tag:blogger.com,1999:blog-43508652618287270242024-03-12T16:41:01.278-07:00El Bosque de NoahCuentos, Navidad, Hadas, elfos, fantasía, cuentos infantiles, historias, enseñanzas, relatos, blog de cuentos, moralejaUnknownnoreply@blogger.comBlogger817125tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-74734582055534412732019-12-25T16:16:00.000-08:002019-12-25T16:17:46.628-08:00El tren de la vida<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxp5MnisasBB62MqCESCDQ644wFLkC5BIBnkjClfdQxfaNIYfgIJiSireh5ZTfPT9edTCGQi3Jedv-5wADAd-_pDmkCXdQEhnpPDBkiM8NHG5y1T_hSsnceePuhfO6l-uzvjNp9a3uTxI/s1600/89dbead04149c49d7a54a57635970b47.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="background-color: black; color: cyan;"><img border="0" data-original-height="320" data-original-width="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxp5MnisasBB62MqCESCDQ644wFLkC5BIBnkjClfdQxfaNIYfgIJiSireh5ZTfPT9edTCGQi3Jedv-5wADAd-_pDmkCXdQEhnpPDBkiM8NHG5y1T_hSsnceePuhfO6l-uzvjNp9a3uTxI/s1600/89dbead04149c49d7a54a57635970b47.gif" /></span></a></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-family: roboto, sans-serif; font-size: 15px; margin-bottom: 15px; text-align: left;">
<span style="background-color: black; box-sizing: border-box; color: cyan; font-family: "verdana" , sans-serif; font-size: 13pt; line-height: 18.2px;"><br /></span></div>
<div align="left" style="box-sizing: border-box; font-family: roboto, sans-serif; font-size: 15px; margin-bottom: 15px; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; box-sizing: border-box; color: cyan; font-family: "verdana" , sans-serif; font-size: 13pt; line-height: 18.2px;">La vida se asemeja a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros.<br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, creemos que siempre viajarán a nuestro lado. Pero en alguna estación ellos se bajarán dejándonos seguir el viaje, de pronto nos encontraremos sin su compañía y su amor irreemplazable...<br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />No obstante, muchas otras personas que nos serán muy especiales y significativas, se irán subiendo al tren de nuestra vida, nuestros hermanos, amigos y en algún momento, el amor de nuestra vida...<br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Algunos tomarán el tren, para realizar un simple paseo. Otros durante su viaje pasarán por momentos de oscuridad y tristeza. Y siempre encontraremos quienes estén dispuestos ayudar a los más necesitados.<br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Muchos al bajar, dejan un vacío permanente. Otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon sus asientos... <br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Es curioso ver como algunos pasajeros, aún los seres queridos, se acomodan en coches distintos al nuestro. Durante todo el trayecto están separados, sin que exista ninguna comunicación. <br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Pero en realidad, nada nos impide que nos acerquemos a ellos si existe buena voluntad de nuestra parte. De lo contrario, puede ser tarde y encontraremos a otra persona en su lugar. <br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas... <br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Tratemos de tener una buena relación con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor que tengan para ofrecer. En algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos, pero recordemos que nosotros también, muchas veces, titubeamos y necesitamos a alguien que nos comprenda.</span></div>
<div align="left" style="box-sizing: border-box; font-family: roboto, sans-serif; font-size: 15px; margin-bottom: 15px; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; box-sizing: border-box; color: cyan; font-family: "verdana" , sans-serif; font-size: 13pt; line-height: 18.2px;">El gran misterio para todos, es que no sabremos jamás en qué estación nos toca bajar. Como tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado. <br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />A veces pienso en el momento en el que me toque bajar del tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia...? Separarme de los amigos que hice en el viaje, será doloroso y dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que en algún momento, tendré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje. <br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré para que ellos crecieran y permanecieran en este tren hasta la estación final.<br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Amigos, hagamos que nuestro viaje en este tren tenga significado, que haya valido la pena. <br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Vivamos de manera que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje lindos recuerdos a los que continúan viajando en el Tren de la Vida.<br style="box-sizing: border-box;" /><br style="box-sizing: border-box;" />Feliz viaje...</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-family: roboto, sans-serif; font-size: 15px; margin-bottom: 15px;">
<br style="box-sizing: border-box;" /></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-44940736383904363602019-12-08T15:06:00.001-08:002019-12-08T15:06:22.103-08:00El plan de Alonso<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoYS3GYnC7BU6S0BLVusLdfdQb0b9w7HbsnWVDGwO86xiynza-FtlVlQllLYaA6mqmxj7hxiwkANpwLlq0ams5fm0B8IBOWO6o7sUlzjzMb9SjOqqw0jj1YHvYfYgaZpew46cVlNE4xUU/s1600/85ea6d91dcb6857847f20a2318e104a9.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="752" data-original-width="530" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoYS3GYnC7BU6S0BLVusLdfdQb0b9w7HbsnWVDGwO86xiynza-FtlVlQllLYaA6mqmxj7hxiwkANpwLlq0ams5fm0B8IBOWO6o7sUlzjzMb9SjOqqw0jj1YHvYfYgaZpew46cVlNE4xUU/s640/85ea6d91dcb6857847f20a2318e104a9.gif" width="449" /></a></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><br /></span></span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">“Por fin había llegado el 24 de diciembre. Era el día más frío del año y Papá Noel ya se estaba preparando para repartir los regalos. Todo el mundo estaba nervioso, trabajaba sin parar para tenerlo todo preparado para esa noche mágica. Sin embargo, a Papá Noel llevaban toda la mañana sin verle, hasta que de repente apareció con la cara muy blanca y muy serio. Pidió silencio a toda la sala y los elfos extrañados se callaron.</span></span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Papá Noel dijo muy despacio y muy triste: Este año no habrá Navidad con regalos.</span></span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Los elfos se pusieron a gritar a la vez: ¡No puede ser! ¿Qué pasará con los niños?</span></span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Papá Noel les explicó que no se encontraba bien, que se había mareado y no podía montarse en el trineo. Los elfos no sabían qué hacer, ellos no se atrevían a montar en el trineo porque eran muy pequeños. Pero si no repartían los regalos iba a ser La Navidad más triste de la historia.</span></span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">El elfo más joven del grupo, que se llamaba Alonso, tuvo una gran idea para solucionar el problema, tenían que trabajar todos en equipo y bien coordinados. El plan era ir en el trineo en distintas posiciones: cuatro con las riendas, tres en los pedales, dos en la parte alta para mirar y dirigir y otros tres ordenando los regalos.</span></span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">No se atrevían pero no había otra solución, lo importante era estar muy unidos. Con mucho cuidado cargaron los regalos en el trineo y se colocaron cada uno en su posición. Con un poco de dificultad llegaron a la primera casa, bajaron por la primera chimenea y dejaron los regalos debajo del árbol, después lo demás fue coser y cantar.</span></span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3; font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">Por la mañana todos los niños tenían sus regalos debajo del árbol y los elfos fueron a devolver el trineo y los renos. Papá Noel se acercó a la fábrica y al ver que estaban todos los regalos repartidos se puso muy contento y comprendió que lo más importante de esa noche había sido el compañerismo”.</span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-25553233707299891832019-12-08T15:00:00.003-08:002019-12-08T15:03:06.354-08:00La brújula de Santa Claus<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6nkwmkKl41TFxGvsqwT4CyOOO7qJfV_aMLTmSLQrH7GrXJEViKguL9z7Vgedhei88EAQg8KWMEr190A41w_E1EA_2J-qcrGgRcO7Kq5YqZefSW11RO3GyWaACQIozmmxpKoLQn887t84/s1600/555257951_1794566.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="379" data-original-width="400" height="378" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6nkwmkKl41TFxGvsqwT4CyOOO7qJfV_aMLTmSLQrH7GrXJEViKguL9z7Vgedhei88EAQg8KWMEr190A41w_E1EA_2J-qcrGgRcO7Kq5YqZefSW11RO3GyWaACQIozmmxpKoLQn887t84/s400/555257951_1794566.gif" width="400" /></a></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">“Esta historia comienza un 24 de diciembre en el Polo Norte.</span></div>
<div class="google-auto-placed ap_container" style="box-sizing: border-box; clear: none; font-size: 15px; height: auto; text-align: center; width: 1068px;">
<ins class="adsbygoogle adsbygoogle-noablate" data-ad-client="ca-pub-2096136633140656" data-ad-format="auto" data-adsbygoogle-status="done" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; box-sizing: border-box; display: block; margin: auto; text-decoration-line: none;"><ins id="aswift_7_expand" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; border: none; box-sizing: border-box; display: inline-table; height: 0px; margin: 0px; padding: 0px; position: relative; text-decoration-line: none; visibility: visible; width: 1068px;"><ins id="aswift_7_anchor" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; border: none; box-sizing: border-box; display: block; height: 0px; margin: 0px; opacity: 0; overflow: hidden; padding: 0px; position: relative; text-decoration-line: none; visibility: visible; width: 1068px;"><span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><iframe allowfullscreen="true" allowtransparency="true" frameborder="0" height="200" hspace="0" id="aswift_7" marginheight="0" marginwidth="0" name="aswift_7" scrolling="no" style="border-style: initial; border-width: 0px; box-sizing: border-box; height: 200px; left: 0px; max-width: 100%; position: absolute; text-align: justify; top: 0px; width: 1068px;" vspace="0" width="1068"></iframe></span></ins></ins></ins></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Los elfos empaquetaban los últimos regalos. Papá Noel estaba subido en el trineo tirado por sus seis renos y Rodolfo, el reno de la nariz roja.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Cuando comprobó que todo estaba listo cogió las riendas del trineo y les dijo a los renos:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">¡Levantad el vuelo, esta noche llevaremos regalos e ilusión a todas las casas del mundo!</span></div>
<br />
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Se cruzaron con estrellas fugaces, auroras boreales…</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Cuando iba a comprobar la brújula se dio cuenta de que estaba estropeada.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">¡No puede ser era la única brújula que me quedaba!</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Rodolfo se acercó a Papá Noel y le dijo:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Tranquilo, llegaremos bien, con mi nariz roja se podrá ver en la oscuridad.</span></div>
<br />
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Y siguieron su camino.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">A Rodolfo le costaba situarse en medio del cielo. Pero su ilusión esa noche era tan grande que dirigió el trineo perfectamente.</span></div>
<br />
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Empezaron en una casa muy pequeña y con muchos niños, entró por la chimenea y miró alrededor. El salón era frío y casi no tenían muebles, pero en un rincón había un pequeño árbol, casi sin adornos.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Papá Noel dio una palmada y dijo:</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">¡Ha quedado un salón perfecto!</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Ahora tenía muebles preciosos y un gran árbol con adornos y bombillas.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Dejó los regalos en el árbol y salió sin hacer ruido y continuó repartiendo por todas las casas de la ciudad. Entró por chimeneas grandes, pequeñas, altas, bajas…</span></div>
<div class="google-auto-placed ap_container" style="box-sizing: border-box; clear: none; font-size: 15px; height: auto; text-align: center; width: 1068px;">
<ins class="adsbygoogle adsbygoogle-noablate" data-ad-client="ca-pub-2096136633140656" data-ad-format="auto" data-adsbygoogle-status="done" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; box-sizing: border-box; display: block; margin: auto; text-decoration-line: none;"><ins id="aswift_8_expand" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; border: none; box-sizing: border-box; display: inline-table; height: 0px; margin: 0px; padding: 0px; position: relative; text-decoration-line: none; visibility: visible; width: 1068px;"><ins id="aswift_8_anchor" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; border: none; box-sizing: border-box; display: block; height: 0px; margin: 0px; opacity: 0; overflow: hidden; padding: 0px; position: relative; text-decoration-line: none; visibility: visible; width: 1068px;"><span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><iframe allowfullscreen="true" allowtransparency="true" frameborder="0" height="200" hspace="0" id="aswift_8" marginheight="0" marginwidth="0" name="aswift_8" scrolling="no" style="border-style: initial; border-width: 0px; box-sizing: border-box; height: 200px; left: 0px; max-width: 100%; position: absolute; text-align: justify; top: 0px; width: 1068px;" vspace="0" width="1068"></iframe></span></ins></ins></ins></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">¡Uf! ¡Qué noche! – dijo Papá Noel. Estoy cansadísimo pero aún así he dado los regalos a los niños.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Miró a sus renos y les dio las gracias.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Rodolfo guíanos de vuelta a casa, dijo Papá Noel.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Llegaron muy rápido.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">En la puerta le estaban esperando todos con un pequeño regalo, lo abrió y se rió.</span></div>
<div style="box-sizing: border-box; font-size: 18px; margin-bottom: 26px; overflow-wrap: break-word; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">¡Ja, ja, ja! Gracias por esta brújula tan bonita, pero tengo la mejor: ¡Rodolfo!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: black; color: cyan; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Le llamó con gran voz, el reno se acercó y le dio con el hocico en la barriga. Los dos sabían que esa noche les haría amigos insepar</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="background-color: black; color: cyan;">ables"</span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-26358652569627067682019-12-08T14:38:00.001-08:002019-12-08T14:42:57.184-08:00El niño descalzo<div style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #444444; font-family: Lato; font-size: 16px; margin-bottom: 3rem;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEii0HqRNQ8FLn9R_z1XxBbE6RFVWl-butgNrvPl_L52cSp0XxiyZU01vm9K07LkoBjBqbx8r1eBMt5KcZDopphfowAKw6hBCxLZXLotkGX0UFU2Q1ukxU2aQvx9qFTvsMYaagcFaNQYQ7o/s1600/nav.gif" imageanchor="1" style="background-color: black; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="450" data-original-width="600" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEii0HqRNQ8FLn9R_z1XxBbE6RFVWl-butgNrvPl_L52cSp0XxiyZU01vm9K07LkoBjBqbx8r1eBMt5KcZDopphfowAKw6hBCxLZXLotkGX0UFU2Q1ukxU2aQvx9qFTvsMYaagcFaNQYQ7o/s400/nav.gif" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #444444; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="color: #cfe2f3;"><span style="background-color: black; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;">Hace mucho tiempo, en un pueblo muy
remoto de Francia, vivía un niño llamado Pierre que era huérfano. Había perdido
</span><span style="background-color: black; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;">a sus padres a muy temprana edad y vivía con una avariciosa tía, que nunca
había sido cariñosa con él. A esta mujer lo único que le importaba era el
dinero, a tal grado que hacía de todo para no gastar lo que tenía. Por eso
vivían en una casa muy modesta y muy incómoda en invierno. Comían solamente
sobras y se calentaban con aceite viejo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;">El pobre Pierre ni siquiera tenía
zapatos, ya que su malvada tía no quería comprarle unos. Andaba descalzo todo
el tiempo, pero nunca había dejado de tener un noble corazón. Pierre soportaba
los malos tratos de su tía con una actitud optimista y era amable con los
demás.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;">Cuando llegó el invierno, el niño se
talló unos zuecos de madera para poder proteger sus pies de la nieve. En la
víspera de Navidad, se encontraba muy nervioso por la llegada de Papá Noel.
Debía dejar sus zapatos junto a la ventana para que el buen hombre pudiera
dejarle sus regalos, apenas llegara con su tía de la Iglesia, donde daban la
tradicional Misa de Gallo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;">No obstante, al estar a punto de entrar
en su casa, Pierre vio a un niño en la calle que se moría de frío, ya que
tampoco tenía zapatos. Sintió tanta lástima por él, que sin dudarlo se quitó
uno de los suyos y se lo regaló.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;">—¡Ya has perdido uno de tus zuecos! —lo regañó su desagradable tía— ¡Pues a ver como lo repones,
porque no voy a dejar que gastes otro tronco de leña para tallar uno nuevo!
Ahora te vas a la cama sin cenar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;">Muy triste, Pierre se fue a su
habitación, pero antes dejó su zueco restante en la ventana.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12pt;">A la mañana siguiente, los niños jugaban
entre la nieve con sus juguetes nuevos. Pierre corrió a ver su zapato y se quedó
impresionado. Papá Noel le había dejado no solo un par de relucientes zapatos
nuevos, sino juguetes y todo lo que necesitaba para pasar el invierno: abrigos,
ropa, suéteres, gorros y bufandas. Hasta le había obsequiado un par de mantas
muy calientitas para pasar las noches invernales.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif";">Además,
le había dejado una cesta llena de comida deliciosa para disfrutar en Navidad.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif";">Muy
emocionado, Pierre salió de su casa y vio un trineo majestuoso en la nieve,
desde el cual un hombre barbudo y vestido de rojo le sonreía bondadosamente.
¡Era Santa Claus! Y a su lado iba un niñito vestido de blanco, que sostenía el zueco que él le había regalado. Era el niño Jesús, quien también lo había
recompensado por ser tan bueno.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black; color: #cfe2f3; font-family: "lato" , "serif";">Pierre
nunca olvidó la importancia de la generosidad en las navidades.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; line-height: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="background-color: black;"><span style="color: #cfe2f3;"><b><span style="font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12.0pt;">Moraleja: </span></b><span style="font-family: "lato" , "serif"; font-size: 12.0pt;">Lo que esta fábula nos ha enseñado, es que debemos
aprender a dar para recibir. Siempre sé generoso con quienes te rodean, pues en
la medida en que des al mundo, el mundo te devolverá con creces.<o:p></o:p></span></span></span></div>
<br />Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-46924898386432092252018-01-09T04:15:00.000-08:002018-01-09T04:15:31.956-08:00Jesús y el zapatero<div style="text-align: center;">
<img alt="Resultado de imagen de fairy 3d glitter" class="irc_mi" height="393" src="https://img1.picmix.com/output/stamp/normal/8/0/4/5/325408_8c38b.gif" style="margin-top: 0px;" width="252" /></div>
Dios tomo forma de mendigo y bajo al pueblo, busco la casa del zapatero y le dijo:<br />
-
Hermano, soy muy pobre no tengo ni una sola moneda en la bolsa, estas
son mis unicassandalias y estan rotas... si tu me hicieras el favor.<br />
El zapatero le dijo: estoy cansado de que todos vengan a pedir y nadie a dar.<br />
El señor le dijo: yo puedo darte lo que tu necesitas<br />
El zapatero desconfiado viendo a un mendigo le pregunto: ¿Tú podrias darme el millon de dolares que necesito para ser feliz?<br />
El señor le dijo: yo puedo darte 10 veces mas que eso pero a cambio de algo.<br />
El zapatero le pregunto: ¿A cambio de qué?<br />
El señor le dijo: A cambio... a cambio de tus piernas.<br />
El zapatero respondio: Para que quiero yo 10 millones de dolares si no voy a poder caminar.<br />
Entonces el señor le dijo: Puedo darte 100 millones de dolares a cambio de tus brazos.<br />
El zapatero respondio: Para que quiero yo 100 millones de dolares si no voy a poder comer solo.<br />
Entonces el señor le dijo: Bueno... puedo darte Mil millones de dolares a cambio de tus ojos.<br />
El
zapatero penso poco y respondio: Para que quiero yo mil millones de
dolares si no voy a poder ver a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos.<br />
Entonces el señor le dijo: Ah! Hermano hermano... que fortuna tienes y no te das cuenta...<br />
(Facundo Cabral) Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-39517443809463703462017-12-28T17:02:00.000-08:002017-12-28T17:02:44.835-08:00La Viga<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;">
<img alt="Imagen relacionada" class="irc_mi" src="http://img0.liveinternet.ru/images/attach/c/1//61/88/61088441_0_131f2_ed048f98_XL.gif" height="400" style="margin-top: 0px;" width="338" /></div>
<br />
<br />
Un día se encontraba un hechicero rodeado de espectadores, ante los
cuales efectuaba sus maravillosos trucos. Entre ellos presentaba un
gallo que levantaba una viga y la llevaba de un lado para otro como si
fuese una ligera pluma. Pero entre los asistentes estaba una muchacha
que había encontrado un trébol de cuatro hojas y, por tanto, era más
lista e inteligente que los demás. Como nada podían con ella las artes
de prestidigitación, vio que la viga no era sino una paja. Gritó
entonces:<br />
- ¡Eh, buena gente! ¿No veis que lo que lleva el gallo no es una viga, sino una simple paja?<br />
Desapareció el hechizo, y los espectadores, dándose cuenta del truco,
echaron al brujo con burlas e improperios. El hombre, con la rabia en el
corazón, dijo para sí: "¡Me vengaré!."<br />
Al cabo de algún tiempo, la muchacha celebraba su boda. Muy acicalada y
ataviada dirigiese a la iglesia, seguida de una numerosa comitiva; para
llegar al templo había que pasar por un despoblado. De pronto llegaron a
un torrente, que bajaba muy crecido, y no había puente ni pasarela para
cruzarlo. La novia, ni corta ni perezosa, subióse las faldas, dispuesta
a vadear el riachuelo; y he aquí que cuando ya estaba en el centro, el
hechicero de marras, que se hallaba cerca, se puso a gritar en tono
burlón:<br />
- ¡Eh! ¿dónde tienes los ojos que tomas esto por agua?<br />
La muchacha levantó la mirada y viose, con las ropas levantadas, en
medio de un campo de lino, cubierto de sus flores azules. Al verlo
también todos los presentes, empezaron a reírse de ellaUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-90229758088895448082017-12-28T16:56:00.005-08:002017-12-28T16:58:37.304-08:00La zanahoria<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;">
<img alt="Imagen relacionada" class="irc_mi" height="400" src="https://wiccareencarnada.files.wordpress.com/2014/07/reina-oonagh.gif" style="margin-top: 0px;" width="370" /></div>
<br />
<br />
Éranse una vez dos hermanos que habían sentado plaza de soldados. El uno
era rico, y el otro, pobre. El pobre, queriendo salir de su miseria,
licencióse y se hizo campesino, dedicándose a cavar y labrar su pedacito
de tierra, en el que sembró zanahorias. Germinó la semilla y brotó una
zanahoria que no cesaba de crecer. Crecía a ojos vistas; cada día era
más alta y más recia, y bien podía llamársele la reina de las
zanahorias, pues jamás se había visto ni se verá otra igual. Al fin,
llegó a alcanzar un tamaño tan extraordinario, que llenaba un carro, y
se necesitaban dos bueyes para transportarla; y el campesino no sabía
qué hacer con ella, ni si habría de ser su suerte o su desgracia. Al
fin, pensó: "Si la vendo, no sacaré gran cosa, si me la como, lo mismo
puedo comerme las pequeñas. Lo mejor será llevarla al Rey y regalársela
como una cosa rara, en prueba de acatamiento." En consecuencia, la cargó
en el carro, enganchó a él dos bueyes y se encaminó a la Corte, para
ofrecerla al Rey.<br />
- ¡Vaya una hortaliza extraña! - exclamó éste -. He visto en mi vida
muchas maravillas, pero jamás un monstruo así, ¿De qué clase de semilla
ha salido? ¿O tal vez es que tú eres un favorito de la suerte, y por
ello te suceden estas cosas?<br />
- Nada de eso - respondió el campesino -. No soy un favorito de la
fortuna, sino un pobre soldado que, para poder subvenir a mis
necesidades, pedí la licencia y me dedico a cultivar el suelo. Tengo un
hermano rico, a quien Vuestra Majestad bien conoce; pero yo, como nada
poseo, soy desconocido de todos.<br />
Compadecióse el Rey de él y le dijo:<br />
- Pues se ha terminado tu pobreza; te daré lo que haga falta para que no seas menos que tu hermano.<br />
Y le regaló una cantidad de oro y campos, prados y rábanos, haciéndolo
tan rico, que la fortuna de su hermano no podía compararse con la suya.
