Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar de Japón vivía una pareja de ancianos muy pobre. Un día el anciano oyó el grito de una grulla que había caído en una trampa. El anciano se compadeció al verla y decidió soltarla.
Esa noche le contó a su mujer lo ocurrido y ella le dijo:
-“Hiciste bien. Tienes un corazón muy grande y algún día obtendrás la recompensa."
En ese momento, alguien llamó a la puerta: “toc toc…”, el anciano salió y encontró a una chica muy bonita que dijo:
-“Me desorienté en el camino, ¿Podría quedarme en su casa esta noche?”.
Los ancianos que eran muy amables no dudaron en invitarla a dormir. Esa noche los tres conversaron y ella les contó que no tenía casa a donde ir ni familia con quien estar. Los ancianos le propusieron:
-“¡Queremos que seas nuestra hija!”
Ella se puso muy contenta y después los tres se fueron a descansar.
Al día siguiente, la chica se levantó muy temprano para preparar el desayuno, pero no había ni arroz ni miso. Divisó un telar en una habitación contigua y en unos instantes se empezó a oir el sonido del telar mecánico.
Cuando los ancianos se despertaron, la chica les entregó una pieza de tela bellísima diciéndoles: “vendan esta tela y compren lo necesario para vivir”. Ellos se sorprendieron muchísimo y así lo hicieron.
El anciano recibió una gran bolsa de dinero a cambio de la pieza de tela maravillosa, y compró lo necesario para vivir además de un peine muy bonito para la chica.
Esa noche los tres estaban se quedaron de nuevo conversando hasta muy tarde. En eso el abuelo dijo:
Esa noche le contó a su mujer lo ocurrido y ella le dijo:
-“Hiciste bien. Tienes un corazón muy grande y algún día obtendrás la recompensa."
En ese momento, alguien llamó a la puerta: “toc toc…”, el anciano salió y encontró a una chica muy bonita que dijo:
-“Me desorienté en el camino, ¿Podría quedarme en su casa esta noche?”.
Los ancianos que eran muy amables no dudaron en invitarla a dormir. Esa noche los tres conversaron y ella les contó que no tenía casa a donde ir ni familia con quien estar. Los ancianos le propusieron:
-“¡Queremos que seas nuestra hija!”
Ella se puso muy contenta y después los tres se fueron a descansar.
Al día siguiente, la chica se levantó muy temprano para preparar el desayuno, pero no había ni arroz ni miso. Divisó un telar en una habitación contigua y en unos instantes se empezó a oir el sonido del telar mecánico.
Cuando los ancianos se despertaron, la chica les entregó una pieza de tela bellísima diciéndoles: “vendan esta tela y compren lo necesario para vivir”. Ellos se sorprendieron muchísimo y así lo hicieron.
El anciano recibió una gran bolsa de dinero a cambio de la pieza de tela maravillosa, y compró lo necesario para vivir además de un peine muy bonito para la chica.
Esa noche los tres estaban se quedaron de nuevo conversando hasta muy tarde. En eso el abuelo dijo:
-“Ya vamos a dormir”.
Pero la chica contestó:
-“Yo voy a continuar trabajando un poco más”.
Los ancianos se sorprendieron y le dijeron:
-“¡No! hoy ya no trabajes! es mejor que descanses”.
La chica insistió:
-“Quiero hacer más piezas de tela para ustedes pero quisiera pedirles un favor, no entren a la habitación cuando esté trabajando.”
El anciano preguntó sorprendido:
-“¿Cómo? ¿No podemos verte trabajar?”.
La chica contestó:
-“No, por favor, quiero que me prometan que no lo harán.”
Los ancianos no entendían la razón por la cual la chica les pedía eso pero asintieron con la cabeza.
La chica tejía cada noche una pieza de tela que se vendían como “pan caliente”, pero cada día se ponía más delgada, más ojerosa e iba perdiendo el ánimo.
El anciano le decía:
-“¡Tienes que descansar, no trabajes demasiado!”, pero la chica respondía:
-“Voy a seguir trabajando sólo un poco más” y entraba en la habitación.
Los ancianos no podían dormir pensando en la salud de la chica. Una noche, el anciano no pudo contenerse y dijo:
-“Voy a verla”, la anciana replicó:
-“Tenemos que cumplir con nuestra promesa”.
El anciano, haciendo caso omiso a su mujer, se dirigió a la habitación donde se encontraba trabajando la chica. Miró a través de la puerta que estaba entreabierta y para su sorpresa divisó a una grulla trabajando en el lugar. La grulla utilizaba su pico para quitarse plumas, que usaba para decorar las hermosas piezas de tela que hacía. Ésta advirtió que estaba siendo observada y se disfrazó nuevamente de mujer.
Entonces, abrió la puerta y se dirigió al anciano:
-“Yo soy aquella grulla que salvó de la trampa. Por salvarme la vida quise devolverle el favor y para ello se me dió la oportunidad de convertirme en un ser humano por una sóla vez y venir aquí, pero ahora descubierta, no puedo permanecer con ustedes. Deseaba convertirme en su hija para siempre”.
La chica volvió a tomar su apariencia original de grulla y levantó vuelo. El anciano al verla volar pensó:
-“Perdóname. ¡No nos olvides!” y le lanzó el peine que le había regalado. La grulla lo cogió y se fue volando".
Nunca más volvieron a verla.
(Leyenda de Japón)
Nota: tsuru significa grulla.
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