíciles. Por fin, ahorró lo suficiente para hacer el viaje. Tomó un tren que le llevó hasta las cercanías del mar. Se sentía entusiasmado y gozoso. Llegó hasta la playa y observó el maravilloso espectáculo. ¡Qué olas tan mansas! ¡Qué espuma tan hermosa! ¡Qué agua tan bella! Se acercó hasta el agua, cogió una poca con la mano y se la llevó a los labios para degustarla. Entonces, muy desencantado y abatido, pensó: “!Qué pena que pueda saber tan mal con lo hermosa que es!”

(Cuento popular de la India)

Pureza de Corazón


Se trataba de dos ermitaños que vivían en un islote cada uno de ellos. El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran reputación, en tanto que el anciano era un desconocido. Un día, el anciano tomó una barca y se desplazó hasta el islote del afamado ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias para la repetición del mismo. Agradecido, el anciano volvió a tomar la barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de búsqueda se sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente. El anciano se sentía muy feliz con el mantra.
Era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, quería hacer alguna práctica metódica.
Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regresó. Estaba compungido, y dijo:
--Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?
El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra.
Lleno de orgullo, se dijo interiormente: “Poco podrá este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra”. Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partía hacia su islote caminando sobre las aguas.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Amor sin ataduras


Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del consejero de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.––Nos amamos... ––empezó el joven. ––Y nos vamos a casar.... ––dijo ella. ––Y nos queremos tanto que tenemos miedo, queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte. ––Por favor ––repitieron–– . ¿Hay algo que podamos hacer?
El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes esperando su palabra. ––Hay algo ––dijo el viejo–– pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada. Nube Azul ––dijo el brujo––, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos. Deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte; si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena. ¿Comprendiste?
––Y tú, Toro Bravo ––siguió el brujo––, deberás escalar la montaña del trueno. Cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul. ¡Salgan ahora!
Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur.
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas, eran verdaderamente hermosos ejemplares... ––Y ahora qué haremos... ––preguntó el joven––. ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre? ––No –– dijo el viejo. ––¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne? ––propuso la joven. ––No ––repitió el viejo––. Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero, cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros, el águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
––Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto, son ustedes como un águila y un halcón, si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure: “Vuelen juntos... pero jamás atados”.
(Leyenda Sioux)