Al enterarse éste de lo que había valido a su hermano una simple
zanahoria, sintióse dominado por la envidia y se puso a cavilar en busca
de algún medio para conseguir una dádiva parecida. Queriendo proceder
de modo más inteligente, llevó al Rey oro y caballos, pensando que se le
correspondería con regalos mucho más valiosos. Pues si a su hermano le
habían dado tanto por una zanahoria, ¡qué no le darían a él a cambio de
sus presentes! Aceptó el Rey el obsequio, y le dijo que lo mejor con que
podía corresponderle era con aquella rarísima zanahoria; y, así, el
rico hubo de cargar en su carro la hortaliza de su hermano y llevársela a
casa. Una vez en ella, no sabía sobre quién descargar su cólera y mal
humor, hasta que le vinieron malos pensamientos y decidió matar a su
hermano.<br />
Contrató a unos asesinos para que le tendiesen una emboscada, y mientras tanto él fue en su busca y le dijo:<br />
- Hermano, yo sé donde hay un tesoro oculto. Iremos juntos a buscarlo y nos lo repartiremos.<br />
Parecióle bien al otro, y se fue con él, sin recelar nada malo. Cuando
llegaron a un lugar despoblado, asaltáronlo los bandidos y, atándolo, se
dispusieron a colgarlo de un árbol. Pero en aquel momento oyóse a lo
lejos un sonido de cascos de caballos y la voz de alguien que cantaba a
grito pelado. Asustáronse los bandidos y pusieron pies en polvorosa,
dejando a su prisionero metido en un saco, que ataron a una rama. El
nombre, desde aquella altura, a costa de muchos esfuerzos consiguió
abrir un agujero en el saco y asomó por él la cabeza.<br />
Resultó que quien venía por el camino era un estudiante vagabundo, que
cabalgaba cantando alegremente a través del bosque. Al observar el de
arriba que era un solo individuo el que pasaba, gritóle:<br />
- ¡Buenos días os dé Dios!<br />
El estudiante miró a todas partes, y no viendo de dónde procedía la voz, preguntó:<br />
- ¿Quién me llama?<br />
Respondió el otro, desde el árbol:<br />
- Levanta la vista. Estoy aquí, en el saco de la sabiduría. En muy poco
rato he aprendido grandes cosas. Todas las escuelas juntas nada valen en
comparación. Un poquitín más y lo sabré todo, y bajaré del árbol más
sabio que ningún otro hombre. Entiendo las estrellas y constelaciones,
el soplar de todos los vientos, la arena del mar, la curación de las
enfermedades, la virtud de las hierbas, las aves y las piedras. Si
estuvieses tú aquí, verías las maravillas que fluyen del saco de la
verdad.<br />
Al oír el estudiante todo aquello, dijo, lleno de admiración: - ¡Bendita
sea la hora en que te encontré! ¿No me dejarías subir un ratito al
saco?<br />
Contestó el de arriba, como si lo concediese a regañadientes:<br />
- Te dejaré subir un rato en recompensa de tus buenas palabras; pero
tendrás que aguardar aún una hora, pues me falta aprender todavía una
cosa.<br />
Cuando el estudiante llevaba ya un rato aguardando, empezó a hacérsele
larga la espera y rogó al otro que le permitiese entrar enseguida, pues
su sed de sabiduría era irresistible. Entonces el de arriba, como si
cediese de mala gana, dijo:<br />
- Para que pueda salir del saco de la sabiduría tienes que soltar la cuerda que lo sostiene. Entonces te meterás tú.<br />
Bajólo, pues, el estudiante y, desatando el saco, lo puso en libertad.<br />
- Ahora súbeme enseguida - dijo, y quería meterse de pie. - ¡Espera! -
exclamó el otro -. Así no - y agarrándolo de la cabeza, metiólo de patas
arriba. Ató luego el saco sólidamente, lo subió, tirando de la cuerda,
hasta lo alto de la rama y, dejándolo que se columpiase a merced del
viento, le dijo:<br />
- ¿Qué tal, amigo? Ya debes de estar sintiendo que te entra la sabiduría
y que aprendes muchas cosas. Ahí te quedas, hasta que hayas ganado en
listeza.<br />
Y montando en el caballo del estudiante, se alejó, aunque al cabo de una hora envió a que lo libertasen.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-25342619088489114722017-12-28T16:54:00.002-08:002017-12-28T16:54:58.517-08:00La vieja pordiosera<div style="text-align: center;">
<img alt="Imagen relacionada" class="irc_mi" height="393" src="https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/a0/ff/8c/a0ff8cdb2f97ae0d59861f1003821f8d.gif" style="margin-top: 0px;" width="412" /></div>
Érase una vez una mujer muy vieja. En más de una ocasión habrás visto a
una vieja pidiendo limosna, ¿verdad? Pues también ésta lo hacía, y cada
vez que le daban algo, exclamaba:<br />
- ¡Dios se lo pague!<br />
Llamó cierto día a una puerta y encontróse con un bribón de muchacho que
se estaba calentando al fuego. El mozo miró con simpatía a la pobre
vieja, que continuaba en la puerta, tiritando:<br />
- Acercaos a calentaros, abuela - le dijo.<br />
Entró la mujer y se aproximó tanto al fuego que, sin darse ella cuenta,
las llamas prendieron en sus harapos, mientras el muchacho se quedó
mirándolo. Debía haber apagado el fuego, ¿no? ¿Verdad que su deber era
apagarlo? Y si no tenía agua a mano, debía acumular en los ojos toda la
que tenía en el cuerpo y, a fuerza de lágrimas, hacer manar dos arroyos
con que extinguirlo.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-35559891475206077172017-12-28T16:50:00.002-08:002017-12-28T16:50:37.544-08:00Los tres operarios<div style="text-align: center;">
<img alt="Imagen relacionada" class="irc_mi" height="393" src="https://3.bp.blogspot.com/-ZmuSxYuc41I/Vl1hc77paeI/AAAAAAAAVc0/EqBpoC_ayDY/s1600/POSTAL%2BNAVIDAD%2B7.gif" style="margin-top: 0px;" width="524" /></div>
<div style="text-align: left;">
Éranse tres compañeros de oficio que habían convenido correr el mundo
juntos y trabajar siempre en una misma ciudad. Llegó un momento, empero,
en que sus patronos apenas les pagaban nada, por lo que se encontraron
al cabo de sus recursos y no sabían de qué vivir.<br />
Dijo uno:<br />
- ¿Cómo nos arreglaremos? No es posible seguir aquí por más tiempo.
Tenemos que marcharnos, y si no encontramos trabajo en la próxima
ciudad, nos pondremos de acuerdo con el maestro del gremio para que cada
cual le escriba comunicándole el lugar en que se ha quedado; así
podremos separarnos con la seguridad de que tendremos noticias los unos
de los otros.<br />
Los demás convinieron en que esta solución era la más acertada, y se pusieron en camino.<br />
A poco se encontraron con un hombre, ricamente vestido, que les preguntó quiénes eran.<br />
- Somos operarios que buscamos trabajo. Hasta ahora hemos vivido juntos,
pero si no hallamos acomodo para los tres, nos separaremos.<br />
- No hay que apurarse por eso - dijo el hombre -. Si os avenís a hacer
lo que yo os diga, no os faltará trabajo ni dinero. Hasta llegaréis a
ser grandes personajes, e iréis en coche.<br />
Respondió uno:<br />
- Estamos dispuestos a hacerlo, siempre que no sea en perjuicio de nuestra alma y de nuestra salvación eterna.<br />
- No - replicó, el desconocido -, no tengo interés alguno en ello -.
Pero uno de los mozos le había mirado los pies y observó que tenía uno
de caballo y otro de hombre, por lo cual no quiso saber nada de él. Mas
el diablo declaró:<br />
- Estad tranquilos. No voy a la caza de vuestras almas, sino de otra que
es ya mía en una buena parte, y sólo falta que colme la medida.<br />
Ante esta seguridad aceptaron la oferta, y el diablo les explicó lo que
quería de ellos. El primero contestaría siempre de esta forma a todas
las preguntas: "Los tres"; el segundo: "Por dinero," y el último: "Era
justo." Debían repetirlas siempre por el mismo orden, absteniéndose de
pronunciar ninguna palabra más. Y si infringían el mandato, se quedarían
inmediatamente sin dinero, mientras que si lo cumplían, tendrían
siempre los bolsillos llenos. De momento les dio todo el que podían
llevar, ordenándoles que, al llegar a la ciudad, se dirigiesen a una
determinada hospedería, cuyas señas les dio. Hiciéronlo ellos así, y
salió a recibirlos el posadero, preguntándoles - ¿Queréis comer?<br />
A lo cual respondió el primero:<br />
- Los tres.<br />
- Desde luego - respondió el hombre -; ya me lo suponía.<br />
Y el segundo añadió:<br />
- Por dinero.<br />
Naturalmente! - exclamó el dueño.<br />
Y el tercero:<br />
- Y era justo.<br />
- ¡Claro que es justo! - dijo el posadero.<br />
Después que hubieron comido y bebido bien, llegó el momento de pagar la cuenta, que el dueño entregó a uno de ellos.<br />
- Los tres - dijo éste.<br />
- Por dinero - añadió el segundo.<br />
- Y era justo - acabó el tercero.<br />
- Desde luego que es justo - dijo el dueño -; pagan los tres, y sin dinero no puedo dar nada.<br />
Ellos le abonaron más de lo que les pedía, y al verlo, los demás huéspedes exclamaron:<br />
- Esos individuos deben de estar locos.<br />
- Sí, lo están - dijo el posadero -; les falta un tornillo.<br />
De este modo permanecieron varios días en la posada, sin pronunciar más
palabras que: "Los tres," - "Por dinero," - "Era justo." Pero veían y
sabían lo que allí pasaba.<br />
He aquí que un día llegó un gran comerciante con mucho dinero, y dijo al dueño:<br />
- Señor posadero, guardadme esta cantidad, pues hay ahí tres obreros que me parecen muy raros, y temo que me roben.<br />
Llevó el posadero la maleta del viajero a su cuarto, y se dio cuenta de
que estaba llena de oro. Entonces asignó a los tres compañeros una
habitación en la planta baja, y acomodó al mercader en una del piso
alto. A medianoche, cuando vio que todo el mundo dormía, entró con su
mujer en el aposento del comerciante y lo asesinó de un hachazo.
Cometido el crimen, fueron ambos a acostarse. A la mañana siguiente se
produjo una gran conmoción en la posada, al ser encontrado el cuerpo del
mercader muerto en su cama, bañado en sangre. El dueño dijo a todos los
huéspedes, que se habían congregado en el lugar del crimen:<br />
- Esto es obra de esos tres estrambóticos obreros -, lo cual fue confirmado por los presentes, que exclamaron:<br />
- Nadie pudo haberlo hecho sino ellos.<br />
El dueño los mandó llamar y les preguntó:<br />
- ¿Habéis matado al comerciante?<br />
- Los tres - respondió el primero.<br />
- Por dinero - añadió el segundo.<br />
- Y era justo - dijo el último.<br />
- Ya lo habéis oído -dijo el posadero -. Ellos mismos lo confiesan.<br />
En consecuencia, fueron conducidos a la cárcel, en espera de ser
juzgados. Al ver que la cosa iba en serio, entróles un gran miedo; mas
por la noche se les presentó el diablo y les dijo:<br />
- Aguantad aún otro día y no echéis a perder vuestra suerte. No os tocarán un cabello de la cabeza.<br />
A la mañana siguiente comparecieron ante el tribunal, y el juez procedió al interrogatorio:<br />
- ¿Sois vosotros los asesinos? - Los tres.<br />
- ¿Por qué matasteis al comerciante? - Por dinero.<br />
- ¡Bribones! - exclamó el juez -. ¿Y no habéis retrocedido ante el crimen?<br />
- Era justo.<br />
- Han confesado y siguen contumaces - dijo el juez -. Que sean ejecutados enseguida.<br />
Fueron conducidos al lugar del suplicio, y el posadero figuraba entre
los espectadores. Cuando los ayudantes del verdugo los habían subido al
patíbulo, donde el ejecutor aguardaba con la espada desnuda, de pronto
se presentó un coche tirado por cuatro caballos alazanes, lanzados a
todo galope. Y, desde la ventanilla, un personaje, envuelto en una capa
blanca, venía haciendo signos.<br />
Dijo el verdugo:<br />
- Llega el indulto - y, en efecto, desde el coche gritaban: "¡Gracia,
¡gracia!." Saltó del coche el diablo, en figura de noble caballero,
magníficamente ataviado, y dijo:<br />
- Los tres sois inocentes. Ya podéis hablar. Decid lo que habéis visto y oído.<br />
Y dijo entonces el mayor:<br />
- Nosotros no asesinamos al comerciante. El culpable está entre los
espectadores - y señaló al posadero -. Y en prueba de ello, que vayan a
la bodega de su casa, donde encontrarán otras muchas víctimas.<br />
Fueron enviados los alguaciles a comprobar la verdad de la acusación, y
cuando lo hubieron comunicado al juez, éste ordenó que fuese decapitado
el criminal.<br />
Dijo entonces el diablo a los tres compañeros.<br />
- Ahora ya tengo el alma que quería. Quedáis libres, y con dinero para toda vuestra vida.</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-44117981003156459722017-12-28T16:48:00.001-08:002017-12-28T16:48:51.591-08:00Los tres hermanos<div style="text-align: center;">
<img alt="Imagen relacionada" class="irc_mi" height="393" src="https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/bb/a5/32/bba53270a5ffa5abdcdebdc4467e23ac.gif" style="margin-top: 0px;" width="524" /> </div>
<div style="text-align: left;">
Érase un hombre que tenía tres hijos y, por toda fortuna, la casa en que
habitaba. A cada uno de los tres le hubiera gustado heredarla, mas el
padre los quería a todos por igual y no sabía cómo arreglárselas para
dejar contentos a los tres. Tampoco estaba dispuesto a vender la casa,
pues había pertenecido ya a sus bisabuelos; de no ser así, la habría
convertido en dinero y lo habría repartido entre los mozos. Ocurriósele,
al fin, una solución y dijo a los mozos:<br />
- Salid a correr mundo y que cada cual aprenda un oficio. Cuando
regreséis, la casa será para el que demuestre mayor habilidad en su
arte.<br />
Aviniéronse los hijos. El mayor resolvió aprender la profesión de
herrador; el segundo quiso hacerse barbero, y el último, profesor de
esgrima. Luego calcularon el tiempo que tardarían en volver a su casa, y
partieron, cada uno por su lado. Tuvieron la suerte de encontrar buenos
maestros, y los tres salieron excelentes oficiales. El herrador llegó a
herrar los caballos del Rey, y pensó: "Ya no cabe duda de que la casa
será para mí." El barbero tenía entre su clientela a los más
distinguidos personajes, y estaba también seguro de ser el heredero. En
cuanto al profesor de esgrima, hubo de encajar más de una estocada, pero
apretó los dientes y no se desanimó, pensando: "Si temo a las
cuchilladas, me quedaré sin casa."<br />
Transcurrido el tiempo concertado, volvieron a reunirse los tres con su
padre. Pero no sabían cómo encontrar la ocasión de mostrar sus
habilidades. Mientras estaban deliberando sobre el caso, vieron una
liebre que corría a campo traviesa.<br />
- ¡Mirad! - dijo el barbero -. Esta liebre nos viene al dedillo - y,
tomando la bacía y el jabón, preparó bien la espuma. Cuando llegó a su
altura el animal, lo enjabonó y afeitó en plena carrera, dejándole un
bigotito, y todo ello sin hacerle un solo corte ni el menor daño.<br />
- Me ha gustado - dijo el padre -; y si tus hermanos no se esmeran mucho, tuya será la casa.<br />
Al poco rato llegó un señor en coche, a toda velocidad.<br />
- Padre, ahora veréis de lo que yo soy capaz - dijo el herrador, y, sin
detener al caballo, que iba lanzado al galope, arrancóle las cuatro
herraduras y le puso otras nuevas.<br />
- ¡Muy bien! - exclamó el padre -. Estás a la altura de tu hermano. No sé a quién de vosotros voy a dejar la casa.<br />
Dijo entonces el tercero:<br />
- Padre, esperad a que yo os muestre mis habilidades.<br />
En esto empezó a llover, y el mozo, desenvainando la espada, se puso a
esgrimirla sobre su cabeza con tal agilidad que no le cayó encima ni una
sola gota de agua. La lluvia fue arreciando hasta caer a cántaros; pero
él menudeaba las paradas con velocidad siempre creciente, quedando tan
seco como si se encontrase bajo techado.<br />
Al verlo el padre, no pudo por menos de exclamar:<br />
- Te llevas la palma; tuya es la casa.<br />
Los otros dos hermanos se conformaron con la sentencia, como se habían
obligado de antemano. Pero los tres se querían tanto, que siguieron
viviendo juntos en la casa, practicando cada cual su oficio; y como eran
tan buenos maestros, ganaron mucho dinero. Y así vivieron unidos hasta
la vejez; y cuando el primero enfermó y murió, tuvieron tanta pena los
otros, que enfermaron a su vez y no tardaron en seguir al mayor a la
tumba. Y como habían sido tan hábiles artífices y se habían querido tan
entrañablemente, fueron enterrados juntos en una misma sepultura</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-24323451408655057502017-12-28T16:44:00.001-08:002017-12-28T16:45:11.671-08:00La ondina del estanque<div style="text-align: center;">
<img alt="Resultado de imagen de hada gif" class="irc_mi" src="http://m.gifmania.com.mx/Gifs-Animados-Fantasia/Gif-Animadas-Hadas/Imagenes-Animadas-Pixies/Hada-Mano-74819.gif" height="366" style="margin-top: 14px;" width="400" /> </div>
<div style="text-align: left;">
Érase una vez un molinero que vivía felizmente con su esposa. Tenían
dinero y tierras, y su riqueza aumentaba de año en año. Pero la
desgracia viene cuando menos se piensa. Y si hasta entonces su fortuna
había ido creciendo, a partir de un momento dado comenzó a menguar sin
saber cómo, y, al fin, el molinero apenas pudo llamar suyo el molino en
que vivía. Andaba el hombre triste y preocupado, y cuando, después del
trabajo de la jornada, retirábase a descansar, no lograba conciliar el
sueño y se pasaba las horas revolviéndose en la cama.<br />
Una mañana se levantó antes del amanecer y salió al campo, pensando que
aquello le aligeraría el corazón. Al pasar por la presa del molino, el
sol mandaba sus primeros rayos, y el hombre oyó un rumor que subía del
agua. Volvióse y vio una mujer bellísima que salía lentamente del
estanque. Su larga cabellera, que, con las delicadas manos, mantenía
sujeta sobre sus hombros, le caía por ambos lados, cubriéndole el
blanquísimo cuerpo.<br />
Bien se dio cuenta el molinero de que aquella mujer era la ondina del
estanque, y, sobrecogido de temor, no sabía si quedarse o huir. Pero la
ondina dejó oír su armoniosa voz y, llamándolo por su nombre, preguntóle
el motivo de su tristeza. De momento, el molinero permaneció mudo; pero
al oír que le hablaba tan amistosamente, cobró ánimos y le contó cómo,
después de haber sido tan rico y feliz, se veía reducido a tal extremo
de pobreza, que no sabía cómo salir del paso.<br />
- Tranquilízate - díjole la ondina -. Te haré más rico y más feliz de lo
que jamás fuiste. Sólo debes prometerme que me darás lo que acaba de
nacer en tu casa.<br />
- ¿Qué otra cosa puede ser - pensó el molinero - sino un perrito o un gatito? - y accedió a lo que se le pedía.<br />
Desapareció la ondina en el agua, y el hombre regresó, consolado y
contento, a su molino. Antes de llegar acudió a su encuentro la
sirvienta, felicitándole porque su esposa acababa de dar a luz un niño.
Detúvose el molinero como herido por un rayo, pues comprendió que la
pérfida ninfa lo había engañado. Acercóse, cabizbajo, al lecho de su
esposa.<br />
- ¿Cómo no te alegras a la vista de este hermoso niño? - le preguntó ella.<br />
El molinero le contó entonces lo que acababa de sucederle, y la promesa que había hecho a la ondina.<br />
- ¡De qué nos servirá la riqueza y la prosperidad - agregó - si debemos
perder a nuestro hijo! Pero, ¿qué puedo hacer? -. Tampoco hallaron
remedio los parientes que acudieron a felicitarlo.<br />
Y, en efecto, la prosperidad volvió a la casa del molinero. Salíanle
bien todos los negocios que emprendía. Parecía como si las arcas se
llenaran por sí solas, y como si el dinero se multiplicase por la noche
en el armario. Al cabo de poco tiempo, era ya más rico que nunca lo
fuese. Pero no podía gozar tranquilo de su fortuna, pues la promesa
hecha a la ondina le roía el corazón. Cada vez que pasaba junto al
estanque, temía verla salir del agua a recordarle su deuda. Al niño le
tenía prohibido acercarse al agua.<br />
- ¡Guárdate de acercarte a la orilla - le decía constantemente -, pues
si tocas el agua saldrá una mano, que te agarrará y se te llevará al
fondo!<br />
Sin embargo, viendo que transcurrían los años y la ondina no se presentaba, el hombre empezó a tranquilizarse.<br />
El niño se hizo mayorcito y fue enviado a un montero para que le
enseñara el oficio. Terminado el aprendizaje, y siendo ya un hábil
cazador, entró al servicio del señor del lugar. Había en el pueblo una
muchacha hermosa y honesta, de la que el joven se enamoró. Al observarlo
su amo, le regaló una casita. Celebraron la boda y vivieron tranquilos y
felices, pues se querían tiernamente.<br />
Un día, el cazador iba persiguiendo un corzo. El animal salió del bosque
y echó a correr campo a través; el mozo lo siguió y lo derribó de un
tiro. Sin darse cuenta de que se hallaba muy cerca del estanque, una vez
destripada la pieza, se acercó al agua para lavarse las manos manchadas
de sangre. Mas apenas las había metido en el agua, apareció la ondina
con rostro sonriente, le rodeó el cuerpo con sus húmedos brazos y se lo
llevó al fondo, tan rápidamente, que las ondas saltaron sobre su cabeza.<br />
Al anochecer, viendo que no regresaba el cazador, una gran angustia
invadió a su esposa. Salió en su busca, y, como había oído muchas veces
que debía guardarse de las acechanzas de la ondina y no acercarse a la
presa, en seguida sospechó lo que había ocurrido. Corrió al estanque y,
al encontrar el morral en la orilla, ya no pudo seguir dudando de su
desgracia. Llorando y retorciéndose las manos, gritó mil veces el nombre
de su amado, pero en vano. Pasando al lado opuesto de la presa, repitió
sus llamadas y dirigió duros reproches a la ondina, pero no obtuvo la
menor respuesta. La superficie del agua continuó tranquila, reflejando
el rostro inmóvil de la media luna.<br />
La pobre mujer no podía apartarse del estanque. A grandes pasos, sin un
momento de descanso, le dio la vuelta una y otra vez, ya en silencio, ya
prorrumpiendo en agudos gritos o murmurando sus lamentaciones. Al fin
se agotaron sus fuerzas. Desplomóse en el suelo y quedó profundamente
dormida. Y entonces empezó a soñar...<br />
Trepaba angustiosamente entre grandes bloques de rocas; espinas y
zarcillos se le cogían a los pies; la lluvia le azotaba el rostro, y el
viento le hacía flotar la larga cabellera. Al llegar a la cumbre, el
cuadro cambió por completo: el cielo era azul, el aire, tibio; el suelo
descendía suavemente, y, en medio de un prado verde y florido,
levantábase un primorosa cabaña. Dirigióse a ella y abrió la puerta.
