lunes, 11 de octubre de 2010

La Vida es como una Taza de Café



Un grupo de ex-alumnos, altamente establecidos en sus carreras,se reunieron para visitar a su antiguo profesor de universidad. La conversación pronto se convirtió en quejas sobre el estrés en el trabajo y en la vida. Ofreciéndoles café a sus invitados, el profesor se dirigió a la cocina y regresó con una gran jarra de café y una variedad de tazas de porcelana, plástico, vidrio y cristal, algunas poco atractivas, algunas costosas, algunas exquisitas.
Le pidió a sus invitados que se sirvieran el café. Después de que todos tenían una taza de café en la mano, el profesor dijo:
-“Si se fijan, todas las tazas costosas y bonitas han sido tomadas, dejando atrás las comunes y baratas. Si bien es normal que deseen únicamente lo mejor para ustedes mismos, ésa es la fuente de sus problemas y estrés. Estén seguros de que la taza no añade calidad al café. En la mayoría de los casos simplemente es más costosa, y en algunos casos incluso oculta lo que bebemos. Lo que todos ustedes realmente querían era café,no la taza. Pero ustedes fueron conscientemente por las mejores tazas..."

Así comenzaron a mirarse las tazas unos a otros para ver quién tenía la mejor taza.

El profesor continuó:
-"Consideren ahora esto: la Vida es el café, El trabajo, el dinero y la posición en la sociedad, son las tazas. No son más que herramientas para sostener y contener la vida, y el tipo de taza que tenemos no define, no cambia, la calidad de vida que vivimos. Algunas veces, al centrarnos solo en la taza, no logramos disfrutar el café.
Saborea el café, no las tazas!. Las personas más felices No tienen lo mejor de todo, simplemente hacen lo mejor de todo. Vive sencillamente. Habla con amabilidad. Quiere profundamente. Ama generosamente.

“La Vida es como una Taza de Café”

(De la red)

domingo, 10 de octubre de 2010

Estrellas


El cielo estaba poblado de estrellas de todos los colores. Parpadeaban continuamente sobre el negro cielo como queriendo hacer cosquillas a la noche.

Un día se dirigieron a Dios para formularle un ruego: «Señor Dios, nos gustaría vivir en la Tierra con las personas, compartiendo su misma vida.»

El Señor concedió a regañadientes lo que le pedían. Intentó convencerles de que su lugar estaba en el cielo. Pero insistieron tanto, que Incluso les permitió mostrarse con el tamaño con el que son vistas desde la Tierra para facilitarles su aventura.

Llegaron a la Tierra en grupo, a principios del mes de agosto, aprovechando una lluvia de estrellas de San Lorenzo. Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar con las luciérnagas por los campos, las menos se dejaron mecer en los árboles por la fresca brisa de la noche, la mayoría se acercaron a las personas y contemplaron de cerca sus rostros... y la Tierra quedó maravillosamente iluminada.

Pero transcurrido un breve espacio de tiempo regresaron presurosas al cielo.

Al verlas llegar tristes y cariacontecidas, Dios les preguntó el motivo de su regreso.

Las estrellas respondieron al unísono: «Señor, en la tierra hay mucha miseria, hambre y violencia...»

El señor les dijo que no las había creado para que anduvieran por la Tierra. Les repitió que su lugar estaba en el cielo, trazando órbitas inmensas, jugando al corro con los astros y los planetas.

Cuando se reunieron todas, Dios las contó. Con sorpresa descubrió que faltaba una de ellas.

Un ángel se acercó al Señor y le susurró al oído: «Señor, la que falta es esa extraña estrella de color verde que protesta mientras traza órbitas por el cielo... La que decía el otro día que ella no había nacido para deslizarse entre los planetas. Parece ser que se ha quedado en la Tierra.»

«¿Qué estrella es esa?», preguntó el Señor. El ángel continuó informando: «Le llaman «Esperanza». Es una diminuta estrella verde. La única que hay de ese color.»

Dios la recordó enseguida porque «Esperanza» era una estrella a la que reñía con frecuencia. Últimamente tenía la manía de empujar suavemente a sus compañeras mientras trazaban sus monótonas órbitas...

Miraron de nuevo a la Tierra, por ver si descubrían a «Esperanza». Y finalmente la hallaron allá abajo... Como era su costumbre, andaba repartiendo suaves empujones de ánimo a las personas. Se fijaron un poco más y vieron como «Esperanza» no empujaba a cualquier persona, sino tan sólo a aquellas que estaban tristes, cansadas, rotas por el esfuerzo y el dolor...

Las estrellas del cielo comenzaron a cuchichear por lo bajo, criticando duramente a «Esperanza» por haberse quedado en la Tierra y por andar «molestando» a los humanos con su consabida manía.

Pero Dios les hizo callar diciéndoles, al tiempo que esbozaba una sonrisa: «Dejadla que siga allí, porque dando suaves empujones a quienes perdieron las fuerzas para caminar, está mejorando mi Creación»

Y todas las estrellas siguieron trazando órbitas. Todas, menos «Esperanza», que aún anda repartiendo suaves empujones a quienes lo necesitan.

(De la red)

La mejor familia del mundo


Carlota espera ansiosa, en el orfanato, que la venga a buscar su nueva familia adoptiva. Durante toda la noche imagina cómo serán: ¿pasteleros?, ¿piratas?, ¿domadores de tigres?, ¿astronautas? Cuando lleguen Los Pérez, Carlota descubrirá que son todo eso y mucho más.

Una bonita mañana de mayo, Carlota estaba jugando en el jardín del orfanato cuando la directora la llamó a su despacho.

Te ha adoptado una familia, Carlota. Vendrán a por ti mañana dijo.
Por supuesto, los otros niños no tardaron en enterarse de la buena nueva.

¡Qué suerte!
¡Qué envidia!
¡Felicidades, Carlota!
¿Cómo crees que será tu nueva familia?

Carlota cruzó los dedos y pidió un deseo: "Espero que sea la mejor familia del mundo." Esa noche, Carlota no podía dormir de los nervios y pensó en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de pasteleros!

Si la adoptaba una familia de pasteleros, viviría en una pastelería. Podría pasar el día entre tartas, torteles, bollos y bombones. Escribir mensajes de azúcar en las tartas y sorber el merengue de los pasteles de merengue. Tendría palmeras de chocolate para desayunar, comer, merendar y cenar. Sin duda, ¡una familia de pasteleros sería la mejor familia del mundo!

Aunque pensándolo mejor… Como seguía sin poder dormir, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de piratas!

Si la adoptaba una familia de piratas, viviría en un barco pirata. Podría navegar por los siete mares. Pintar banderas de calaveras y huesos y buscar tesoros de doblones de oro. Luciría un mono en el hombro derecho, un loro en el izquierdo, un parche en el ojo y una pata de palo. Sin duda, ¡una familia de piratas sería la mejor familia del mundo!

Aunque pensándolo mejor… Como aún no podía dormir, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de domadores de tigres!

Si la adoptaba una familia de domadores, viviría en un circo. Podría pasar el día jugando con los tigres. Rizar los bigotes de los cachorros y contar las rayas de su pelaje. Llevaría un tigre de bengala al colegio para ser la más popular del recreo. Sin duda, ¡una familia de domadores sería la mejor familia del mundo!

Aunque pensándolo mejor… Como todavía no conciliaba el sueño, Carlota volvió a pensar en cómo sería la familia perfecta. Imaginó que la adoptaba… ¡una familia de astronautas!

Si la adoptaba una familia de astronautas, viviría en una nave espacial. Podría visitar todos los planetas. Beber batidos en la Vía Láctea y bailar el hula hop con el anillo de Saturno. Contaría estrellas para dormirse por las noches. Sin duda, ¡una familia de astronautas sería la mejor familia del mundo!

Aunque pensándolo mejor… Con sorpresa, Carlota miró la ventana y descubrió que ya se había hecho de día. ¡Había pasado la noche entera sin dormir y su nueva familia ya había llegado a buscarla!

Los Pérez.

Leonor, la nueva madre de Carlota, es funcionaria de correos. No es pastelera pero, todas las tardes al volver del cole, nunca se olvida de comprarle a Carlota una enorme palmera de chocolate para merendar.

Roberto, el nuevo padre de Carlota, es agente de seguros. No es un pirata, pero le encanta jugar con Carlota a buscar tesoros escondidos en el descampado del barrio.

Elvira, la nueva abuela de Carlota, está jubilada. No es domadora de tigres, pero tiene dos gatos, Bigotes y Bruno, que se pasan el día dormitando en su regazo y les encantan las sardinas.

Pedro, el nuevo hermano de Carlota, estudia en el mismo colegio que ella. No es astronauta, pero ha decorado el techo del dormitorio con estrellas que brillan en la oscuridad para que él y Carlota puedan contarlas por la noche antes de dormir.

Y así, bajo el cielo estrellado de su habitación, Carlota Pérez por fin pudo dormir y no tuvo que imaginar más.

Había conseguido la mejor familia del mundo.

(De la red)