Dentro estaba una anciana de blancos cabellos, que le hizo un signo
amistoso. En aquel momento despertóse la pobre mujer.<br />
Amanecía... La muchacha tomó la resolución de seguir las indicaciones
del sueño. Subió fatigosamente a la cima de la montaña, encontrándolo
todo tal como lo viera por la noche. La vieja la recibió afablemente y
le indicó una silla, invitándola a sentarse.<br />
- Sin duda has sufrido una desgracia - le dijo -, puesto que acudes a mi solitaria choza.<br />
La mujer, llorando, le contó su infortunio.<br />
- Consuélate - le dijo la anciana -. Yo te ayudaré. Ahí tienes un peine
de oro. Espera a que la luna sea llena. Vete entonces al estanque,
siéntate a la orilla y peina tu largo cabello negro con este peine.
Cuando hayas terminado, déjalo en la orilla y verás lo que ocurre.<br />
Volvióse la mujer a su casa, y el tiempo se le hizo muy largo esperando
el plenilunio. Al fin brilló en el cielo el disco de plata, y ella se
encaminó al estanque. Se sentó a la orilla, peinóse el largo y negro
cabello con el peine de oro y, cuando hubo terminado, lo depositó al
borde del agua. A los pocos momentos subió del fondo un intenso
borboteo, y levantóse una ola que barrió la orilla y arrastró el peine
en su retroceso. Apenas había tenido tiempo el peine de llegar al fondo,
cuando se abrió la superficie del estanque y apareció la cabeza del
cazador. No dijo nada, limitándose a mirar a su esposa con tristes ojos.
Inmediatamente vino una segunda ola y cubrió la cabeza del hombre. Todo
desapareció; el espejo de las aguas quedó tranquilo como antes, con
sólo el rostro de la luna reflejándose en él.<br />
Volvióse la mujer desconsolada, y se durmió... Y el sueño la transportó
nuevamente a la cabaña de la vieja. Por la mañana repitió el camino y,
presentándose a la anciana, le contó lo ocurrido. La vieja le entregó
entonces una flauta de oro, diciéndole:<br />
- Aguarda otra vez que sea luna llena. Entonces coges la flauta y,
sentada en la orilla, entonas con ella una bonita melodía. Una vez hayas
terminado, dejas el instrumento en la arena. Verás lo que sucede.<br />
Siguió la mujer las instrucciones de la vieja, y, no bien hubo
depositado la flauta sobre la arena, prodújose un nuevo borboteo, y se
elevó una ola, que se llevó el instrumento. Pocos instantes después
volvía a partirse la superficie y salía del fondo no sólo la cabeza,
sino la mitad del cuerpo del hombre, el cual tendió, anhelante, los
brazos a su esposa. Pero una segunda ola lo cubrió y lo arrastró al
fondo.<br />
- ¡Ay de mí! - exclamó la desdichada -. ¿De qué me sirve ver a mi amado,
si he de volver a perderlo? -. Y su alma cayó nuevamente en la
desesperación. Pero el sueño llevóla por vez tercera a la choza de la
anciana. Acudió a ella al día siguiente; la vieja le dio una rueca de
oro y, consolándola, le dijo:<br />
- Aún no ha terminado todo. Aguarda a la luna llena. Te vas con la rueca
a la orilla, hilas toda una canilla y, cuando hayas terminado, dejas la
rueca al lado del agua y verás qué ocurre.<br />
La mujer siguió fielmente sus indicaciones. En cuanto brilló la luna
llena, fue con la rueca a la orilla y estuvo hilando hasta tener la
canilla llena de hilo. Apenas había dejado la rueca en el borde,
prodújose en el agua una agitación más intensa aún que las veces
anteriores; una poderosa ola se precipitó contra la orilla y se llevó la
rueca. En el mismo instante, la cabeza y el cuerpo entero del hombre
emergió del fondo del estanque. Saltó rápido a la orilla, cogió de la
mano a su esposa y echó a correr con ella. Mas apenas habían corrido
unos pasos cuando la masa de agua se levantó con gran furia y estrépito e
invadió toda la pradera. Ya veían los fugitivos la muerte ante sus
ojos. Entonces la mujer, angustiada, invocó el auxilio de la anciana y,
al instante, quedaron ambos transformados: ella, en sapo, y él en rana.
La inundación, al alcanzarlos, no pudo hacerles daño, aunque los separó,
arrastrándolos muy lejos el uno del otro.<br />
Al retirarse las aguas y tocar los dos de nuevo la tierra seca,
recobraron la forma humana; pero ninguno sabía dónde estaba el otro. Se
encontraban entre extranjeros, que no conocían su país. Separábanlos
altas montañas y profundos valles, y, para ganarse la comida, los dos
hubieron de hacerse pastores. Y así transcurrieron largos años,
guardando los rebaños y conduciéndolos por campos y bosques, llena el
alma de tristeza y nostalgia.<br />
Una vez la primavera hizo florecer de nuevo los prados salieron ambos el
mismo día con sus rebaños, y quiso el azar que tomara cada uno la
dirección del otro. Él avistó en una lejana ladera montañosa una manada
de ovejas, y condujo la suya hacia allí. Se encontraron en un valle y,
aunque no se reconocieron, sintieron cierto alivio al no hallarse tan
solos. Desde aquel día llevaron sus rebaños a un mismo sitio. Hablaban
poco, pero se sentían consolados. Una noche en que la luna brillaba en
el cielo, cuando ya dormían las ovejas, sacó el pastor la flauta de su
bolsillo y púsose a tocar una canción tan hermosa como triste. Al
terminar, observó que la pastora estaba llorando amargamente.<br />
- ¿Por qué lloras? - le preguntó.<br />
- ¡Ay! - respondió ella -. También brillaba la luna llena la última vez
en que, tocando yo esta misma canción, la cabeza de mi amado surgió de
las aguas del estanque.<br />
Miróla él y fue como si le cayese un velo de los ojos. Reconoció a su
amadísima esposa. Y cuando ella, a su vez, levantó los suyos a su
rostro, iluminado por la luz de la luna reconociólo también.
Abrazáronse, besáronse y... ¿es necesario preguntar si fueron felices?</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-67913653668571422712017-12-28T16:42:00.004-08:002017-12-28T16:42:57.141-08:00Los tres haraganes<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a data-ved="0ahUKEwjR1szzoLbRAhWCExoKHetfAn4QjRwIBw" href="http://www.google.es/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjR1szzoLbRAhWCExoKHetfAn4QjRwIBw&url=http%3A%2F%2Flascosasdejuampa1.blogspot.com%2F2012%2F03%2Fimagenes-para-photoscape-de-angeles-y_27.html&bvm=bv.143423383,d.d2s&psig=AFQjCNH2NNyTJb941zzIuIeOphTFF8776w&ust=1484092116719593" id="irc_mil" jsaction="mousedown:irc.rl;keydown:irc.rlk;irc.il;" style="border-image: none; border: 0px currentColor; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="Imagen relacionada" height="393" id="irc_mi" src="https://1.bp.blogspot.com/-OUnsJVaLxUY/T3G9LGKhcYI/AAAAAAAAScM/_nwsvTGK5UU/s1600/ANGELES+%2528336%2529.png" style="margin-top: 0px;" width="287" /> </a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">
Un rey tenía tres hijos, a los que quería por igual, por lo que no sabía
a quién de ellos legar el trono a su muerte. Al darse cuenta de que se
acercaba su última hora, llamólos junto a su lecho y les dijo:<br />
- Hijos míos muy queridos: he pensado una cosa y os la voy a decir. Heredará el trono aquel de los tres que sea más perezoso.<br />
Dijo entonces el mayor:<br />
- Padre, en ese caso, el reino me pertenece, pues soy tan perezoso que,
cuando me acuesto, no me decido a cerrar los ojos para dormir, aunque me
caiga una gota en ellos.<br />
Habló, a su vez, el segundo:<br />
- Padre, mío es el reino, pues es tal mi pereza que, cuando me siento
junto al fuego para calentarme, antes me quemo los talones que retirar
las piernas.<br />
Y el tercero:<br />
- Padre, yo digo que el trono es para mí, pues mi pereza es tal, que si
fuesen a ahorcarme y, teniendo ya el nudo en torno al cuello, alguien me
pusiera en la mano un cuchillo afilado para cortar la cuerda, antes
dejaría que me colgasen que levantar la mano hasta la cuerda.<br />
Al oír esto, el padre dijo:<br />
- Tú eres el que ha llevado la cosa más lejos. Por consiguiente, tú serás el Rey.</div>
<br />Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-32641178394119350152017-12-28T16:41:00.003-08:002017-12-28T16:41:51.566-08:00Los tres cirujanos<div style="text-align: center;">
<a data-cthref="http://www.google.es/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjjxIDjrMHWAhUCvBQKHYQNCIwQjRwIBw&url=http%3A%2F%2Feffetmer.centerblog.net%2Frub-tube-femme-7.html&psig=AFQjCNFF9G11JU6jsGy_nhpnLs0SeG3BKQ&ust=1506463285751092" data-ved="0ahUKEwjjxIDjrMHWAhUCvBQKHYQNCIwQjRwIBw" href="http://www.google.es/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjjxIDjrMHWAhUCvBQKHYQNCIwQjRwIBw&url=http%3A%2F%2Feffetmer.centerblog.net%2Frub-tube-femme-7.html&psig=AFQjCNFF9G11JU6jsGy_nhpnLs0SeG3BKQ&ust=1506463285751092" id="irc_mil" jsaction="mousedown:irc.rl;keydown:irc.rlk;irc.il;" style="border-image: none; border: 0px currentColor;"><img alt="Resultado de imagen de glitter hada" src="http://effetmer.e.f.pic.centerblog.net/0a29479b.png" height="448" id="irc_mi" style="margin-top: 0px;" width="293" /> </a></div>
Viajaban por esos mundos tres cirujanos castrenses, que creían conocer
muy bien su profesión, y entraron a pasar la noche en una posada.
Preguntóles el posadero de dónde venían y adónde se dirigían.<br />
- Vamos por el mundo ejerciendo nuestro arte - respondieron.<br />
- Mostradme, pues, de lo que sois capaces - dijo el patrón.<br />
El primero dijo que se cortaría la mano, y a la mañana siguiente
volvería a unirla al brazo y quedaría curado. El segundo se comprometió a
sacarse el corazón y volvérselo a poner por la mañana; y el tercero
dijo que se sacaría los ojos, y a la siguiente mañana los devolvería a
su lugar.<br />
- Si en realidad hacéis lo que decís, es que, en efecto conocéis vuestra
profesión - observó el posadero. Y es que los tres cirujanos tenían una
pomada capaz de curar cualquier herida; y llevaban siempre consigo un
frasco de ella.<br />
Cortáronse, pues, la mano, el corazón y los ojos, respectivamente, tal y
como habían dicho y, depositándolos en un plato, lo entregaron al
fondista, el cual, a su vez, lo pasó a una criada para que lo guardase
cuidadosamente en el armario. Pero la criada tenía, de escondidas, un
novio que era soldado. Cuando el dueño, los tres cirujanos y todos los
huéspedes se hubieron acostado, llegó el muchacho y pidió algo de comer,
y la criada, abriendo el armario de la despensa, le sirvió una cena; y
con la alegría de verse al lado de su novio, y poder charlar con él,
olvidóse de cerrar el armario.<br />
Mientras estaba tan contenta con su soldadito, sin pensar en que podría
ocurrirle nada malo, el gato se deslizó furtivamente en la cocina y,
encontrando abierta la puerta del armario, hízose con la mano, el
corazón y los ojos de los cirujanos y se escapó con ellos. Una vez
cenado el soldadito, la sirvienta quitó la mesa y, al disponerse a
cerrar el armario, se dio cuenta de que estaba vacío el plato que le
entregara el dueño para guardarlo.<br />
- ¡Desdichada de mí! ¿Y cómo me las arreglo ahora? - exclamó muy
asustada -. Han desaparecido la mano, el corazón y los ojos. ¡La que me
espera mañana!<br />
- No te preocupes - le dijo el soldado -; yo voy a arreglarlo. Ahí
fuera, en la horca, hay colgado un ladrón. Le cortaré una mano. ¿Cuál
era?<br />
- La derecha.<br />
Diole la muchacha un afilado cuchillo, y el hombre se fue a cortar la
mano del condenado. A continuación, cogió al gato y le sacó los ojos. Y
ya sólo faltaba el corazón.<br />
- ¿No habéis matado un cerdo y guardáis la carne en la bodega?<br />
- Sí - respondió la sirvienta.<br />
- Pues no hace falta más - dijo el soldado.<br />
Bajó a la bodega y trajo el corazón del cochino. La muchacha lo puso
todo en el plato y lo colocó en el armario, y cuando el novio se hubo
despedido, acostóse tranquilamente.<br />
Por la mañana, al levantarse los cirujanos pidieron a la criada que les
trajese el plato con la mano, el corazón y los ojos. Hizo ella lo que le
pedían, y el primero se aplicó la mano del ladrón, y, por efecto de la
milagrosa pomada quedó, en el acto, adherida al brazo. Los otros dos se
quedaron, respectivamente, con el corazón del cerdo y los ojos del gato.
El posadero, que había asistido a la operación, maravillóse de su arte y
declaró que jamás había visto prodigio semejante, y que los encomiaría y
recomendaría en todas partes. Ellos pagaron el hospedaje y se
marcharon.<br />
Durante el camino, el del corazón de cerdo, tan pronto como encontraba
un rincón se iba directamente a hozar en él, como es costumbre de los
cerdos. Sus compañeros hacían lo posible por retenerlo, cogiéndolo por
los faldones de la guerrera, pero todo era inútil; él se soltaba, para
precipitarse a los lugares más sucios. También el segundo se sentía algo
extraño, y, frotándose los ojos, decía al primero:<br />
- ¿Qué pasa, compañeros? Estos ojos no son los míos. No veo nada, guíame para que no me caiga.<br />
Y así continuaron, con penas y trabajos, hasta la noche, en que llegaron
a otra posada. Entraron juntos en la sala general, y vieron a un hombre
muy rico que estaba contando dinero en la mesa de una esquina. El de la
mano del ladrón dio unas vueltas frente a él, estiró dos o tres veces
el brazo y, en un momento en que el hombre se volvió, metió mano en el
dinero y se llevó un buen puñado.<br />
Violo el segundo y le dijo:<br />
- ¿Qué haces, compañero? No debes robar. ¡Qué vergüenza!<br />
- No he podido evitarlo - respondió el otro -. Me tira la mano y me fuerza a cogerlo, quiera o no.<br />
Fuéronse luego a dormir, y la habitación estaba tan oscura que no se
veía nada a dos dedos de distancia, cuando, de repente, el de los ojos
de gato despertó a sus compañeros, exclamando:<br />
- Hermanos, ¿no veis esos ratoncitos blancos que corren por ahí?.<br />
Incorporáronse los otros dos, pero no vieron nada; y entonces, dijo él:<br />
- Algo nos ocurre a los tres. Seguro que no nos devolvieron lo nuestro.
Tenemos que volver a la otra posada, en la que nos engañaron.<br />
A la mañana siguiente desandaron el camino de la víspera y dijeron al
hostelero que no les habían devuelto las partes de su cuerpo que les
pertenecían. El uno había recibido la mano de un ladrón; el segundo, los
ojos de un gato, y el tercero, un corazón de cerdo. Disculpóse el
posadero diciendo que debía ser cosa de la criada. Pero ésta, al ver
regresar a los tres, huyó por la puerta trasera y no volvió a aparecer
por aquellos lugares. Entonces los tres amigos le exigieron que los
compensase con una fuerte cantidad de dinero, amenazándole con incendiar
su casa. El hombre les dio cuanto poseía y algo más que logró reunir, y
los tres marcharon con lo necesario para el resto de su vida. Pero la
verdad es que hubieran preferido recobrar lo que les pertenecía.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-24784780875217107422017-12-28T16:40:00.000-08:002017-12-28T16:40:00.834-08:00San José en el bosque<div style="text-align: left;">
<div style="text-align: center;">
<img alt="Resultado de imagen de hada gif" class="irc_mi" height="350" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjUq6LX5IyzFjK0VRMhd-cuXFsBhAv6SUYvJ45xbbUne8XqTFMTIVIrButf9eGaL8qLeT-DAmp-PcUe6WmfuquLyI5FYhy13T3HSxSWUv5yGPTNMCfm3T3UM5P1Tc0sPMIWVTA4ANXDULF/s1600-r/hadas+favoritas+no+web+%2528181%2529.gif" style="margin-top: 22px;" width="350" /></div>
<div>
Érase una vez una madre que tenía tres hijas; la mayor era mala y
displicente; la segunda, pese a sus defectos, era ya mucho mejor, y la
tercera, un dechado de piedad y de bondad. La madre, cosa extraña,
prefería a la mayor, y, en cambio, no podía sufrir a la pequeña, por lo
cual solía mandarla a un bosque con objeto de quitársela de encima,
convencida de que un día u otro se extraviaría y nunca más volvería a
casa. Pero el ángel de la guarda, que vela por los niños buenos, no la
abandonaba, y siempre la conducía por el buen camino. Sin embargo, una
vez el angelito hizo como que se distraía, y la niña no logró encontrar
el sendero para regresar. Siguió caminando hasta el anochecer y, viendo a
lo lejos una lucecita, dirigióse a ella a toda prisa y llegó ante una
pequeña choza. Llamó, abrióse la puerta y, al franquearla, se encontró
ante una segunda puerta, a la cual llamó también. Acudió a abrirla un
hombre anciano, de aspecto venerable y blanquísima barba. Era el propio
San José, que le dijo, cariñoso:</div>
- Entra, pequeña, siéntate junto al fuego en mi sillita y caliéntate;
iré a buscarte agua límpida si tienes sed; pero, en cuanto a comida,
aquí en el bosque no tengo nada para ofrecerte, como no sean unas
raicillas que habrás de pelar y cocer.<br />
Dióle San José las raíces; la muchachita las raspó cuidadosamente y,
sacando luego el trocito de tortilla y el pan que le había dado su
madre, lo puso todo al fuego en un pucherito y lo coció en un puré.<br />
Cuando estuvo preparado, díjole San José:<br />
- ¡Tengo tanta hambre! ¿No me darías un poco de tu comida?<br />
La niña le sirvió de buen grado una porción mayor de la que se quedó
para sí misma; pero Dios bendijo su cena, y la muchachita quedó saciada.
Luego dijo el santo:<br />
- Ahora, a dormir; pero sólo tengo una cama. Tú te acuestas en ella, y yo me echaré en el suelo, sobre la paja.<br />
- No - respondió la niña -, tú te quedas con la cama; a mí me basta con la paja.<br />
Pero San José la cogió en brazos y la llevó a la camita, donde la
chiquilla se durmió después de haber rezado sus oraciones. Al
despertarse a la mañana siguiente, quiso dar los buenos días al viejo,
mas no lo vio. Lo buscó por todas partes sin lograr encontrarlo, hasta
que, finalmente, detrás de la puerta, descubrió un saco con dinero, tan
pesado, que apenas podía llevarlo; y encima estaba escrito que era para
la niña que había dormido allí aquella noche. Cargando con el saco,
emprendió el camino de vuelta a su casa, a la que llegó sin
contratiempo. Y como entregó todo el dinero a su madre, la mujer no pudo
por menos que darse por satisfecha. Al otro día entráronle ganas a la
hermana segunda de ir al bosque, y la madre le dio bastante más tortilla
y pan que a su hermanita la víspera. Discurrieron las cosas como con la
pequeña. Llegó al anochecer a la cabaña de San José, quien le dio
raíces para cocerlas, y, cuando ya estuvieron preparadas, le dijo
igualmente:<br />
- ¡Tengo hambre! Dame un poco de tu cena.<br />
Respondióle la muchacha:<br />
- Haremos partes iguales.<br />
Y cuando el santo le ofreció la cama, diciéndole que dormiría él sobre la paja, respondió la niña:<br />
- No, duerme en la cama conmigo; hay sitio para los dos.<br />
Pero San José la cogió en brazos, la acostó en la camita, y él se echó
sobre la paja. Por la mañana, al despertarse la niña, San José había
desaparecido, y la muchacha, detrás de la puerta, encontró un saquito,
de un palmo de largo, con dinero, y encima llevaba también escrito que
era para la niña que había pasado la noche en la casita. La chiquilla se
marchó con el saquito y, al llegar a su casa, lo entregó a su madre;
pero antes se había guardado, en secreto, dos o tres monedas.<br />
Picóse con todo esto la mayor, y se propuso ir también al bosque al día
siguiente. La madre le puso toda la tortilla y todo el pan que quiso la
muchacha, y, además, queso. Al atardecer encontróse con San José en la
choza, igual que sus hermanas. Cocidas las raíces, al decirle San José:<br />
- ¡Tengo hambre! Dame un poco de tu comida - replicó la muchacha:<br />
- Espera a que yo esté harta; te daré lo que me haya sobrado.<br />
Y se lo comió casi todo, y San José hubo de limitarse a rebañar el plato.<br />
El buen anciano le ofreció entonces su cama, brindándose él a dormir en
el suelo, y la muchacha aceptó sin remilgos, acostándose en el lecho y
dejando que el viejo durmiese en la dura paja. Al despertarse por la
mañana, no vio a San José en ninguna parte; mas no se preocupó por ello,
sino que fue directamente a buscar el saco de dinero detrás de la
puerta. Pareciéndole que había algo en el suelo y no pudiendo distinguir
lo que era, se agachó y dio de narices contra el objeto, el cual se le
quedó adherido a la nariz. Al levantarse se dio cuenta, con horror, de
que era una segunda nariz, pegada a la primera. Púsose a llorar y
chillar, pero de nada le sirvió; siempre veía aquellas narices de palmo
que tanto la afeaban. Salió corriendo y gritando hasta que alcanzó a San
José, y, cayendo de rodillas a sus pies, púsose a rogarle y suplicarle
con tanto ahínco, que el buen santo, compadecido, le quitó la nueva
nariz y le dio dos reales.<br />
Al llegar a la casa, recibióla en la puerta la madre y le preguntó:<br />
- ¿Qué regalo traes?<br />
Y ella, mintiendo, dijo:<br />
- Un gran saco de dinero; pero lo he perdido en el camino. ¡Perdido! -
exclamó la mujer -. Entonces tenemos que ir a buscarlo - y, cogiéndola
de la mano, quiso llevársela al bosque.<br />
Al principio, la muchacha lloró y se resistió a acompañarla; pero, al
fin, se fue con ella; mas por el camino las acometieron un sinfín de
lagartos y serpientes, de las que no pudieron escapar. A mordiscos
mataron a la niña mala; y, en cuanto a la madre, le picaron en un pie,
en castigo por no haber educado mejor a su hija</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-63047141858564382622017-12-28T16:37:00.002-08:002017-12-28T16:37:46.415-08:00El sastre en el cielo<img alt="Resultado de imagen de hada gif" class="irc_mi" src="http://www.gifs-animados.es/lineas/lineas/hadas/gifs-animados-hadas-5817211.gif" height="335" style="margin-top: 29px;" width="708" /><br />
Un día, en que el tiempo era muy hermoso, Dios Nuestro Señor quiso dar
un paseo por los jardines celestiales y se hizo acompañar de todos los
apóstoles y los santos, por lo que en el Cielo sólo quedó San Pedro. El
Señor le había encomendado que no permitiese entrar a nadie durante su
ausencia, y, así, Pedro no se movió de la puerta, vigilando. Al cabo de
poco llamaron, y Pedro preguntó quién era y qué quería.<br />
- Soy un pobre y honrado sastre -respondió una vocecita suave- que os ruega lo dejéis entrar. <br />
- ¡Sí -refunfuñó Pedro-, honrado como el ladrón que cuelga de la horca!
¡No habrás hecho tú correr los dedos, hurtando el paño a tus clientes!
No entrarás en el Cielo; Nuestro Señor me ha prohibido que deje pasar a
nadie mientras él esté fuera.<br />
- ¡Un poco de compasión! -suplicó el sastre-. ¡Por un retalito que cae
de la mesa! Eso no es robar. Ni merece la pena hablar de esto. Mirad,
soy cojo, y con esta caminata me han salido ampollas en los pies. No
tengo ánimos para volverme atrás. Dejadme sólo entrar; cuidaré de todas
las faenas pesadas: llevar los niños, lavar pañales, limpiar y secar los
bancos en que juegan, remendaré sus ropitas...<br />
San Pedro se compadeció del sastre cojo y entreabrió la puerta del
Paraíso, lo justito para que su escuálido cuerpo pudiese deslizarse por
el resquicio. Luego mandó al hombre que se sentase en un rincón, detrás
de la puerta, y se estuviese allí bien quieto y callado, para que el
Señor, al volver, no lo viera y se enojara. El sastre obedeció. Al cabo
de poco, San Pedro salió un momento; el sastre se levantó y,
aprovechando la oportunidad, se dedicó a curiosear por todos los
rincones del Cielo.<br />
Llegó, finalmente, a un lugar donde había unas sillas preciosísimas, y,
en el centro, un trono, todo de oro, adornado de reluciente pedrería,
mucho más alto que las sillas, que tenía delante un escabel, también de
oro. Era el sillón donde se sienta Nuestro Señor cuando está en casa, y
desde el cual puede ver cuanto ocurre en la Tierra.<br />
El sastre contempló atónito aquel sillón durante un buen rato, pues le
gustaba mucho más que todo lo que había visto. Al fin, impertinente como
era, no pudo dominarse más: se subió al trono y se sentó. Entonces vio
todo lo que estaba ocurriendo en la Tierra, y, así, pudo observar cómo
una vieja muy fea que lavaba en un arroyo, apartaba disimuladamente dos
pañuelos. El sastre, al verlo, se enfureció de tal modo que empuñó el
escabel de oro y lo arrojó, cielo a través, contra la vieja ladrona.
Pero luego se dio cuenta de que no podría recuperar el escabel, y se
bajó con disimulo del trono y volvió a su sitio detrás de la puerta, con
el aire de quien nunca ha roto un plato.<br />
Al regresar Nuestro Señor con su séquito celestial, no reparó en el
sastre sentado en la portería; pero al querer ocupar su asiento
habitual, echó a faltar el escabel. Preguntó a San Pedro adónde lo había
metido, mas el santo no le supo responder. Volvióle a preguntar
entonces si había permitido entrar a alguien.<br />
- No sé de nadie que haya estado aquí -contestó San Pedro-, excepto un sastre cojo que está sentado detrás de la puerta.<br />
Nuestro Señor mandó comparecer al sastre, y le preguntó si se había llevado el escabel y qué había hecho con él.<br />
- ¡Oh, Señor! -respondió el sastre, alborozado-. Me he enfadado mucho,
porque en la Tierra he visto a una vieja lavandera que robaba dos
pañuelos, y le arrojé el escabel a la cabeza.<br />
- ¡Gran pícaro! -increpólo Nuestro Señor-. Si yo juzgase como tú haces,
¿qué sería de ti hace mucho tiempo? No tendría ni sillas, ni bancos, ni
trono, ni siquiera atizador del horno, porque todo lo habría arrojado
contra los pecadores. Desde este momento no seguirás en el Cielo, sino
que te quedarás afuera, en la puerta. ¡Así que, mira adónde vas! Aquí
nadie debe castigar sino yo, el Señor.<br />
San Pedro hubo de echar del Cielo al sastre, el cual, como tenía rotos
los zapatos y los pies llenos de ampollas, empujando un bastón se
dirigió al limbo, donde residen los soldados piadosos y lo pasan lo
mejor posible.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-25082298342098802942017-12-28T16:35:00.002-08:002017-12-28T16:35:14.092-08:00El Reyezuelo<div style="text-align: center;">
<img alt="Resultado de imagen de hada gif" class="irc_mi" height="393" src="https://media.giphy.com/media/8F7haZVsIX7jy/giphy.gif" style="margin-top: 0px;" width="291" /> </div>
<div style="text-align: left;">
En tiempos remotísimos todos los sonidos y ruidos tenían su sentido y
significación. Lo tenía el martillo del herrero al dar contra el yunque,
y el cepillo del carpintero al labrar la madera, y la rueda del molino
al ponerse en acción. Decía ésta, con su tableteo: "¡Ayúdanos, Señor
Dios! ¡Ayúdanos, Señor Dios!." Y si el molinero era un ladrón, al poner
en marcha el molino, hablaba éste en buen castellano y empezaba
preguntando, lentamente:<br />
- ¿Quién hay? ¿Quién hay? - y luego contestaba con rapidez -: ¡El
molinero! ¡El molinero! - y, finalmente, a toda velocidad -: ¡Roba sin
temor, roba sin temor! ¡Del tonel, tres sextos!<br />
Por aquellos tiempos, incluso las aves tenían su propio lenguaje,
inteligible para todo el mundo; hoy en día suena a gorjeos, chillidos o
silbidos y, en algunos pájaros, a música sin palabras. Pero he aquí que
se les metió a las aves en el meollo la idea de que necesitaban un jefe
que las mandase, y decidieron elegir un rey. Sólo una, el avefría, se
manifestó disconforme: siempre había vivido libre, y libre quería morir;
y, así, todo era volar de un lado para otro, angustiada y gritando:<br />
- ¿Adónde voy, adónde voy? - hasta que se retiró a los pantanos solitarios y desiertos, sin dejarse ver de sus semejantes.<br />
Las demás aves decidieron deliberar sobre el asunto, y una hermosa
mañana de mayo, saliendo de bosques y campos, se congregaron: el águila,
el pinzón, la lechuza, el grajo, la alondra, el gorrión... ¿Para qué
mencionarlas todas? Incluso acudieron el cuclillo y la abubilla, su
sacristán, así llamado porque siempre se deja oír unos días antes que la
abubilla. Y también compareció un pajarillo muy pequeñín, que todavía
no tenía nombre. La gallina, que, casualmente, no se había enterado del
asunto, admiróse al ver aquella enorme concentración:<br />
- Ca-ca-ca-cá, ¿qué pasa ahí? - púsose a cacarear. Pero el gallo la tranquilizó, explicándole el objeto de la asamblea.<br />
Decidióse que sería rey el que fuese capaz de volar a mayor altura. Una
rana de zarzal que contemplaba todo desde una mata, exclamó, en tono de
advertencia, al oír aquello:<br />
- ¡Natt-natt-natt! ¡Natt-natt-natt! -, convencida de que la decisión haría verter muchas lágrimas. Pero el grajo replicó:<br />
- ¡Cuark ok! -, significando que todo se resolvería pacíficamente.<br />
Acordaron que se efectuaría la prueba aquella misma mañana, para que nadie pudiese luego decir:<br />
- Yo habría volado más alto; pero llegó la noche y tuve que bajar.<br />
Ya de acuerdo, a una señal convenida elevóse en los aires aquel tropel
de aves. Levantóse una gran polvareda en el campo, prodújose un
estruendoso rumoreo y aleteo, y pareció como si una nube negra cubriese
el cielo. Las aves pequeñas no tardaron en quedar rezagadas; agotadas su
fuerzas, volvieron a la tierra. Las mayores resistieron más, aunque
ninguna pudo rivalizar con el águila, la cual subió tan alto que habría
podido sacar los ojos al sol a picotazos. Al ver que ninguna otra le
seguía, pensó: "¿Para qué subir más? Indudablemente, soy la reina," y
empezó a descender. Las demás aves, desde el suelo, la recibieron al
grito de:<br />
- ¡Tú serás nuestra reina; nadie ha volado a mayor altura que tú!<br />
- ¡Excepto yo! - exclamó el pequeñuelo sin nombre, que se había
escondido entre las plumas del águila. Y como no se había fatigado, pudo
seguir subiendo, tanto, que llegó a ver a Dios Nuestro Señor sentado en
su trono. Y, una vez arriba, recogió las alas y se dejó caer como un
plomo, gritando, con su voz fina y penetrante:<br />
- ¡Rey soy yo! ¡Rey soy yo!<br />
- ¿Tú nuestro rey? - protestaron las aves, airadas -. Has ganado con engaño y astucia.<br />
Y entonces pusieron otra condición. Sería rey aquel que fuese capaz de
meterse más profundamente en la tierra. ¡Era de ver cómo el ganso
restregaba el ancho pecho contra el suelo! ¡Con cuánto vigor abrió el
gallo un agujero! El pato fue el menos afortunado, pues si bien saltó a
un foso, torcióse las patas y echó a correr, anadeando, hasta la charca
próxima, mientras gritaba:<br />
- ¡Güek, güek! - que quiere decir: "¡mal negocio!." En cambio, el
pequeño sin nombre se buscó un agujero de ratón. Metióse en él, y desde
el fondo, gritó con su voz fina:<br />
- ¡Rey soy yo! ¡Rey soy yo!<br />
- ¿Tú nuestro rey? - repitieron las aves, más indignadas todavía -. ¿Piensas que van a valerte tus ardides?<br />
Y decidieron retenerlo prisionero en la madriguera, condenándolo a morir
de hambre. Para ello, encargaron de su custodia a la lechuza, con la
consigna de no dejar escapar al bribonzuelo, bajo pena de muerte. Al
llegar la noche, todas las aves, cansadas del ejercicio de vuelo a que
habían debido someterse, se retiraron a sus respectivas moradas, con sus
esposas e hijos; sólo la lechuza se quedó junto al agujero del ratón,
con los grandes ojos clavados en la entrada. Sin embargo, como también
ella se sintiera cansada, pensó: "Bien puedo cerrar un ojo; velaré con
el otro, y este diablillo no escapará de la ratonera." Y, así, cerró un
ojo, manteniendo el otro clavado en la madriguera. El pajarillo sacaba
de vez en cuando la cabeza con el propósito de escapar; mas la lechuza
seguía vigilante, y él no tenía más remedio que meterse de nuevo en el
escondite. Al cabo de un rato, la lechuza cambió de ojo para descansar
el primero, con la idea de relevarlos hasta que llegase la mañana. Pero
una vez que cerró uno, se olvidó de abrir el otro y se quedó dormida. El
pequeñuelo no tardó en darse cuenta de ello y se escapó.<br />
Desde entonces, la lechuza no puede dejarse ver durante el día; de lo
contrario, todas las demás aves la persiguen y la cosen a picotazos. De
aquí que únicamente salga a volar por la noche y de que odie y persiga a
los ratones, a causa de los agujeros que se abren. Tampoco el pajarillo
se presenta mucho en público, temeroso de perder la cabeza si lo cogen.
Se oculta entre los setos, y. cuando cree estar muy seguro, suele
gritar todavía:<br />
¡Rey soy yo! - por lo cual las demás aves lo llaman, en son de burla, el reyezuelo.<br />
Pero ninguna sintióse tan contenta como la alondra, pues no tenía que
obedecer al reyezuelo. En cuanto el sol aparece en el horizonte, se
eleva en los aires y canta:<br />
- ¡Ah, qué bello es! ¡Bello, bello! ¡Ah, qué bello es!</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-61878394502350034042017-12-28T16:33:00.001-08:002017-12-28T16:33:22.605-08:00El ratoncillo, el pajarito y la salchicha<div style="text-align: center;">
<br />
<a data-ved="0ahUKEwjPjtStobbRAhVFCBoKHa9QDWkQjRwIBw" href="http://www.google.es/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjPjtStobbRAhVFCBoKHa9QDWkQjRwIBw&url=http%3A%2F%2Ferexiel.blogspot.com%2F2010_02_01_archive.html&bvm=bv.143423383,d.d2s&psig=AFQjCNHBtKCbHpO8rI8uuwmX60rgB_9DXA&ust=1484092357012250" id="irc_mil" jsaction="mousedown:irc.rl;keydown:irc.rlk;irc.il;" style="border-image: none; border: 0px currentColor;"><img alt="Imagen relacionada" src="http://i48.tinypic.com/xfuo8h.jpg" height="393" id="irc_mi" style="margin-top: 0px;" width="347" /> </a><br />
<div style="text-align: left;">
Un ratoncillo, un pajarito y una salchicha hacían vida en común.
Llevaban ya mucho tiempo juntos, en buena paz y compañía y congeniaban
muy bien. La faena del pajarito era volar todos los días al bosque a
buscar leña. El ratón cuidaba de traer agua y poner la mesa, y la
salchicha tenía a su cargo la cocina.<br />
<br />
¡Cuando las cosas van demasiado bien, uno se cansa pronto de ellas! Así,
ocurrió que un día el pajarito se encontró con otro pájaro, a quien
contó y encomió lo bien que vivía. Pero el otro lo trató de tonto, pues
que cargaba con el trabajo más duro, mientras los demás se quedaban en
casita muy descansados pues el ratón, en cuanto había encendido el fuego
y traído el agua, podía irse a descansar en su cuartito hasta la hora
de poner la mesa. Y la salchicha no se movía del lado del puchero,
vigilando que la comida se cociese bien, y cuando estaba a punto, no
tenía más que zambullirse un momento en las patatas o las verduras, y
éstas quedaban adobadas, saladas y sazonadas. No bien llegaba el
pajarillo con su carga de leña, sentábanse los tres a la mesa y,
terminada la comida, dormían como unos benditos hasta la mañana
siguiente. Era, en verdad, una vida regalada.<br />
<br />
Al otro día el pajarillo, cediendo a las instigaciones de su amigo,
declaró que no quería ir más a buscar leña; estaba cansado de hacer de
criado de los demás y de portarse como un bobo. Era preciso volver las
tornas y organizar de otro modo el gobierno de la casa. De nada
sirvieron los ruegos del ratón y de la salchicha; el pájaro se mantuvo
en sus trece. Hubo que hacerlo, pues, a suertes; a la salchicha le tocó
la obligación de ir por leña, mientras el ratón cuidaría de la cocina, y
el pájaro, del agua.<br />
<br />
¿Veréis lo que sucedió? La salchichita se marchó a buscar leña; el
pajarillo encendió fuego, y el ratón puso el puchero; luego los dos
aguardaron a que la salchicha volviera con la provisión de leña para el
día siguiente. Pero tardaba tanto en regresar, que sus dos compañeros
empezaron a inquietarse, y el pajarillo emprendió el vuelo en su busca.
No tardó en encontrar un perro que, considerando a la salchicha buena
presa, la había capturado y asesinado. El pajarillo echó en cara al
perro su mala acción, que calificó de robo descarado, pero el can le
replicó que la salchicha llevaba documentos comprometedores, y había
tenido que pagarlo con la vida.<br />
<br />
El pajarillo cargó tristemente con la leña y, de vuelta a su casa, contó
lo que acababa de ver y de oír. Los dos compañeros quedaron muy
abatidos; pero convinieron en sacar el mejor partido posible de la
situación y seguir haciendo vida en común. Así, el pajarillo puso la
mesa, mientras el ratón guisaba la comida. Queriendo imitar a la
salchicha, metióse en el puchero de las verduras para agitarlas y
reblandecerlas; pero aún no había llegado al fondo de la olla que se
quedó cogido y sujeto, y hubo de dejar allí la piel y la vida.<br />
<br />
Al volver el pajarillo pidió la comida, pero se encontró sin cocinero.
Malhumorado, dejó la leña en el suelo de cualquier manera, y se puso a
llamar y a buscar, pero el cocinero no aparecía. Por su descuido, el
fuego llegó a la leña y prendió en ella. El pájaro precipitóse a buscar
agua, pero el cubo se le cayó en el pozo con él dentro, y, no pudiendo
salir, murió ahogado.</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-66176798389610862842017-12-28T16:30:00.001-08:002017-12-28T16:30:37.050-08:00La paja, la brasa y la alubia<br />
<img alt="Imagen relacionada" class="irc_mi" height="629" src="https://media.giphy.com/media/Y1YtQxNLwMDFm/giphy.gif" style="margin-top: 0px;" width="640" /><br />
<br />
Vivía en un pueblo una anciana que, habiendo recogido un plato de
alubias, se disponía a cocerlas. Preparó fuego en el hogar y, para que
ardiera más deprisa, lo encendió con un puñado de paja. Al echar las
alubias en el puchero, se le cayó una sin que ella lo advirtiera, y fue a
parar al suelo, junto a una brizna de paja. A poco, una ascua saltó del
hogar y cayó al lado de otras dos. Abrió entonces la conversación la
paja: "Amigos, ¿de dónde venís?" Y respondió la brasa: "¡Suerte que he
tenido de poder saltar del fuego! A no ser por mi arrojo, aquí se
acababan mis días. Me habría consumido hasta convertirme en ceniza."
Dijo la alubia: "También yo he salvado el pellejo; porque si la vieja
consigue echarme en la olla, a estas horas estaría ya cocida y
convertida en puré sin remisión, como mis compañeras." - "No habría
salido mejor librada yo," terció la paja. "Todas mis hermanas han sido
arrojadas al fuego por la vieja, y ahora ya no son más que humo. Sesenta
cogió de una vez para quitarnos la vida. Por fortuna, yo pude
deslizarme entre sus dedos." - "¿Y qué vamos a hacer ahora?" preguntó el
carbón. "Yo soy de parecer," propuso la alubia, "que puesto que tuvimos
la buena fortuna de escapar de la muerte, sigamos reunidos los tres en
amistosa compañía, y, para evitar que nos ocurra aquí algún otro
percance, nos marchemos juntos a otras tierras."<br />
<br />
La proposición gustó a las otras dos, y todos se pusieron en camino. Al
cabo de poco llegaron a la orilla de un arroyuelo, y, como no había
puente ni pasarela, no sabían como cruzarlo. Pero a la paja se le
ocurrió una idea: "Yo me echaré de través, y haré de puente para que
paséis vosotras." Tendióse la paja de orilla a orilla, y el ascua, que
por naturaleza era fogosa, apresuróse a aventurarse por la nueva
pasarela. Pero cuando estuvo en la mitad, oyendo el murmullo del agua
bajo sus pies, sintió miedo y se paró, sin atreverse a dar un paso más.
La paja comenzó a arder, y, partiéndose en dos, cayó al arroyo,
arrastrando al ascua, que, con un chirrido, expiró al tocar el agua. La
alubia, que, prudente, se había quedado en la orilla, no pudo contener
la risa ante la escena, y tales fueron sus carcajadas, que reventó.
También ella habría acabado allí su existencia; pero quiso la suerte
que, un sastre que iba de viaje, se detuviese a descansar a la margen
del riachuelo. Como era hombre de corazón compasivo, sacó hilo y aguja y
le cosió el desgarrón. La alubia le dio las gracias del modo más
efusivo; pero como el sastre había usado hilo negro, desde aquel día
todas las alubias tienen una costura negra.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-39021332942633559112017-12-28T16:26:00.004-08:002017-12-28T16:27:04.994-08:00La lámpara azul<div style="text-align: center;">
<a data-cthref="/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwiA2Z_qosHWAhUDsBQKHcDNBqAQjRwIBw&url=https%3A%2F%2Fwww.pinterest.com%2Fpin%2F299911656416056588%2F&psig=AFQjCNEbbaAdTjwUXr-83ACAgBcJ9D7Esg&ust=1506460913433362" data-ved="0ahUKEwiA2Z_qosHWAhUDsBQKHcDNBqAQjRwIBw" href="https://www.google.es/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwiA2Z_qosHWAhUDsBQKHcDNBqAQjRwIBw&url=https%3A%2F%2Fwww.pinterest.com%2Fpin%2F299911656416056588%2F&psig=AFQjCNEbbaAdTjwUXr-83ACAgBcJ9D7Esg&ust=1506460913433362" id="irc_mil" jsaction="mousedown:irc.rl;keydown:irc.rlk;irc.il;" style="border-image: none; border: 0px currentColor;"><img alt="Resultado de imagen de glitter hada" height="448" id="irc_mi" src="https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/5a/55/80/5a55806e0cad66a94f109d9b22e143f0.png" style="margin-top: 0px;" width="439" /> </a></div>
Érase un soldado que durante muchos años había servido lealmente a su
rey. Al terminar la guerra, el mozo, que, debido a las muchas heridas
que recibiera, no podía continuar en el servicio, fue llamado a
presencia del Rey, el cual le dijo:<br />
- Puedes marcharte a tu casa, ya no te necesito. No cobrarás más dinero, pues sólo pago a quien me sirve.<br />
Y el soldado, no sabiendo cómo ganarse la vida, quedó muy preocupado y
se marchó a la ventura. Anduvo todo el día, y al anochecer llegó a un
bosque. Divisó una luz en la oscuridad, y se dirigió a ella. Así llegó a
una casa, en la que habitaba una bruja.<br />
- Dame albergue, y algo de comer y beber -pidióle- para que no me muera de hambre.<br />
- ¡Vaya! -exclamó ella-. ¿Quién da nada a un soldado perdido? No
obstante, quiero ser compasiva y te acogeré, a condición de que hagas lo
que voy a pedirte.<br />
- ¿Y qué deseas que haga? - preguntó el soldado.<br />
- Que mañana caves mi huerto.<br />
Aceptó el soldado, y el día siguiente estuvo trabajando con todo ahínco desde la mañana, y al anochecer, aún no había terminado.<br />
- Ya veo que hoy no puedes más; te daré cobijo otra noche; pero mañana
deberás partirme una carretada de leña y astillarla en trozos pequeños.<br />
Necesitó el mozo toda la jornada siguiente para aquel trabajo, y, al
atardecer, la vieja le propuso que se quedara una tercera noche.<br />
- El trabajo de mañana será fácil -le dijo-. Detrás de mi casa hay un
viejo pozo seco, en el que se me cayó la lámpara. Da una llama azul y
nunca se apaga; tienes que subírmela.<br />
Al otro día, la bruja lo llevó al pozo y lo bajó al fondo en un cesto.
El mozo encontró la luz e hizo señal de que volviese a subirlo. Tiró
ella de la cuerda, y, cuando ya lo tuvo casi en la superficie, alargó la
mano para coger la lámpara.<br />
- No -dijo él, adivinando sus perversas intenciones-. No te la daré hasta que mis pies toquen el suelo.<br />
La bruja, airada, lo soltó, precipitándolo de nuevo en el fondo del pozo, y allí lo dejó.<br />
Cayó el pobre soldado al húmedo fondo sin recibir daño alguno y sin que
la luz azul se extinguiese. ¿De qué iba a servirle, empero? Comprendió
en seguida que no podría escapar a la muerte. Permaneció tristemente
sentado durante un rato. Luego, metiéndose, al azar, la mano en el
bolsillo, encontró la pipa, todavía medio cargada. "Será mi último
gusto," pensó; la encendió en la llama azul y se puso a fumar. Al
esparcirse el humo por la cavidad del pozo, aparecióse de pronto un
diminuto hombrecillo, que le preguntó:<br />
- ¿Qué mandas, mi amo?.<br />
- ¿Qué puedo mandarte? -replicó el soldado, atónito.<br />
- Debo hacer todo lo que me mandes -dijo el enanillo.<br />
- Bien -contestó el soldado-. En ese caso, ayúdame, ante todo, a salir del pozo.<br />
El hombrecillo lo cogió de la mano y lo condujo por un pasadizo
subterráneo, sin olvidar llevarse también la lámpara de luz azul. En el
camino le fue enseñando los tesoros que la bruja tenía allí reunidos y
ocultos, y el soldado cargó con todo el oro que pudo llevar.<br />
Al llegar a la superficie dijo al enano:<br />
- Ahora amarra a la vieja hechicera y llévala ante el tribunal.<br />
Poco después veía pasar a la bruja, montada en un gato salvaje,
corriendo como el viento y dando horribles chillidos. No tardó el
hombrecillo en estar de vuelta:<br />
- Todo está listo -dijo-, y la bruja cuelga ya de la horca. ¿Qué ordenas ahora, mi amo?.<br />
- De momento nada más -le respondió el soldado-. Puedes volver a casa. Estáte atento para comparecer cuando te llame.<br />
- Pierde cuidado -respondió el enano-. En cuanto enciendas la pipa en la
llama azul, me tendrás en tu presencia. - Y desapareció de su vista.<br />
Regresó el soldado a la ciudad de la que había salido. Se alojó en la
mejor fonda y se encargó magníficos vestidos. Luego pidió al fondista
que le preparase la habitación más lujosa que pudiera disponer. Cuando
ya estuvo lista y el soldado establecido en ella, llamando al
hombrecillo negro, le dijo:<br />
- Serví lealmente al Rey, y, en cambio, él me despidió, condenándome a morir de hambre. Ahora quiero vengarme.<br />
- ¿Qué debo hacer? -preguntó el enanito.<br />
- Cuando ya sea de noche y la hija del Rey esté en la cama, la traerás aquí dormida. La haré trabajar como sirvienta.<br />
- Para mí eso es facilísimo -observó el hombrecillo-. Mas para ti es peligroso. Mal lo pasarás si te descubren.<br />
Al dar las doce abrióse la puerta bruscamente, y se presentó el enanito cargado con la princesa.<br />
- ¿Conque eres tú, eh? -exclamó el soldado-. ¡Pues a trabajar, vivo! Ve a buscar la escoba y barre el cuarto.<br />
Cuando hubo terminado, la mandó acercarse a su sillón y, alargando las piernas, dijo:<br />
- ¡Quítame las botas! - y se las tiró a la cara, teniendo ella que
recogerlas, limpiarlas y lustrarlas. La muchacha hizo sin resistencia
todo cuanto le ordenó, muda y con los ojos entornados. Al primer canto
del gallo, el enanito volvió a trasportarla a palacio, dejándola en su
cama.<br />
Al levantarse a la mañana siguiente, la princesa fue a su padre y le contó que había tenido un sueño extraordinario:<br />
- Me llevaron por las calles con la velocidad del rayo, hasta la
habitación de un soldado, donde hube de servir como criada y efectuar
las faenas más bajas, tales como barrer el cuarto y limpiar botas. No
fue más que un sueño, y, sin embargo, estoy cansada como si de verdad
hubiese hecho todo aquello.<br />
- El sueño podría ser realidad -dijo el Rey-. Te daré un consejo:
llénate de guisantes el bolsillo, y haz en él un pequeño agujero. Si se
te llevan, los guisantes caerán y dejarán huella de tu paso por las
calles.<br />
Mientras el Rey decía esto, el enanito estaba presente, invisible, y lo
oía. Por la noche, cuando la dormida princesa fue de nuevo transportada
por él calles a través, cierto que cayeron los guisantes, pero no
dejaron rastro, porque el astuto hombrecillo procuró sembrar otros por
toda la ciudad. Y la hija del Rey tuvo que servir de criada nuevamente
hasta el canto del gallo.<br />
Por la mañana, el Rey despachó a sus gentes en busca de las huellas;
pero todo resultó inútil, ya que en todas las calles veíanse chiquillos
pobres ocupados en recoger guisantes, y que decían:<br />
- Esta noche han llovido guisantes.<br />
- Tendremos que pensar otra cosa -dijo el padre-. Cuando te acuestes,
déjate los zapatos puestos; antes de que vuelvas de allí escondes uno;
ya me arreglaré yo para encontrarlo.<br />
El enanito negro oyó también aquellas instrucciones, y cuando, al llegar
la noche, volvió a ordenarle el soldado que fuese por la princesa,
trató de disuadirlo, manifestándole que, contra aquella treta, no
conocía ningún recurso, y si encontraba el zapato en su cuarto lo
pasaría mal.<br />
- Haz lo que te mando -replicó el soldado; y la hija del Rey hubo de
servir de criada una tercera noche. Pero antes de que se la volviesen a
llevar, escondió un zapato debajo de la cama.<br />
A la mañana siguiente mandó el Rey que se buscase por toda la ciudad el
zapato de su hija. Fue hallado en la habitación del soldado, el cual,
aunque -aconsejado por el enano- se hallaba en un extremo de la ciudad,
de la que pensaba salir, no tardó en ser detenido y encerrado en la
cárcel.<br />
Con las prisas de la huida se había olvidado de su mayor tesoro, la
lámpara azul y el dinero; sólo le quedaba un ducado en el bolsillo.
Cuando, cargado de cadenas, miraba por la ventana de su prisión, vio
pasar a uno de sus compañeros. Lo llamó golpeando los cristales, y, al
acercarse el otro, le dijo:<br />
- Hazme el favor de ir a buscarme el pequeño envoltorio que me dejé en la fonda; te daré un ducado a cambio.<br />
Corrió el otro en busca de lo pedido, y el soldado, en cuanto volvió a
quedar solo, apresuróse a encender la pipa y llamar al hombrecillo:<br />
- Nada temas -dijo éste a su amo-. Ve adonde te lleven y no te preocupes. Procura sólo no olvidarte de la luz azul.<br />
Al día siguiente se celebró el consejo de guerra contra el soldado, y, a
pesar de que sus delitos no eran graves, los jueces lo condenaron a
muerte. Al ser conducido al lugar de ejecución, pidió al Rey que le
concediese una última gracia.<br />
- ¿Cuál? -preguntó el Monarca.<br />
- Que se me permita fumar una última pipa durante el camino.<br />
- Puedes fumarte tres -respondió el Rey-, pero no cuentes con que te perdone la vida.<br />
Sacó el hombre la pipa, la encendió en la llama azul y, apenas habían
subido en el aire unos anillos de humo, apareció el enanito con una
pequeña tranca en la mano y dijo:<br />
- ¿Qué manda mi amo?<br />
- Arremete contra esos falsos jueces y sus esbirros, y no dejes uno en
pie, sin perdonar tampoco al Rey, que con tanta injusticia me ha
tratado.<br />
Y ahí tenéis al enanito como un rayo, ¡zis, zas!, repartiendo estacazos a
diestro y siniestro. Y a quien tocaba su garrote, quedaba tendido en el
suelo sin osar mover ni un dedo. Al Rey le cogió un miedo tal que se
puso a rogar y suplicar y, para no perder la vida, dio al soldado el
reino y la mano de su hija.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-6785702079079202792017-12-28T16:24:00.000-08:002017-12-28T16:27:31.197-08:00La lehuga prodigiosa<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;">
<img alt="Imagen relacionada" class="irc_mi" src="https://media.giphy.com/media/5YOlmXX4mlnG0/source.gif" style="margin-top: 0px;" /></div>
<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
</div>
Érase una vez un cazador que se fue al bosque para dirigirse a su
paranza. Marchaba con el corazón alegre y lozano, y avanzaba silbando
canciones cuando se le apareció una fea viejecita, que le dijo:<br />
- Buenos días, querido cazador. Tú pareces alegre y satisfecho, y yo, en cambio, sufro hambre y sed. Dame una limosnita.<br />
Compadecióse el cazador de la pobre abuela, metió mano en el bolsillo y
le dio lo que le permitían sus medios. Al disponerse a seguir su camino,
detúvolo la vieja, diciéndole:<br />
- Atiende, cazador, a lo que voy a decirte. En vista de tu buen corazón,
quiero hacerte un regalo. Sigue adelante, y dentro de un rato llegarás a
un árbol, en cuya copa hay nueve pájaros, que sostienen y zarandean un
manto con las garras. Apúntales con la escopeta y dispara. Soltarán el
manto, y, además, caerá muerto uno de ellos. Llévate el manto, que está
encantado. En cuanto te lo cuelgues de los hombros, no tienes más que
pedir que te transporte al lugar que desees, y estarás en él en un abrir
y cerrar de ojos. Al pájaro muerto le sacas el corazón y te lo tragas, y
desde entonces, cada mañana, al levantarte, encontrarás una moneda de
oro debajo de la almohada.<br />
El cazador dio las gracias a la vieja, pensando: "Bonitas cosas me ha
prometido. ¡Con tal que sean verdad!." Pero he aquí que apenas había
avanzado un centenar de pasos, oyó sobre su cabeza un griterío y un piar
de pájaros entre las ramas, tan fuerte, que le hizo levantar la cabeza.
Y entonces vio una bandada de aves que la emprendían a picotazos y con
las garras contra una tela, peleándose como si se disputasen su
posesión.<br />
- ¡Es extraño! - exclamó el cazador -. Exactamente como me dijo la
viejecita -. Se descolgó la escopeta y disparó en medio del grupo,
produciéndose un gran revuelo de plumas. Los animales emprendieron el
vuelo con gran griterío, menos uno, que cayó muerto, y, con él, se
desprendió el manto. El cazador hizo entonces lo que le indicara la
vieja. Abrió el ave, sacóle el corazón y se lo tragó. Y llevóse también
el manto.<br />
A la mañana siguiente, al despertarse, acordándose de la promesa quiso
comprobar su veracidad. Y he aquí que, al levantar la almohada, allí
estaba, reluciente, la moneda de oro. Y, así, cada mañana encontró una
al levantarse. Recogió, pues, un buen montón de dinero, y, al fin, se
preguntó: "¿De qué me servirá todo este oro, si me quedo en casa? Me
marcharé a correr mundo."<br />
Despidióse de sus padres, se colgó del hombro el morral y la escopeta y
se puso en camino. Un día, atravesando un espeso bosque, vio alzarse, en
la llanura que seguía al bosque, un majestuoso palacio. En una de las
ventanas había una vieja y una hermosísima doncella, que miraba abajo.
La vieja era una hechicera y dijo a la muchacha:<br />
- Ahí sale del bosque un individuo que lleva en el cuerpo un maravilloso
tesoro. Tenemos que quitárselo, hijita. Mejor estará en nuestro poder
que en el suyo. Se ha tragado el corazón de un pájaro, gracias al cual
todas las mañanas encuentra una moneda de oro bajo la almohada.<br />
Instruyóla seguidamente acerca de cómo debía proceder y, en tono de amenaza y con mirada de enojo, le dijo:<br />
- ¡Si no me obedeces, te va a pesar!<br />
Al acercarse el cazador y ver a la doncella, dijo para sí: "He caminado
mucho; lo mejor será descansar en este magnífico palacio. Dinero no me
falta." Pero el verdadero motivo de su resolución era que se sentía
atraído por aquella bellísima muchacha.<br />
Llamó a la puerta, y fue recibido amablemente y atendido con toda
cortesía. Al cabo de poco estaba tan perdidamente enamorado de la
muchacha que no podía pensar sino en ella, ni ver sino por sus ojos; y,
así, hacía cuanto ella le exigía. Dijo entonces la vieja:<br />
- Es el momento de apoderarse del corazón del pájaro. Él no se dará cuenta de que ya no lo tiene.<br />
Preparó un brebaje y, una vez estuvo listo, lo vertió en una copa y lo
entregó a la muchacha para que lo hiciese beber al cazador. Díjole la
doncella:<br />
- ¡Anda, querido, brinda por mí!<br />
Levantó él la copa, y, tan pronto como hubo bebido, el corazón del ave saltó fuera de su cuerpo.<br />
La muchacha hubo de llevárselo en secreto y tragárselo a su vez, pues la
vieja así lo quiso. A partir de entonces, él ya no encontró más dinero
bajo la almohada. En cambio, aparecía debajo de la de ella, y la vieja
lo recogía cada mañana. Pero el mozo seguía tan enamorado y ciego, que
sólo pensaba en estar al lado de la muchacha.<br />
Dijo luego la bruja:<br />
- Ahora ya tenemos el corazón del pájaro; pero hemos de quitarle el manto prodigioso.<br />
Contestó la doncella:<br />
- No está bien. Basta con que haya perdido su riqueza.<br />
Pero la vieja dijo, muy enojada:<br />
- Un manto así es algo milagroso que raramente se encuentra en el mundo. Lo quiero para mí, y no hay más que hablar.<br />
Y dio sus instrucciones a la muchacha, amenazándole con que, si no le
obedecía, lo pasaría mal. La doncella no tuvo más remedio que someterse a
los mandatos de la bruja, y, asomándose a la ventana, púsose a
contemplar el vasto panorama con semblante triste.<br />
Preguntóle el cazador:<br />
- ¿Por qué estás tan afligida?<br />
- ¡Ay, tesoro mío! - respondió ella -. Allá enfrente está la montaña de
los granates, llena de las más ricas piedras preciosas, pero,
¡cualquiera las alcanza! Sólo las aves voladoras pueden llegar allí,
pero no los hombres.<br />
- Si no tienes más pena que ésa - dijo el cazador -, pronto te la quitaré del corazón.<br />
Y, cogiéndola bajo su manto, pidió ser trasladado a la montaña de los
granates. En un instante se encontraron en ella. Brillaban las preciosas
piedras por doquier, y era una gloria contemplarlas. Recogieron las más
hermosas y refulgentes. Pero la vieja, con sus artes diabólicas, había
hecho que el cazador sintiera una gran pesadez en los ojos, por lo cual
dijo a la muchacha:<br />
- Sentémonos un poco a descansar. Estoy tan rendido, que apenas si las piernas me sostienen.<br />
Sentáronse, apoyó él la cabeza en el regazo de la doncella y muy pronto
se quedó dormido. Quitóle entonces ella el manto de los hombros, se lo
puso sobre los propios, y, recogiendo todas las piedras preciosas, pidió
ser transportada a su casa.<br />
Al despertarse el cazador, vio que su amada lo había engañado, abandonándolo en aquella salvaje montaña.<br />
- ¡Ay! - exclamó -, ¡cuánta falsía hay en el mundo! - y sumido en
inquietud y tristeza, empezó a considerar su difícil situación. La
montaña pertenecía a unos gigantes, salvajes y monstruosos, que vivían
en ella haciendo de las suyas, y no había transcurrido mucho tiempo
cuando vio que se le acercaban tres hombrotes de aquéllos. Tumbóse en el
suelo, fingiendo dormir profundamente.<br />
Al llegar los gigantes, diole el primero con el pie diciendo:<br />
- ¿Qué bicho es éste que yace aquí?<br />
Dijo el segundo:<br />
- Aplástalo con el pie.<br />
Intervino el tercero, despectivo:<br />
- ¡No vale la pena! Dejadlo que viva. Aquí no puede seguir, y si sube hasta la cumbre, se lo llevarán las nubes.<br />
Y, dicho esto, prosiguieron su camino. Pero el cazador había oído sus
palabras y, no bien se hubieron alejado, levantóse y trepó hasta la
cima. Poco después de estar sentado en ella pasó flotando una nube y,
cogiéndolo en su seno, después de transportarlo por los aires, lo dejó
caer sobre un gran huerto rodeado de murallas, y el mozo se encontró en
el suelo, sin sufrir daño, entre coles y otras hortalizas.<br />
- Si al menos tuviese algo de comer. Estoy hambriento, y esto se pondrá
cada vez peor. Pero aquí no hay ni una triste pera, ni manzana, ni fruta
de ninguna clase. Todo son coles.<br />
Al fin, pensó: "En último extremo, puedo comer lechuga. No es muy
apetitosa, pero siempre me refrescará algo." Buscó una buena lechuga y
empezó a comerse las hojas blancas. Apenas había engullido un par de
bocados experimentó una sensación rarísima, como si cambiara de cuerpo.
Creciéronle cuatro patas, una gran cabezota y dos largas orejas, y vio,
con espanto, que se había transformado en asno. Pero como, a pesar de
ello, el hambre arreciaba, y la jugosa ensalada se avenía con su nueva
naturaleza, siguió comiendo con avidez. Llegó, finalmente, a otra
variedad de lechuga, y no bien la hubo probado se produjo en él una
nueva transformación y recobró su primitiva forma humana.<br />
Tumbóse entonces en el suelo y se durmió, pues estaba cansado. Al
despertarse, a la mañana siguiente, arrancó una cabeza de la lechuga
perniciosa y otra de la buena, pensando: "Me ayudará a llegar junto a
los míos y a castigar la deslealtad." Guardóse las hortalizas, saltó el
muro del huerto y se encaminó hacia el palacio de su amada. A los dos o
tres días de marcha llegó a él. Después de ennegrecerse el rostro de
modo que ni su propia madre lo hubiera reconocido, entró en el edificio y
pidió albergue:<br />
- Estoy cansadísimo - dijo -. Hoy no puedo dar ni un paso más.<br />
Preguntóle la bruja:<br />
- ¿Quién sois y en qué os ocupáis?<br />
- Soy mensajero del Rey - respondió él -, el cual me envió en busca de
la lechuga más sabrosa que crece bajo el sol. Tuve la fortuna de
encontrarla y la llevo conmigo; pero el sol es tan ardoroso que la
planta está a punto de marchitarse, y no sé si podré llegar con ella
hasta palacio.<br />
Al oír la vieja lo de la preciosa ensalada, entráronle ganas de comerla y dijo:<br />
- Buen campesino, dejadme probar esa lechuga maravillosa. - ¿Por qué no?
- respondió él. Traigo dos. Os daré una - y, abriendo su morral, sacó
la mala y se la entregó. La bruja no sospechó nada, y como la boca se le
hiciera agua con el afán de comerse aquel nuevo manjar, fuese
directamente a la cocina a prepararlo. Cuando ya lo tuvo a punto, no
pudiendo esperar la hora de la comida, cogió unas hojas y se las metió
en la boca. Apenas las hubo tragado perdió su figura humana y,
transformada en burra, echó a correr al patio. En éstas entró la criada
en la cocina, y al ver la ensalada aliñada y a punto de servir, cediendo
a su antigua costumbre de probar todos los platos, comióse también unas
hojas mientras la llevaba a la mesa. Inmediatamente actuó la virtud
milagrosa de la verdura. La moza se transformó, a su vez, en borrica y
corrió a reunirse con la vieja, tirando al suelo la fuente que contenía
la lechuga.<br />
Mientras tanto, el supuesto mensajero permanecía junto a la bella
muchacha, la cual, viendo que no llegaba la ensalada y sintiendo unos
deseos irresistibles de probarla, dijo:<br />
- ¡No sé qué pasa con esta lechuga!<br />
Y el cazador, pensando: "Seguramente ha hecho ya su efecto," le dijo:<br />
- Voy a la cocina a informarme.<br />
Al llegar abajo vio las dos borricas que corrían por el patio, y la
ensalada, en el suelo. "Muy bien - se dijo -; esas dos ya tienen lo
suyo." Recogió el resto de la lechuga, la puso en la fuente y fue a
servirla a la muchacha.<br />
- Yo mismo te traigo este delicioso manjar - le dijo -, para que no tengas que esperarte.<br />
Comió ella entonces, y al momento, igual que las otras, perdiendo la figura humana, corrió al patio transformada en burra.<br />
El cazador, después de lavarse el rostro para que las transformadas mujeres pudieran reconocerlo, bajó al patio y les dijo:<br />
- Ahora recibiréis el premio que se merece vuestra perfidia -, y ató a las tres de una soga y se las llevó a un molino.<br />
Llamó a una ventana, y el molinero se asomó para preguntarle qué deseaba.<br />
- Llevo aquí tres bestias muy reacias - dijo él -. No puedo seguir
guardándolas. Si queréis cuidar de ellas y tratarlas como yo os diga, os
pagaré lo que me pidáis.<br />
- ¿Por qué no? - respondióle el molinero -. Pero, ¿cómo debo tratarlas?<br />
Díjole entonces el cazador que a la burra vieja - que era la bruja - le
diese una vez de comer y tres palos cada día; a la mediana, la criada,
tres veces de comer y una de palos, y a la menor, la doncella, tres
veces de comer y ninguna de palos, pues no tuvo valor para hacer que
maltratasen a la muchacha. Luego regresó al palacio, donde encontró
cuanto necesitaba.<br />
A los pocos días presentóse el molinero para comunicarle que la burra
vieja, que no había recibido más que palos y sólo un pienso al día,
había muerto. - Las otras dos - prosiguió el hombre - viven y reciben
tres piensos diarios; mas parecen tan tristes, que no creo duren mucho
tiempo.<br />
Compadecióse el cazador y, sintiendo que se le había pasado el enojo,
dijo al molinero que las devolviese. Cuando llegaron, les dio de comer
lechuga de la buena, y en el acto recuperaron su forma humana. La
hermosa muchacha se hincó de rodillas ante él y le dijo:<br />
- ¡Ay, amadísimo mío, perdóname el mal que te hice, obligada por mi
madre! Fue contra mi voluntad, pues te quiero de todo corazón. Tu manto
prodigioso está colgado en un armario, y, en cuanto al corazón de
pájaro, voy a tomarme enseguida un vomitivo.<br />
Pero él le contestó:<br />
- Guárdalo, pues lo mismo da que lo posea uno que otro, ya que pienso tomarte por esposa.<br />
Y celebróse la boda, y vivieron felices hasta la hora de su muerte.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-29956980389569577892017-12-28T16:22:00.001-08:002017-12-28T16:22:12.508-08:00El horno de hierro<div style="text-align: center;">
<a data-cthref="/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjqgN-wrMHWAhVJOxQKHXy4AXYQjRwIBw&url=https%3A%2F%2Fwww.pinterest.com%2Fpin%2F436638126358035079%2F&psig=AFQjCNFF9G11JU6jsGy_nhpnLs0SeG3BKQ&ust=1506463285751092" data-ved="0ahUKEwjqgN-wrMHWAhVJOxQKHXy4AXYQjRwIBw" href="https://www.google.es/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjqgN-wrMHWAhVJOxQKHXy4AXYQjRwIBw&url=https%3A%2F%2Fwww.pinterest.com%2Fpin%2F436638126358035079%2F&psig=AFQjCNFF9G11JU6jsGy_nhpnLs0SeG3BKQ&ust=1506463285751092" id="irc_mil" jsaction="mousedown:irc.rl;keydown:irc.rlk;irc.il;" style="border-image: none; border: 0px currentColor;"><img alt="Imagen relacionada" height="448" id="irc_mi" src="https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/7d/34/5d/7d345d095fc4d8e5998815dcfd73db67.png" style="margin-top: 0px;" width="448" /> </a></div>
En aquellos tiempos en que aún solían realizarse los deseos, una vieja
hechicera encantó a un príncipe, condenándolo a vivir en un bosque
metido en un gran horno de hierro. Pasó en él muchos años, sin que nadie
pudiese redimirlo, cuando he aquí que un día se extravió una princesa
en aquel bosque, de tal modo que no lograba salir de él y encontrar el
camino de vuelta al reino de su padre. Al cabo de nueve días de andar
vagando por la selva, llegó ante la gran caja de hierro, y oyó que salía
de ella una voz que le preguntaba:<br />
- ¿De dónde vienes y adónde vas?<br />
Respondió la princesa:<br />
- He perdido el camino que conduce al reino de mi padre, y no puedo volver a casa.<br />
Dijo entonces el horno de hierro:<br />
- Te ayudaré a regresar a tu casa, en muy breve tiempo, si te
comprometes, por escrito, a hacer lo que te pida. Soy hijo de un rey más
poderoso que tu padre, y me casaré contigo.<br />
Espantóse ella, pensando: "¡Dios del cielo! ¿Qué haría yo con un
horno?." Pero como tenía grandes deseos de regresar al lado de los
suyos, suscribió la promesa. Díjole él:<br />
- Debes volver con un cuchillo, y abrir con él un agujero en el hierro.<br />
Diole luego un guía, que la acompañó sin pronunciar una sola palabra, y a las dos horas se hallaba en su casa.<br />
La vuelta de la princesa causó gran regocijo en palacio. El viejo rey la
abrazó y besó cariñosamente. Ella empero, con semblante triste y
desolado, le dijo:<br />
- Padre mío, ¡lo que me ha ocurrido! No habría logrado salir del inmenso
bosque salvaje, de no haberme topado con un horno de hierro, al cual he
debido prometer por escrito que volvería para redimirlo y casarme con
él.<br />
Asustóse el Rey hasta tal punto, que por poco cae desmayado, pues era su
única hija. Tras deliberar, convinieron en que, en su lugar, enviarían a
la hija del molinero, que era una muchacha lindísima. Condujéronla
hasta el horno y, dándole un cuchillo, ordenáronle que raspase el hierro
hasta agujerearlo. Estuvo la moza trabajando por espacio de
veinticuatro horas, sin conseguir hacer la menor mella en el hierro. Al
clarear el alba, una voz surgida del interior del horno, dijo:<br />
- Me parece que empieza a ser de día.<br />
- También a mí me lo parece - respondió la muchacha -. Creo que oigo el ruido del molino de mi padre.<br />
- Entonces tú eres le hija del molinero. Márchate, y di a la princesa que venga.<br />
Fue la muchacha a comunicar al anciano rey que el del bosque no la
quería a ella, sino a la princesa. Al oírlo asustóse el Rey, y su hija
se echó a llorar. Pero les quedaba todavía la hija de un porquerizo, que
era aún más hermosa que la molinera, y resolvieron ofrecerle una
cantidad de dinero para que sustituyese a la princesa y fuese en su
lugar al horno del bosque. Acompañáronla hasta allí, y la muchacha se
pasó también veinticuatro horas raspando sin obtener resultado alguno.<br />
Al amanecer volvió a sonar la voz que salía del horno:<br />
- Me parece que empieza a ser de día.<br />
- También a mí me lo parece - respondió ella -. Creo que oigo sonar el cuerno de mi padre.<br />
- Entonces tú eres la hija del porquerizo. Vete inmediatamente a decir a
la princesa que venga, y recuérdale que le ocurrirá lo que le prometí, y
que, si no viene, todo el reino caerá en ruinas y no quedará piedra
sobre piedra.<br />
Al oír estas palabras, la princesa prorrumpió a llorar. Pero no había
otro remedio: había que cumplir lo prometido. Despidióse de su padre y
se encaminó al bosque, provista de un cuchillo. Llegado que hubo al
lugar, púsose a rascar, y el hierro cedió fácilmente, de modo que al
cabo de dos horas había abierto ya un pequeño orificio en la plancha.
Mirando por él, vio en el interior a un joven tan hermoso y tan
brillante de oro y piedras preciosas, que su alma quedó prendada en el
acto. Siguió raspando sin parar, hasta que el agujero fue ya lo bastante
grande para que el príncipe pudiese salir por él.<br />
Díjole entonces el doncel:<br />
- Eres mía, y yo soy tuyo; eres mi prometida y me has redimido.<br />
Y quiso llevársela directamente a su reino; pero ella le rogó que le
permitiese ir a despedirse de su padre. Avínose él, con la condición de
que no hablase con su padre más de tres palabras, regresando acto
seguido. Se fue la princesa y habló más de lo convenido. Y en el mismo
instante desapareció el horno, siendo transportado a un lugar
remotísimo, sobre montañas de cristal y cortantes espadas. Sin embargo,
el hijo del Rey estaba desencantado.<br />
Despidióse la princesa de su padre y, llevándose algo de dinero, volvió
al inmenso bosque. Mas, por mucho que buscó el horno, no lo encontró en
ninguna parte. Al cabo de nueve días de vagar por aquellos lugares su
hambre era tan grande que la muchacha sentíase desfallecer por momentos.
Al llegar el crepúsculo encaramóse a un pequeño árbol, con intención de
pasar en él la noche, pues temía a las fieras de la selva. A media
noche descubrió a lo lejos una lucecita, y pensó: "Seguramente, allí
estaría a salvo." Bajó del árbol y se dirigió al lugar donde viera la
luz, y durante el camino iba rezando. Llegó a una casita rodeada de
abundante hierba y que tenía delante un montoncito de leña. " ¡Ay! -
pensó -, ¿dónde habré venido a parar?." Miró por la ventana, y vio en el
interior sapos grandes y chicos y una mesa magníficamente preparada,
con vino y asados; y las copas eran de plata. Cobrando ánimos, dio unos
golpecitos en los cristales. Inmediatamente gritó el sapo gordote:<br />
<br />
"Ama verde y tronada.<br />
pata arrugada<br />
trasto de mujer<br />
que no sirve para nada:<br />
quien hay ahí fuera, presto ve a ver."<br />
<br />
Salió a abrir un sapo pequeñito. Al entrar la princesa, diéronle todos la bienvenida y la invitaron a sentarse, preguntándole:<br />
- ¿De dónde venís y adónde vais?<br />
Contóle ella todo lo que le había sucedido, y cómo, por haber faltado a
la prohibición de hablar más de tres palabras, no encontraba ahora el
horno con el príncipe. Díjoles también que su propósito era buscarlo por
montes y valles, hasta encontrarlo. Habló entonces el sapo gordo:<br />
<br />
"Ama verde y tronada,<br />
pata arrugada,<br />
trasto de mujer<br />
que no sirve para nada:<br />
aquella caja grande me vas a traer."<br />
<br />
Fue el pequeño a saltitos, y volvió enseguida con la caja.<br />
Sirviéronle luego la cena, y, cuando ya hubo comido y bebido, la
acompañaron a una cama primorosamente hecha, toda de seda y terciopelo,
en la que se acostó y durmió toda la noche en santa paz. Al llegar el
nuevo día, levantóse, y el viejo sapo le dio tres agujas que sacó de la
gran caja, diciéndole que se las llevase, que las necesitaría, pues
debería atravesar una alta montaña de cristal, tres cortantes espadas y
un gran río; si lograba salvar aquellos obstáculos, recuperaría a su
amado. Diole, además, otros objetos, recomendándole los guardase con
gran cuidado: una rueda de arado y tres nueces. Con todo ello se marchó
la doncella, y, al llegar a la montaña de cristal, tan lisa y
resbaladiza, metióse las tres agujas, primero, detrás de los pies y
luego delante, y así pudo pasar. Y una vez hubo pasado, guardólas en un
lugar que procuró grabarse en la memoria. Al encontrarse después frente a
las cortantes espadas, púsose sobre la rueda del arado y pasó rodando
por encima de ellas. Finalmente, llegó a un caudaloso río y, cuando lo
hubo cruzado, a un vasto y hermoso palacio. Entró en él y pidió empleo,
presentándose como una pobre muchacha que deseaba servir; pero bien
sabía que allí habitaba el príncipe a quien redimiera del horno en el
bosque. Fue admitida corno ayudante de cocina, por un reducido salario.<br />
Era el caso que el príncipe tenía ya a otra prometida, con quien iba a
casarse, pues creía que la primera había muerto ya. Al ir a lavarse y
arreglarse la doncella, al anochecer, encontró en el bolsillo las tres
nueces que le diera el viejo sapo y, cascando una con los dientes para
extraer su contenido, he aquí que salió un primoroso vestido, digno de
una princesa. Al enterarse de ello la novia, acudió a examinar la prenda
y, deseosa de comprarla, dijo:<br />
- Éste no es un vestido propio para una criada.<br />
Contestóle la otra que no quería venderlo, pero que se lo regalaría a
cambio de una cosa: que le permitiese dormir una noche en la habitación
de su novio. Avínose la prometida, pues el vestido era precioso, y ella
no tenía ninguno igual. Al llegar la noche, dijo a su novio:<br />
- Esa estúpida quiere dormir en tu aposento.<br />
- Si estás conforme, yo también lo estoy - replicó el príncipe.<br />
Pero ella le dio a beber un vaso de vino que contenía un narcótico.
Quedaron, pues, los dos en la misma habitación, pero sumido él en un
sueño tan profundo, que no hubo medio de despertarlo. La doncella se
pasó la noche entre llanto y exclamaciones:<br />
- Te libré del bosque salvaje y del horno de hierro. Para llegar hasta
ti hube de salvar una montaña de cristal, pasar por encima de afiladas
espadas y a través de un caudaloso río. ¡Y ahora te niegas a escucharme!<br />
Los criados, de guardia ante la puerta, la oyeron llorar y lamentarse, y
a la mañana siguiente se lo dijeron a su señor. A la tarde siguiente
rompió la segunda nuez, encontrando en ella un vestido más bello aún; y
la novia también quiso comprarlo. Pero la muchacha no admitió dinero; en
cambio, cedió la prenda a condición de poder pasar una segunda noche en
la alcoba de su amado. La novia volvió a suministrarle un somnífero,
quedándose él dormido como un tronco, incapaz de enterarse de nada. La
muchacha se pasó también aquella noche llorando y repitiendo sus
lamentaciones:<br />
- Te libré del bosque salvaje y del horno de hierro. Para llegar hasta
ti hube de salvar una montaña de cristal, pasar por encima de cortantes
espadas y atravesar un gran río. ¡Y sigues sin querer escucharme!<br />
Los criados, desde el otro lado de la puerta, oyeron sus lamentos, y por
la mañana volvieron a decirlo a su señor. Y a la tercera tarde, después
de lavarse y asearse, abrió la nuez que le quedaba, y apareció un
vestido aún más hermoso, centelleante de oro puro. Quiso la novia
quedarse con él, y de nuevo la muchacha se lo cedió a cambio de la
autorización de dormir en el aposento del príncipe. Éste, empero, vertió
el narcótico en vez de bebérselo, y cuando la doncella empezó a llorar y
exclamarse:<br />
- Tesoro mío, yo te salvé del bosque salvaje y terrible y del horno de hierro - incorporándose el príncipe bruscamente, le dijo:<br />
- Tú eres mi verdadera prometida. ¡Tú eres mía y yo soy tuyo!<br />
Y aquella misma noche subió con ella a una carroza, después de haber
quitado las ropas a la otra, por lo cual no pudo levantarse. Al llegar
al anchuroso río lo cruzaron en una barca; luego atravesaron las tres
cortantes espadas sobre la rueda del arado y se sirvieron de las agujas
para salvar la montaña de cristal. Finalmente, fueron a parar a la vieja
casita, y al entrar en ella se transformó en un gran palacio. Los sapos
quedaron desencantados, recuperando su primitiva condición de
príncipes, y hubo inmenso regocijo. Celebróse la boda, y la pareja se
quedó en el palacio, que era mucho más espacioso que el del padre de
ella. Pero como el viejo se quejaba de su soledad, fueron en su busca y
se lo trajeron con ellos, y, así, tuvieron dos reinos y vivieron en la
mayor felicidad.<br />
<br />
Y un ratoncito llegó,<br />
y el cuento se acabó.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-59693957735732281452017-12-28T16:18:00.002-08:002017-12-28T16:20:21.336-08:00Gente lista <div style="text-align: center;">
<img alt="Resultado de imagen de hada gif" class="irc_mi" height="393" src="http://sonferrer.com/arte_gif/hadas/143.gif" style="margin-top: 0px;" width="283" /> </div>
<br />
Un buen día sacó un campesino del rincón su vara de ojaranzo y dijo a su mujer:<br />
- Lina, me marcho de viaje y no regresaré antes de tres días. Si,
entretanto, viene el ganadero y quiere comprar nuestras tres vacas, se
las puedes vender por doscientos ducados. Ni uno menos, ¿entiendes?<br />
- Márchate en el nombre de Dios - respondióle su esposa -; lo haré como dices.<br />
- Mira - advirtióle el hombre - que desde niña eres dura de meollo y
siempre lo serás. Pero atiende bien a lo que te digo. No hagas
tonterías, o te pondré la espalda morada y no con pintura, sino con este
palo que tengo en la mano, y que te costará un año volver a tu color
natural, te lo garantizo.<br />
Y, con ello, el hombre se puso en camino.<br />
A la mañana siguiente se presentó el tratante, y la mujer no tuvo
necesidad de gastar muchas palabras. Cuando el mercader hubo examinado
el ganado y supo el precio, dijo:<br />
- Estoy dispuesto a pagarlo; estos animalitos lo valen. Me los llevo.<br />
Y, soltándolos de la cadena, los sacó del establo. Pero cuando se
dirigía con ellos a la puerta de la granja, la mujer, cogiéndole de la
manga, le dijo:<br />
- Antes tenéis que entregarme los doscientos ducados; de lo contrario no os los llevaréis.<br />
- Tenéis razón - respondió el ganadero -. Me olvidé de coger el bolso.
Pero no os preocupéis, que os daré una buena garantía de pago. Me
llevaré dos vacas y os dejaré la tercera en prenda; no está mal la
fianza.<br />
Así lo creyó la mujer, y dejó que el tratante se marchase con las dos
reses, pensando: "¡Qué contento va a ponerse Juan cuando sepa lo lista
que he sido!."<br />
A los tres días regresó el campesino, tal como había anunciado, y su primera pregunta fue si estaban vendidas las vacas.<br />
- Sí, marido mío - respondió la mujer -, y por doscientos ducados, como
me dijiste. Apenas los valían, pero el hombre se las quedó sin regatear.<br />
- ¿Dónde está el dinero?<br />
- No lo tengo todavía, pues el tratante se había olvidado el bolso; pero no tardará en traerlo; me ha dejado una buena fianza.<br />
- ¿Qué fianza?<br />
- Una de las tres vacas; no se la llevará hasta que haya pagado las
otras. No dirás que no he sido lista; fíjate: me he quedado con la más
pequeña, que es la que menos come.<br />
El hombre montó en cólera y, levantando el palo, se dispuso a propinarle la paliza prometida. Pero de pronto, bajándolo, dijo:<br />
- Eres la criatura más necia que Dios echó jamás sobre la Tierra; pero
me das lástima. Saldré al camino y esperaré tres días a ver si encuentro
a alguien que sea aún más tonto que tú. Sí lo encuentro, te ahorrarás
los palos; pero si no, prepárate a recibir la paga que te prometí, pues
no pienso dejar nada por saldar.<br />
Salió al camino y se puso a esperar los acontecimientos, sentado en una
piedra. En esto vio acercarse una carreta, guiada por una mujer, que iba
de pie en el centro, en vez de ir sentada en el montón de paja puesto
al lado, o de andar a pie conduciendo los bueyes. Pensó el hombre: "De
seguro que esa mujer es una de las personas que ando buscando." Se
levantó, pues, y se puso a correr de un lado a otro delante de la
carreta, como si no estuviera en sus cabales.<br />
- ¿Qué os pasa, compadre? - preguntó la mujer -. ¿De dónde venís, que no os conozco?<br />
- He caído del cielo - respondió el hombre - y no sé cómo volver allí. ¿No podríais llevarme?<br />
- No - contestó la mujer -, no sé el camino. Pero si venís del cielo,
seguramente podréis decirme qué tal lo pasa mi marido, que murió hace
tres años. Sin duda lo habréis visto.<br />
- Cierto que lo he visto; pero no todo el mundo lo pasa bien allí.
Vuestro marido guarda ovejas, y las benditas reses le dan mucha fatiga,
pues trepan a las montañas y se extravían por el bosque, y él no para de
correr tras ellas para reunirlas. Además, va muy roto; las ropas se le
caen a pedazos. Allí no hay sastres; San Pedro no deja entrar a ninguno;
ya debéis saberlo por los cuentos.<br />
- ¡Quién lo hubiera pensado! - exclamó la mujer -. ¿Sabéis qué? Iré a
buscar su traje de los domingos, que aún está colgado en el armario, y
que él podrá llevar allí con mucha honra. Me vais a hacer el favor de
llevárselo.<br />
- ¡Ni pensarlo! - replicó el campesino -; en el cielo nadie lleva traje; se lo quitan a uno al pasar la puerta.<br />
- ¡Oídme! - dijo la mujer -. Ayer vendí el trigo, y por una bonita suma;
se la enviaré. Si os metéis el dinero en el bolsillo, nadie lo notará.<br />
- Si no hay otro remedio - respondió el labrador -, estoy dispuesto a haceros este favor.<br />
- Pues aguardadme aquí - dijo ella -; vuelvo a casa por la bolsa y no
tardaré en volver. Voy de pie en la carreta, en lugar de sentarme sobre
la paja, para que los bueyes no tengan que llevar tanto peso.<br />
Y puso en marcha a los animales, mientras el campesino pensaba: "Esta
mujer es tonta de capirote; si de verdad me trae el dinero, la mía podrá
considerarse afortunada, pues se habrá ahorrado los palos." Al cabo de
poco rato volvió la campesina corriendo con el dinero, y lo metió ella
misma en el bolso del hombre. Al despedirse, diole las gracias mil y mil
veces por su complacencia.<br />
Cuando la mujer llegó nuevamente a su casa, su hijo acababa de regresar
del campo. Contóle las extrañas cosas que había oído, y añadió:<br />
- Me alegro mucho de haber encontrado esta oportunidad de poder enviar
algo a mi pobre marido. ¿Quién habría pensado jamás que en el cielo
pudiese faltarle algo?<br />
El hijo se quedó profundamente admirado.<br />
- Madre - dijo -, eso de que uno baje del cielo no ocurre todos los
días. Salgo a buscar a ese hombre; me gustaría saber cómo andan de
trabajo por allí.<br />
Y ensilló el caballo y partió a buen trote. Encontró al campesino bajo
un árbol cuando se disponía a contar el dinero de la bolsa.<br />
- ¿No habéis visto a un hombre que venía del cielo? - preguntóle el mozo.<br />
- Sí - respondió el labrador -, pero se ha vuelto ya, tomando un atajo
que pasa por aquella montaña. Al galope, todavía podréis alcanzarlo.<br />
- ¡Ay! - exclamó el mozo -. Estoy rendido de trabajar todo el día, y el
venir hasta aquí ha acabado con mis fuerzas. Vos, que conocéis al
hombre, ¿queréis montar en mi caballo, ir en su busca y persuadirlo de
que vuelva aquí?<br />
"¡Ajá! - pensó el campesino - ¡he aquí otro que tiene flojos los tornillos!." Y, dirigiéndose al mozo, le dijo:<br />
- ¡Pues no faltaba más!<br />
Montó en el animal y emprendió un trote ligero. El muchacho se quedó
aguardándolo hasta la noche, pero el campesino no volvió. "Seguramente -
pensó el joven -, el hombre del cielo llevaría mucha prisa y no quiso
volver, y el campesino le habrá dado el caballo para que lo entregue a
mi padre." Y regresó a su casa y contó a su madre lo ocurrido: que había
enviado el caballo a su padre para que no tuviese que correr a pie de
un lado para otro.<br />
- Has hecho muy bien - respondióle la madre -. Tú aún tienes buenas piernas y puedes andar a pie.<br />
Cuando el campesino estuvo en su casa, puso el caballo en la cuadra
junto a la tercera vaca. subió adonde estaba su mujer, y le dijo:<br />
- Lina, has tenido suerte, pues he dado con dos que son aún más bobos
que tú. Por esta vez te ahorrarás la paliza; pero te la guardo para la
próxima ocasión.<br />
Y, encendiendo la pipa y arrellanándose en el sillón, prosiguió -: Ha
sido un buen negocio; por dos vacas flacas he obtenido un buen caballo y
un buen bolso de dinero. Si la tontería fuese siempre tan productiva,
habría que tenerla en alta estima.<br />
Tal fue el pensamiento del campesino. Pero estoy seguro de que tú prefieres a los listos.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-70329049487830250532017-12-28T16:16:00.000-08:002017-12-28T16:16:08.150-08:00La bola de cristal<div style="text-align: center;">
<img alt="Resultado de imagen de bola de cristal gif" class="irc_mi" height="366" src="https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/f8/9e/9f/f89e9faf879db25c60f7a2be9ba92d98.jpg" style="margin-top: 14px;" width="330" /></div>
Vivía en otros tiempos una hechicera que tenía tres hijos, los cuales se
amaban como buenos hermanos; pero la vieja no se fiaba de ellos,
temiendo que quisieran arrebatarle su poder. Por eso transformó al mayor
en águila, que anidó en la cima de una rocosa montaña, y sólo alguna
que otra vez se le veía describiendo amplios círculos en la inmensidad
del cielo. Al segundo lo convirtió en ballena, condenándolo a vivir en
el seno del mar, y sólo de vez en cuando asomaba a la superficie,
proyectando a gran altura un poderoso chorro de agua. Uno y otro
recobraban su figura humana por espacio de dos horas cada día. El tercer
hijo, temiendo verse también convertido en alimaña, oso o lobo, por
ejemplo, huyó secretamente.<br />
Habíase enterado de que en el castillo del Sol de Oro residía una
princesa encantada que aguardaba la hora de su liberación; pero quien
intentase la empresa exponía su vida, y ya veintitrés jóvenes habían
sucumbido tristemente. Sólo otro podía probar suerte, y nadie más
después de él. Y como era un mozo de corazón intrépido, decidió ir en
busca del castillo del Sol de Oro.<br />
Llevaba ya mucho tiempo en camino, sin lograr dar con el castillo,
cuando se encontró extraviado en un inmenso bosque. De pronto descubrió a
lo lejos dos gigantes que le hacían señas con la mano, y cuando se hubo
acercado, le dijeron:<br />
- Estamos disputando acerca de quién de los dos ha de quedarse con este
sombrero, y, puesto que somos igual de fuertes, ninguno puede vencer al
otro. Como vosotros, los hombrecillos, sois más listos que nosotros,
hemos pensado que tú decidas.<br />
- ¿Cómo es posible que os peleéis por un viejo sombrero? -exclamó el joven.<br />
- Es que tú ignoras sus virtudes. Es un sombrero milagroso, pues todo
aquel que se lo pone, en un instante será transportado a cualquier lugar
que desee.<br />
- Venga el sombrero -dijo el mozo-. Me adelantaré un trecho con él, y,
cuando llame, echad a correr; lo daré al primero que me alcance.<br />
Y calándose el sombrero, se alejó. Pero, llena su mente de la princesa,
olvidóse en seguida de los gigantes. Suspirando desde el fondo del
pecho, exclamó:<br />
- ¡Ah, si pudiese encontrarme en el castillo del Sol de Oro! -y, no bien
habían salido estas palabras de sus labios, hallóse en la cima de una
alta montaña, ante la puerta del alcázar.<br />
Entró y recorrió todos los salones, encontrando a la princesa en el
último. Pero, ¡qué susto se llevó al verla!. Tenía la cara de color
ceniciento, lleno de arrugas; los ojos, turbios, y el cabello, rojo.<br />
- ¿Vos sois la princesa cuya belleza ensalza el mundo entero?<br />
- ¡Ay! -respondió ella-, ésta que contemplas no es mi figura propia. Los
ojos humanos sólo pueden verme en esta horrible apariencia; mas para
que sepas cómo soy en realidad, mira en este espejo, que no yerra y
refleja mi imagen verdadera.<br />
Y puso en su mano un espejo, en el cual vio el joven la figura de la
doncella más hermosa del mundo entero; y de sus ojos fluían amargas
lágrimas que rodaban por sus mejillas.<br />
Díjole entonces:<br />
- ¿Cómo puedes ser redimida? Yo no retrocedo ante ningún peligro.<br />
- Quien se apodere de la bola de cristal y la presente al brujo,
quebrará su poder y me restituirá mi figura original. ¡Ay! -añadió-,
muchos han pagado con la vida el intento, y, viéndote tan joven, me
duele ver el que te expongas a tan gran peligro por mí.<br />
- Nada me detendrá -replicó él-, pero dime qué debo hacer.<br />
- Vas a saberlo todo -dijo la princesa-: Si desciendes la montaña en
cuya cima estamos, encontrarás al pie, junto a una fuente, un salvaje
bisonte, con el cual habrás de luchar. Si logras darle muerte, se
levantará de él un pájaro de fuego, que lleva en el cuerpo un huevo
ardiente, y este huevo tiene por yema una bola de cristal. Pero el
pájaro no soltará el huevo a menos de ser forzado a ello, y, si cae al
suelo, se encenderá, quemando cuanto haya a su alrededor, disolviéndose
él junto con la bola de cristal, y entonces todas tus fatigas habrán
sido inútiles.<br />
Bajó el mozo a la fuente, y en seguida oyó los resoplidos y feroces
bramidos del bisonte. Tras larga lucha consiguió traspasarlo con su
espada, y el monstruo cayó sin vida. En el mismo instante desprendióse
de su cuerpo el ave de fuego y emprendió el vuelo; pero el águila, o
sea, el hermano del joven, que acudió volando entre las nubes, lanzóse
en su persecución, empujándola hacia el mar y acosándola a picotazos,
hasta que la otra, incapaz de seguir resistiendo, soltó el huevo. Pero
éste no fue a caer al mar, sino en la cabaña de un pescador situada en
la orilla, donde en seguida empezó a humear y despedir llamas.
Eleváronse entonces gigantescas olas que, inundando la choza,
extinguieron el fuego. Habían sido provocadas por el hermano,
transformado en ballena, y, una vez el incendio estuvo apagado, nuestro
doncel corrió a buscar el huevo, y tuvo la suerte de encontrarlo. No se
había derretido aún, mas, por la acción del agua fría, la cáscara se
había roto y, así, el mozo pudo extraer, indemne, la bola de cristal.<br />
Al presentarse con ella al brujo y mostrársela, dijo éste: <br />
- Mi poder ha quedado destruido, y, desde este momento, tú eres rey del
castillo del Sol de Oro. Puedes también desencantar a tus hermanos,
devolviéndoles su figura humana.<br />
Corrió el joven al encuentro de la princesa y, al entrar en su aposento,
la vio en todo el esplendor de su belleza y, rebosantes de alegría, los
dos intercambiaron sus anillos.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-34899632860073733072017-12-28T16:13:00.001-08:002017-12-28T16:13:18.477-08:00Los dos hermanos<div style="text-align: center;">
<a data-ved="0ahUKEwi9_MPcoLbRAhXEtxoKHfb9BL0QjRwIBw" href="http://www.google.es/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwi9_MPcoLbRAhXEtxoKHfb9BL0QjRwIBw&url=http%3A%2F%2Fdescargasoloimagenes.blogspot.com%2F2014%2F04%2Fimagenes-de-hadas-de-amor-para-descargar.html&bvm=bv.143423383,d.d2s&psig=AFQjCNH2NNyTJb941zzIuIeOphTFF8776w&ust=1484092116719593" id="irc_mil" jsaction="mousedown:irc.rl;keydown:irc.rlk;irc.il;" style="border-image: none; border: 0px currentColor;"><img alt="Resultado de imagen de hada arbol glitter" height="393" id="irc_mi" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAFiVpq4sHBy3cupcRmX8rAnaQsfe-3JXAopNObRPiX3pHJwLi1IhCgGvwJUTQtRzlHLz5XfcUID37Xxc6YqRyAPPsPVkP1gLNRgYn2vFd2xH1p8Ot4atyw939xOGGrfeTk72ivcyg82CQ/s1600/imagenes-de-hadas-de-amor-para-descargar.+(1).png" style="margin-top: 0px;" width="365" /> </a><br />
<div style="text-align: left;">
Éranse una vez dos hermanos, rico uno, y el otro, pobre. El rico tenía
el oficio de orfebre y era hombre de corazón duro. El pobre se ganaba la
vida haciendo escobas, y era bueno y honrado. Tenía éste dos hijos,
gemelos y parecidos como dos gotas de agua. Los dos niños iban de cuando
en cuando a la casa del rico, donde, algunas veces, comían de las
sobras de la mesa.<br />
Sucedió que el hermano pobre, hallándose un día en el bosque, donde
había ido a coger ramas secas, vio un pájaro todo de oro, y tan hermoso
como nunca viera otro semejante. Cogió una piedra y se la tiró, pero
sólo cayó una pluma, y el animal escapó volando. Recogió el hombre la
pluma y la llevó a su hermano, quien dijo:<br />
- Es oro puro -y le pagó su precio.<br />
Al día siguiente encaramóse el hombre a un abedul, para cortar unas
ramas. Y he aquí que del árbol echó a volar el mismo pájaro, y al
examinar el hombre el lugar desde donde había levantado el vuelo,
encontró un nido, y, en él, un huevo, que era de oro. Recogió el huevo y
se lo llevó a su hermano, quien volvió a decir:<br />
- Es oro puro -y le pagó su precio. Pero añadió-: Quisiera el pájaro entero.<br />
Volvió el pobre al bosque, y vio de nuevo el ave posada en el árbol. La
derribó de una pedrada y la llevó a su hermano, quien le pagó por ella
un buen montón de oro.<br />
- Ahora ya tengo para vivir -pensó el hombre, y se fue a su casa muy satisfecho.<br />
El orfebre, que era inteligente y astuto, sabía muy bien qué clase de pájaro era aquél. Llamó a su esposa y le dijo:<br />
- Ásame este pájaro de oro, y pon mucho cuidado en no tirar nada, pues quiero comérmelo entero yo solo.<br />
El ave no era como las demás, sino de una especie muy maravillosa: quien
comiera su corazón y su hígado encontraría todas las mañanas una moneda
de oro debajo de la almohada. La mujer aderezó el pájaro
convenientemente y lo ensartó en el asador. Pero he aquí que, mientras
estaba al fuego, un momento en que la mujer salió de la cocina para
atender a otra faena, entraron los dos hijos del pobre escobero y,
poniéndose junto al asador, le dieron unas cuantas vueltas. Y al ver que
caían en la sartén dos trocitos del ave, dijo uno:<br />
- Nos comeremos estos pedacitos, pues tengo mucha hambre; nadie lo
notará -. Y se los comieron, uno cada uno. En aquel momento entró el
ama, y al ver que mascaban algo, los preguntó:<br />
- ¿Qué coméis?<br />
- Dos trocitos que cayeron del pájaro -respondieron.<br />
- ¡Son el corazón y el hígado! -exclamó espantada la mujer; y para que
su marido no los echara de menos y se enfadase, mató a toda prisa un
pollo, le arrancó el corazón y el hígado y los metió dentro del pájaro.
Cuando ya estuvo preparado el plato, sirviólo al orfebre, el cual se lo
merendó entero, sin dejar nada. Pero a la mañana siguiente, al levantar
la almohada para buscar la moneda de oro, no apareció nada.<br />
Los dos niños, por su parte, ignoraban la suerte que les había caído. Al
levantarse por la mañana, oyeron el sonido metálico de algo que caía al
suelo, y, al recogerlo, vieron que eran dos monedas de oro. Lleváronlas
a su padre, quien exclamó, admirado:<br />
- ¿Cómo habrá sido eso?<br />
Pero al ver que al día siguiente y todos los sucesivos se repetía el
caso, fue a contárselo a su hermano. Inmediatamente comprendió éste lo
ocurrido, y que los niños se habían comido el corazón y el hígado del
ave; y como era hombre envidioso y duro de corazón, queriendo vengarse,
dijo al padre:<br />
- Tus hijos tienen algún pacto con el diablo. No aceptes el oro ni los
dejes estar por más tiempo en tu casa, pues el maligno tiene poder sobre
ellos y puede acarrear tu propia pérdida.<br />
El padre temía al demonio, y, aunque se le partía el corazón, llevó a los gemelos al bosque y los abandonó en él.<br />
Los niños vagaban extraviados por el bosque, buscando el camino de su
casa; pero no sólo no lo hallaron, sino que se perdieron cada vez más.
Finalmente, toparon con un cazador, el cual les preguntó:<br />
- ¿Quiénes sois, pequeños?<br />
- Somos los hijos del pobre escobero -respondieron ellos, y le
explicaron a continuación que su padre los había echado de su casa
porque todas las mañanas había una moneda de oro debajo de las
respectivas almohadas.<br />
- ¡Toma! -exclamó el cazador-, nada hay en ello de malo, con tal que
sepáis conservaros buenos y no os deis a la pereza -. El buen hombre,
prendado de los niños y no teniendo ninguno propio, se los llevó a su
casa, diciéndoles-: Yo seré vuestro padre y os criaré.<br />
Y los dos aprendieron el arte de la caza, en tanto que su padre adoptivo
iba guardando las monedas de oro que cada uno encontraba al levantarse,
por si pudieran necesitarlas algún día. Cuando ya fueron mayores,
llevólos un día al bosque y les dijo:<br />
- Vais a hacer hoy vuestra prueba de tiro, para que pueda emanciparos y daros el título de cazadores.<br />
Encamináronse juntos a la paranza, donde permanecieron largo tiempo al
acecho; pero no se presentó ninguna pieza. El cazador levantó la vista
al cielo y descubrió una bandada de patos salvajes que volaba en forma
de triángulo, dijo, pues, a uno de los mozos:<br />
- Haz caer uno de cada extremo.<br />
Hízolo el muchacho, y así pasó su prueba de tiro. Al poco rato acercóse
una segunda bandada, que ofrecía la forma de un dos; el cazador mandó al
otro que derribase también uno de cada extremo, lo que el chico hizo
con igual éxito. Dijo entonces el padre adoptivo:<br />
- Os declaro emancipados; ya sois maestros cazadores.<br />
Internáronse luego los dos hermanos en el bosque y, celebrando consejo,
tomaron una resolución. Al sentarse a la mesa para cenar, dijeron a su
protector:<br />
- No tocaremos la comida ni nos llevaremos a la boca el menor bocado, hasta que nos otorguéis la gracia que queremos pediros.<br />
- ¿De qué se trata, pues? -preguntó él. Y ellos respondieron:<br />
- Hemos terminado nuestro aprendizaje; ahora tenemos que ver mundo; dadnos permiso para marcharnos.<br />
Replicó el viejo, gozoso:<br />
- Así hablan los bravos cazadores; lo que pedís era también mi deseo. Marchaos, tendréis suerte.<br />
Y cenaron y bebieron alegremente. Cuando llegó el día designado para la
partida, el padre adoptivo dio a cada uno una buena escopeta y un perro,
y todas cuantas monedas de oro quisieron llevarse. Acompañólos luego
durante un trecho, y, al despedirlos, les dio todavía un reluciente
cuchillo, diciéndoles:<br />
- Si algún día os separáis, clavad este cuchillo en un árbol en el lugar
donde vuestros caminos se separen. De este modo cada uno, cuando
regrese, podrá saber cuál ha sido el destino del otro; pues el lado
hacia el cual se dirigió, si está muerto, aparecerá lleno de herrumbre;
pero mientras viva, la hoja seguirá brillante.<br />
Siguieron andando los dos hermanos hasta que llegaron a un bosque, tan
grande, que en todo un día no pudieron salir de él. Pasaron, pues, allí
la noche, comiéndose luego las provisiones que llevaban en el morral;
anduvieron sin dar tampoco con la salida, y, como no les quedara nada
que comer, dijo uno:<br />
- Hemos de cazar algo si no queremos pasar hambre -y, cargando su
escopeta, dirigió una mirada a su alrededor. Viendo que pasaba corriendo
una vieja liebre, le apuntó el arma, pero el animal gritó:<br />
<br />
"Querido cazador, no acortes mis días,<br />
y a cambio te daré dos de mis crías."<br />
<br />
y, saltando entre los matorrales, compareció enseguida con dos lebratos;
pero los animalitos parecían tan contentos y eran tan juguetones, que
los cazadores no pudieron resignarse a matarlos. Los guardaron, pues,
con ellos, y los dos lebratos los siguieron dócilmente. Pronto se
presentó una zorra, y ellos se dispusieron a cazarla; pero el animal les
gritó:<br />
<br />
"Querido cazador, no acortes mis días,<br />
y a cambio te daré dos de mis crías."<br />
<br />
Y les trajo dos zorrillos que tampoco los cazadores tuvieron corazón
para matar; dejáronlos en compañía de los lebratos, y todos juntos
siguieron su camino. Al poco rato salió un lobo de la maleza, y los
cazadores le encararon la escopeta; pero el lobo les gritó:<br />
<br />
"Querido cazador, no acortes mis días,<br />
y a cambio te daré dos de mis crías."<br />
<br />
Los cazadores reunieron los lobeznos con los demás animalitos y
continuaron andando. Hasta que descubrieron un oso que, no sintiendo
tampoco deseos de morir, les gritó a su vez:<br />
<br />
"Querido cazador, no acortes mis días,<br />
y a cambio te daré dos de mis crías."<br />
<br />
Los dos oseznos pasaron a aumentar el séquito, formado ya por ocho
animales. ¿Quién diríais que vino, al fin? Pues nada menos que un león,
agitando la melena. Pero los cazadores, sin intimidarse, le apuntaron
con sus armas, y entonces la fiera les dijo también:<br />
<br />
"Querido cazador, no acortes mis días,<br />
y a cambio te daré dos de mis crías."<br />
<br />
Y cuando hubo dado sus cachorrillos, resultó que los cazadores tenían
dos leones, dos osos, dos lobos, dos zorras y dos liebres, todos los
cuales los seguían y servían. Pero, entretanto, el hambre arreciaba, por
lo que dijeron a las zorras:<br />
- Vamos a ver, vosotras, que sois astutas, procuradnos algo de comer; de esto sabéis bien.<br />
Y respondieron ellas:<br />
- No lejos de aquí hay un pueblo del que hemos sacado más de un pollo; os enseñaremos el camino.<br />
Llegaron al pueblo, compraron comida para ellos y para los animales y
prosiguieron su ruta. Las zorras conocían al dedillo la región, pues en
ella había muchos cortijos con averío, y pudieron guiar a los cazadores.<br />
Después de haber errado un tiempo sin poder encontrar ninguna colocación para los dos juntos, dijeron:<br />
- Esto no puede continuar; no hay más remedio que separarse.<br />
Repartiéronse los animales, de modo que cada uno se quedase un león, un
oso, un lobo, una zorra y una liebre, y luego se despidieron,
prometiéndose cariño fraternal hasta la muerte, y clavaron en un árbol
el cuchillo que les había dado su padre adoptivo. Hecho esto, el uno se
encaminó hacia Levante, y el otro, hacia Poniente.<br />
El menor llegó al cabo de poco a una ciudad, toda ella cubierta de
crespones negros. Alojóse en una hospedería, y preguntó al dueño si
podría admitir también a sus animales. El hostelero los condujo a un
establo que tenía un agujero en la pared, por el cual se escurrió la
liebre, para volver con una col, y luego la zorra, que se zampó una
gallina, y, a continuación, un gallo. Pero el lobo, el oso y el león,
siendo mucho más corpulentos, no pudieron pasar, por lo que el hostelero
los condujo a un prado, donde una vaca se hallaba echada sobre la
hierba, y de la que ellos dieron cuenta en un santiamén. Ya hartos sus
animales, el cazador preguntó al mesonero por qué estaba la ciudad tan
enlutada. A lo que respondió el hombre:<br />
- Porque mañana debe morir la única hija de nuestro Rey.<br />
- ¿Está, pues, enferma de muerte? -preguntó el cazador.<br />
- No -explicó el hostelero-, está fresca y sana, y, sin embargo, ha de morir.<br />
- ¿Cómo se entiende esto? -inquirió el forastero.<br />
- En las afueras de la ciudad se levanta una alta montaña, en la que
tiene su morada un dragón. El monstruo amenaza con devastar todo el
país, si todos los años no se le entrega una doncella virgen. Ya han
sido sacrificadas todas las de la nación, y solamente queda la hija del
Rey, por lo cual, irremisiblemente, ha de ser entregada, y ello se
verificará mañana.<br />
Dijo el joven:<br />
- ¿Y por qué no matan al dragón?<br />
- ¡Ay! -respondió el hostelero-, muchos caballeros lo intentaron, y
todos perdieron la vida en la empresa. El Rey ha prometido dar a su hija
por esposa y nombrar heredero del reino a quien acabe con el monstruo.<br />
El cazador no dijo nada más; pero a la mañana siguiente, llamó a sus
animales y emprendió con ellos el ascenso a la montaña del dragón. En la
cima se levantaba una pequeña iglesia, en cuyo altar había tres cálices
llenos y la siguiente inscripción: "quien se beba el contenido de los
cálices, se convertirá en el hombre más fuerte de la Tierra y será capaz
de manejar la espada que se halla enterrada en el umbral de la puerta."
El cazador no bebió, pero salió al exterior y buscó la espada; mas no
le fue posible moverla de su sitio. Entró de nuevo en la ermita y apuró
el contenido de los vasos; al instante adquirió la fuerza necesaria para
levantar el arma e incluso para blandirla con la mayor ligereza.<br />
Llegada la hora en que la doncella debía ser entregada al dragón,
tomaron el camino de la montaña, para acompañarla, el Rey, el mariscal y
los cortesanos. La princesa vio desde lejos al cazador en la cumbre y,
pensando que era el dragón que la aguardaba, se resistía a subir, pero,
al fin, tuvo que resignarse, ya que de otro modo habría sido destruida
la ciudad entera. El Rey y su séquito regresaron a palacio sumidos en
profunda tristeza; únicamente el mariscal hubo de quedarse para
presenciar desde lejos lo que ocurriera.<br />
Cuando la princesa llegó a la cumbre de la montaña, en vez del dragón se
encontró con el joven cazador, el cual le infundió ánimos, diciéndole
que estaba allí para salvarla, y la introdujo en la capilla,
encerrándola dentro. Poco después llegaba, con gran estrépito, el dragón
de siete cabezas. Al ver al cazador, díjole, sorprendido:<br />
- ¿Qué tienes tú que hacer en esta montaña?<br />
A lo cual respondió el mozo:<br />
- He venido a combatir contigo.<br />
- Muchos caballeros han dejado aquí la vida -replicó el monstruo-; no me
será difícil acabar contigo -y púsose a despedir fuego por sus siete
fauces. Aquel fuego hubiera prendido en la hierba seca y ahogado al
joven, de no haber acudido, corriendo, sus animales, que apagaron a
pisotones el incendio. Entonces el dragón se arrojó contra el cazador,
pero éste, blandiendo su espada con tal fuerza que hacía silbar el aire,
de un golpe le cercenó tres cabezas. ¡Con qué furor se irguió la fiera,
escupiendo llamas contra su enemigo y aprestándose a aniquilarlo! Pero
el otro, de un segundo mandoble, le cortó tres cabezas más. El monstruo,
casi agotado, cayó al suelo; pero, reuniendo sus últimas fuerzas,
embistióle aún por tercera vez; entonces el joven le cortó la cola.
Derribado ya el monstruo, llamó el cazador a sus animales, los cuales
acabaron de despedazarlo. Terminada la batalla, el cazador abrió la
puerta de la iglesia y encontró a la princesa tendida en el suelo sin
sentido, debido a la angustia y el espanto que sufriera durante el
combate. Sacóla fuera y, cuando volvió en sí y abrió los ojos, mostróle
el dragón descuartizado y le explicó que estaba libre y redimida.
Alegróse ella sobremanera:<br />
- Ahora serás mi amadísimo esposo -le dijo-, pues mi padre me prometió a aquel que matase al dragón.<br />
Y, acto seguido, desatándose su collar de corales, lo repartió entre sus
animales para recompensarlos, dando al león el brochecillo de oro. El
pañuelo en que estaba bordado su nombre lo entregó al cazador, quien,
después de cortar las lenguas de las siete cabezas del monstruo, las
envolvió en él y las puso a buen recaudo.<br />
Luego, sintiéndose rendido por el fuego y por la lucha, dijo a la doncella:<br />
- Los dos estamos cansados y agotados; vamos a dormir un rato.<br />
Asintió ella, y los dos se tendieron en el suelo; y el cazador dijo al león:<br />
- Tú velarás para que nadie nos sorprenda durante el sueño -y, al
instante, se quedaron dormidos. El león se echó junto a ellos para
vigilar; pero como él estaba también fatigado de la pelea, llamando al
oso le dijo:<br />
- Échate a mi lado, que voy a dormir un rato; si viniere alguien despiértame.<br />
Tendióse el oso, pero, fatigado a su vez, dijo al lobo:<br />
- Échate a mi lado, que voy a dormir un rato; si viniere alguien, despiértame.<br />
Echóse el lobo; pero como se sentía también cansado, llamó a la zorra y le dijo:<br />
- Échate a mi lado, que voy a dormir un rato; si viniere alguien, despiértame.<br />
Y la zorra se echó a su vez; pero, rendida igualmente, dijo a la liebre:<br />
- Échate a mi lado, que voy a dormir un rato; si viniere alguien, despiértame.<br />
Sentóse la liebre, que tampoco podía con su alma y no tenía quien
pudiese sustituirla; el caso es que se durmió. Y ya los tenemos a todos
dormidos: la princesa, el cazador, el león, el oso, el lobo, la zorra y
la liebre; ¡y dormidos como troncos!<br />
He aquí que el mariscal, encargado de observar lo que ocurriera desde
lejos, al no ver al dragón marcharse con la princesa y notar que en la
montaña reinaba una calma absoluta, haciendo de tripas corazón subió a
la cumbre. Allí yacía el dragón despedazado y, a poca distancia, la hija
del Rey con el cazador y los animales, todos durmiendo a pierna suelta.
Y como era un hombre malvado e impío, sacando su espada cortó la cabeza
al cazador y, sujetando por el brazo a la princesa, la obligó a
seguirlo al llano. Al despertar ella se asustó al oír que le decía el
mariscal:<br />
- Estás en mi poder y tienes que decir que fui yo quien mató al dragón.<br />
- No puedo hacer eso -respondió la doncella-, pues lo mataron el cazador y sus animales.<br />
Desenvainando entonces la espada, el malvado la amenazó con matarla si
no le obedecía, y le exigió que jurase hacerlo. Presentóse luego con
ella ante el Rey, cuya alegría fue indescriptible al ver viva a su
querida hija después de haberla creído destrozada por el monstruo. Dijo
el mariscal:<br />
- He matado al dragón, he liberado a la princesa y todo el reino; y así, la reclamo por esposa, tal y como prometisteis.<br />
Preguntó el Rey a la doncella:<br />
- ¿Es verdad lo que dice?<br />
- ¡Ay, sí! -respondió la muchacha-, bien debe de serlo, pero pido que no se celebre la boda hasta dentro de un año y un día.<br />
Confiaba en que durante aquel tiempo recibiría alguna noticia de su cazador.<br />
Mientras tanto, los animales seguían durmiendo junto a su amo muerto,
hasta que llegó volando un gran abejorro que se posó en la nariz de la
liebre, pero ésta lo ahuyentó con la pata sin despertarse. Vino el
abejorro por segunda vez, y la liebre volvió a sacudírselo; pero a la
tercera, el abejorro le clavó el aguijón en la nariz, y la despertó. No
bien se hubo despertado la liebre, corrió a llamar a la zorra, ésta al
lobo, el lobo al oso y el oso al león. Y al despertarse el león y ver
que la princesa había desaparecido y que su señor estaba muerto,
rugiendo pavorosamente, gritó:<br />
-¿Quién ha hecho esto? Oso, ¿por qué no me llamaste?<br />
Y el oso al lobo:<br />
- ¿Por qué no me llamaste?<br />
Y el lobo a la zorra:<br />
- ¿Por qué no me llamaste?<br />
Y la zorra a la liebre:<br />
- ¿Por qué no me llamaste?<br />
La pobre liebre fue la única que nada pudo responder, y hubo de cargar
con la culpa. Todos arremetieron contra ella, pero el animalillo,
excusándose, dijo:<br />
- No me matéis; yo resucitaré a nuestro amo. Sé una montaña donde crece
una hierba; quien la tenga en la boca, queda curado de todas sus
enfermedades y heridas. Sólo que esta montaña está a doscientas horas de
aquí.<br />
Habló entonces el león:<br />
- Debes estar de vuelta dentro de veinticuatro horas con la raíz que dices.<br />
Salió la liebre corriendo, y en el plazo fijado compareció de nuevo con
su planta milagrosa. El león ajustó la cabeza al tronco del cazador, la
liebre le introdujo la raíz en la boca, e inmediatamente todo quedó
unido, el corazón empezó a latir y volvió la vida. Despertóse el cazador
y se espantó al no ver a la princesa. "Se habrá escapado mientras yo
dormía para librarse de mí," pensó.<br />
Con las prisas, el león había encajado la cabeza de su señor al revés;
pero éste ni siquiera se dio cuenta, absorto en sus tristes pensamientos
acerca de la princesa. Sólo a mediodía, a la hora de comer, vio que
tenía la cabeza vuelta hacia la espalda y preguntó a los animales qué
había ocurrido durante su sueño. Explicóle entonces el león que la
fatiga los había rendido a todos, y que al despertar lo habían hallado
decapitado; la liebre había ido en busca de la raíz salvadora; pero con
las prisas, él le había colocado la cabeza al revés; de todos modos, en
un momento repararía aquel descuido. Y, cortando de nuevo la cabeza al
cazador, se la encajó debidamente, y la liebre terminó la operación con
su planta prodigiosa.<br />
El cazador empezó a errar tristemente por el mundo, haciendo bailar a
sus animales ante las gentes. Sucedió que, exactamente al cabo de un
año, llegó de nuevo a la misma ciudad donde había salvado a la princesa
de las garras del dragón, encontrándose con que toda la población
aparecía engalanada con colgaduras de color escarlata. Preguntó al
posadero:<br />
- ¿Qué significa esto? Hace un año todo estaba cubierto de negro; ¿por qué hoy estos colores tan vivos?<br />
Y respondió el hombre:<br />
- Hoy hace un año, la hija de nuestro Rey debía ser entregada al dragón;
pero el mariscal luchó con él y lo mató, y mañana debe celebrarse su
boda. Por eso visteis entonces la ciudad enlutada, y hoy la veis
adornada con alegres colores, en señal de fiesta.<br />
A mediodía del señalado para la boda, dijo el cazador al posadero:<br />
- ¿Me creeréis si os dijese, señor hostelero, que hoy comeré aquí con vos pan de la mesa del Rey?<br />
- Pues apostaría cien monedas de oro a que no es verdad.<br />
Aceptó el cazador la apuesta, y sacó una bolsa con la misma cantidad. Luego, llamando a la liebre, le dijo:<br />
- Ve, mi querido saltarín, y tráeme pan del que come el Rey.<br />
El lebrato, siendo el de menor categoría, no pudo pasar el encargo a
ninguno de sus compañeros y no tuvo más remedio que encaminarse a
palacio.<br />
"¡Caramba! -pensó-, si voy saltando así solito por las calles me darán
caza los perros de los carniceros." Y así fue, efectivamente; los perros
salieron en su persecución con propósito de hincarle los dientes en el
pellejo. ¡Tendríais que haberlo visto brincar! Fue a refugiarse en la
garita de un centinela, pasando tan raudo que ni el soldado se dio
cuenta. Llegaron los perros dispuestos a pescarlo; pero el centinela no
estaba para bromas y empezó a culatazos, con lo que los canes hubieron
de escapar aullando y gimiendo. Cuando el lebrato vio que el campo
estaba despejado, entró de un salto en el palacio. Fue directamente
adonde estaba la princesa, y, sentándose junto a su silla, con la pata
le rascó el pie. Gritó ella:<br />
- ¡Fuera de aquí! -, pensando que era su perro. La liebre volvió a
rascarle el pie, y ella repitió-: ¿Quieres marcharte? -, siempre creída
que era el perro. Pero la liebre insistió, rascándole el pie por tercera
vez. La princesa bajó entonces la vista y reconoció al animal por su
collar. Subiéndoselo al regazo, preguntóle:<br />
- Mi querida liebre, ¿qué quieres?<br />
Y respondió la liebre:<br />
- Mí amo, el que mató al dragón, está aquí y me envía a pedir pan del que come el Rey.<br />
Fuera de sí por la alegría, la princesa mandó llamar al panadero y le
ordenó traer un pan de los que se servían en la mesa real. Y dijo el
lebrato:<br />
- Pero el panadero tendrá que venirse conmigo, para que no me persigan los perros.<br />
El panadero llevó, pues, el pan hasta la puerta de la hospedería, donde
la liebre, enderezándose sobre las patas traseras, cogiólo con las
delanteras y fue a entregarlo a su amo. Dijo entonces el cazador:<br />
- ¿Veis, señor hostelero? Las cien monedas son mías -. Admiróse el buen
hombre, y el otro continuó-: Sí, señor hostelero, ya tengo el pan; pero
ahora quiero también asado de la mesa del Rey.<br />
A lo que repuso el dueño de la posada:<br />
- Ya me gustaría verlo -sin atreverse, empero, a renovar la apuesta. El cazador, llamando a la zorra, le dijo:<br />
- Zorrillo mío, ve a buscarme asado del que come el Rey.<br />
La zorra conocía mejor los rodeos, y, deslizándose por esquinas y
rincones, logró llegar junto a la silla de la princesa sin ser vista de
los perros, y le rascó el pie. Miró ella al suelo y, reconociendo a la
zorra por el collar, llevósela a su aposento y le preguntó:<br />
- Mi querida zorra, ¿qué quieres?<br />
Y respondió la zorra:<br />
- Mi señor, el que mató al dragón, está aquí y me envía a pedir asado del que come el Rey.<br />
La princesa mandó presentarse al cocinero, el cual hubo de preparar un
asado como el que servía a la mesa real, y acompañar con él a la zorra
hasta la hospedería. Una vez allí, la zorra se hizo cargo de la fuente
y, después de ahuyentar con el rabo las moscas que se habían posado en
el plato, fue a presentarlo a su amo.<br />
- ¿Veis, señor hostelero? Ya tenemos pan y carne; ahora es cuestión de
procurarse las legumbres que han de acompañarla, tal como las sirven al
Rey -. Y llamando al lobo, le dijo-: Querido lobo, ve a palacio y tráeme
legumbres de las que come el Rey.<br />
Y el lobo se encaminó en línea recta al palacio, pues él a nadie temía. Y
al llegar a la habitación de la princesa, tiróle de la falda por
detrás, obligándola a volverse. Reconociólo ella por el collar, se lo
llevó a su alcoba y le preguntó:<br />
- ¿Qué quieres, mi querido lobo?<br />
Respondió el lobo:<br />
- Mi señor, el que mató al dragón, está aquí y me manda a pedir de las legumbres que come el Rey.<br />
Entonces la princesa mandó venir al cocinero, el cual tuvo que preparar
un plato de legumbres de las que servía a la mesa real, y acompañar al
lobo hasta la puerta de la hospedería, donde el animal cogió el plato y
lo llevó a su amo.<br />
- ¿Veis, señor hostelero? -dijo el cazador-. Ya tengo pan, carne y
verduras; pero quiero comer también dulces de los que el Rey come -. Y
llamando al oso, díjole-: Querido osito, tú, que te gusta el dulce, ve a
buscarme pasteles de los que come el Rey.<br />
El oso emprendió el trote camino de palacio, y todo el mundo le dejó vía
libre; pero al llegar a la guardia quiso ésta impedirle el paso,
encarándole los fusiles. Irguióse el animal y las emprendió a mojicones,
derribando a todos los soldados, y, sin más preámbulos, no paró hasta
llegar a la habitación de la princesa; se colocó a su espalda, dando un
ligero gruñido. Volvióse ella a mirar y, reconociendo al oso, lo condujo
a su aposento privado y le dijo:<br />
- Mi querido oso, ¿qué quieres?<br />
Respondió el oso:<br />
-Mi señor, el que mató al dragón, está aquí y me envía a pedir pasteles de los que come el Rey.<br />
Entonces mandó la princesa que se presentase el pastelero, y le encargó
que preparase dulces de los que el Rey comía y los llevase, acompañando
al oso, hasta la puerta de la hospedería. Una vez allí, el animal, tras
haberse comido las grageas confitadas que habían caído, incorporándose
sobre sus patas traseras, cogió la bandeja, y fue a entregarla a su amo.<br />
- ¿Veis, señor hostelero? -dijo el cazador-. Ya tengo pan, carne,
verduras y dulces; pero ahora se me antoja también beber vino del que
bebe el Rey -. Y, llamando al león le dijo-: Querido león, a ti no te
viene mal un trago; anda, ve a buscarme vino del que bebe el Rey.<br />
Salió el león a la calle; toda la gente echó a correr asustada, y, si
bien la guardia trató de cerrarle el paso, bastóle con pegar unos
rugidos, y el camino le quedó expedito, pues todos huyeron a la
desbandada. El león se encaminó a las habitaciones reales y llamó a la
puerta golpeando con el rabo. Acudió a abrir la princesa, y casi se cayó
del susto; pero al reconocer al león por el broche de oro de su collar,
hízole entrar en su aposento y le dijo:<br />
- Querido león, ¿qué quieres?<br />
A lo que él respondió:<br />
- Mi señor, el que mató al dragón, está aquí y me envía a pedir vino del que bebe el Rey.<br />
La princesa mandó recado al bodeguero y le dio orden de que entregase al
león vino del que se servía en la mesa real. Y dijo el león:<br />
- Iré contigo; quiero asegurarme de que el vino que me das es el mejor.<br />
Bajó con el hombre a la bodega, y, ya en ella, el bodeguero trató de
darle vino corriente, del que bebía la servidumbre; pero la fiera lo
detuvo:<br />
- Aguarda; antes quiero probarlo -. Y sirviéndose media medida, se la echó al coleto:<br />
- No -dijo-, no es de éste.<br />
El bodeguero le dirigió una mirada de reojo, pero, apartándose, se
dispuso a darle de otro barril, destinado al mariscal del reino. Dijo el
león:<br />
- Aguarda; antes quiero probarlo -y, sirviéndose otra media medida, se la bebió-. Éste es mejor, pero aún no es el que quiero.<br />
Enfadóse el bodeguero, exclamando:<br />
- ¡Qué demonios entiende de vino este animalucho!<br />
Pero el león le propinó un coscorrón que lo hizo rodar por el suelo.
Levantándose, sin volver a chistar llevó al enviado a una pequeña bodega
privada, donde se guardaba el vino del Rey, del que nadie bebía sino
éste. Sirvióse el león otra media medida y, catándola, exclamó:<br />
- Éste sí puede que sea del bueno -y mandó al bodeguero que le llenase seis botellas.<br />
Volvieron al piso alto; pero el león, al salir al aire libre, caminaba
un tanto vacilante, pues el vino se le había subido a la cabeza, por lo
cual el bodeguero tuvo que llevarle las botellas hasta la puerta de la
posada. Allí, el león cogió con la boca la cesta y llevóla a su amo.<br />
- ¿Veis, señor hostelero? Aquí tengo pan, carne, verduras, dulces y vino
de los que toma el Rey, y ahora voy a darme un banquete con mis
animales -. Y, tomando asiento, comió y bebió, dando de todo a la
liebre, la zorra, el lobo, el oso y el león; y estaba de muy buen humor,
pues bien veía que la princesa lo recordaba y quería. Terminada la
comida, dijo:<br />
- Señor hostelero, he comido y bebido como el mismo Rey; ahora me iré a palacio y me casaré con la princesa.<br />
Preguntóle el posadero:<br />
- ¿Cómo es posible, si ya está prometida y hoy mismo se celebra la boda?<br />
El cazador, sacando el pañuelo que le diera la hija del Rey en el monte
del dragón y en el que había guardado las siete lenguas del monstruo,
replicóle:<br />
- Esto que tengo en la mano me ayudará a realizar mi propósito.<br />
Mirando el posadero el pañuelo, dijo:<br />
- Todo puedo creerlo, pero esto no, y os apuesto mi casa y mi hacienda.<br />
El cazador puso encima de la mesa una bolsa que contenía mil monedas de oro:<br />
- Ahí va mi postura -respondió.<br />
En la mesa, el Rey había preguntado a su hija:<br />
- ¿Qué querían todos esos animales que vinieron a palacio y se pasearon en él como Perico por su casa?<br />
Respondióle la princesa:<br />
- No puedo decíroslo; pero enviad a buscar al dueño de todos ellos; no os arrepentiréis.<br />
El Rey mandó a un criado a la posada, con orden de invitar a palacio al
forastero; llegó allí cuando el hostelero acababa de apostar con el
cazador, el cual le dijo:<br />
- ¿Veis, señor hostelero? El Rey envía a un criado para invitarme, y,
sin embargo, no quiero ir todavía -. Y, dirigiéndose al mensajero, le
dijo-: Pide en mi nombre al Señor Rey que me envíe ropas de príncipe,
una carroza tirada por seis caballos y servidores de escolta.<br />
Cuando el Rey oyó esta respuesta, dijo a su hija:<br />
- ¿Qué debo hacer?<br />
Y ella respondió:<br />
- Enviadle lo que os pide; no os arrepentiréis.<br />
Y el Rey le mandó ropajes reales, una carroza de seis caballos y gentes de escolta. Al verlos llegar, el cazador dijo:<br />
- ¿Veis, señor hostelero? Ahora vienen a buscarme tal como pedí -y,
vistiéndose los reales ropajes y cogiendo el pañuelo con las lenguas del
dragón, dirigióse a palacio.<br />
Cuando el Rey lo vio acercarse, preguntó a la princesa:<br />
- ¿Cómo debo recibirlo?<br />
Y contestó ella:<br />
- Salid a su encuentro, no os arrepentiréis.<br />
Salió el Rey a recibirlo y lo acompañó arriba, seguido de sus animales;
luego le ofreció un sitio entre él y su hija, mientras el mariscal, en
su calidad de novio, se sentaba al otro lado, sin conocerlo. Trajeron
entonces las siete cabezas del dragón para exhibirlas, y el Rey dijo:<br />
- Estas siete cabezas las cortó el mariscal al dragón; por eso le doy por esposa a mi hija.<br />
Levantándose el cazador y abriendo las siete fauces, dijo:<br />
- ¿Dónde están las siete lenguas del dragón?<br />
Asustóse el mariscal y palideció como la cera, sin saber qué contestar. Al fin dijo, angustiado:<br />
- Los dragones no tienen lengua.<br />
- Los mentirosos no deberían tenerla -replicó el cazador-; pero las del
dragón son el trofeo del vencedor -y, desenvolviendo el pañuelo donde
guardaba las siete lenguas, púsolas una por una en la boca a que
correspondían y todas encajaban perfectamente. Levantando entonces el
pañuelo que tenía bordado el nombre de la hija del Rey, mostrólo a ésta
preguntándole a quién se lo había dado. Ella respondió:<br />
- Al que mató al dragón.<br />
A continuación llamó el cazador a sus animales y, quitándoles a todos el
collar, y al león, además, el broche de oro, preguntó a la princesa a
quién pertenecía.<br />
Respondió ella:<br />
- El collar y el broche de oro eran míos, y los distribuí entre los animales que ayudaron a vencer al dragón.<br />
Dijo entonces el cazador:<br />
- Mientras yo dormía, fatigado del combate, vino el mariscal y me cortó
la cabeza. Llevóse luego a la princesa y pretendió haber sido él el
matador del monstruo; y que ha mentido, lo pruebo con las lenguas, el
pañuelo y el collar -. Y explicó cómo sus animales lo habían resucitado
por medio de una raíz milagrosa, y cómo durante un año había caminado
errante, hasta volver, al fin, a la ciudad, en la que, por las palabras
del hostelero, se había informado de la falacia del mariscal. Preguntó
entonces el Rey a su hija:<br />
- ¿Es cierto que fue éste quien mató al dragón?<br />
- Sí, es cierto -respondió la princesa-, y ahora ya puedo revelar el
crimen del mariscal, pues ha salido a la luz sin mi intervención; porque
él me había obligado a jurar que guardaría silencio. Pero por eso pedí
que la boda no se celebrara hasta transcurridos un año y un día.<br />
Mandó el Rey convocar a doce consejeros para que juzgasen al mariscal, y
lo condenaron a ser descuartizado por cuatro bueyes. De este modo se
hizo justicia con el malvado, y el Rey otorgó la mano de su hija al
cazador, al cual nombró lugarteniente del reino. Celebróse la boda con
gran regocijo, y el joven rey envió a buscar a su padre verdadero y a su
padre adoptivo, y los colmó de riquezas. No se olvidó tampoco del
hostelero; lo llamó a su presencia y le dijo:<br />
- Ya veis, señor posadero, cómo me he casado con la princesa. En consecuencia, dueño soy de vuestra casa y hacienda.<br />
- Sí, es de justicia -respondió el hombre.<br />
Pero el joven monarca lo tranquilizó:<br />
- Más que justicia quiero haceros merced; quedaos con vuestra casa y
vuestra hacienda, y, por añadidura, os regalo las mil monedas de oro.<br />
El joven príncipe y la joven princesa vivían, pues, contentos felices el
uno con el otro. El marido salía a menudo de caza, pues ésta era su
gran afición, y siempre lo acompañaban sus fieles animales. Pero he aquí
que en aquellos alrededores había un bosque que, a lo que decían,
estaba embrujado y no era fácil salir de él una vez se había entrado.
Pero el joven príncipe se moría de ganas de ir a cazar en sus espesuras,
y no dejó en paz a su suegro hasta que éste lo autorizó para hacerlo.
Dirigióse pues, al bosque, seguido de un numeroso séquito de caballeros:
y, al llegar a la linde, viendo una cierva blanca como la nieve, dijo a
sus hombres:<br />
- Aguardad aquí mi vuelta; voy a cazar aquella hermosa pieza.<br />
Sus seguidores lo esperaron hasta el anochecer, pero él no regresó. Volvieron entonces a palacio y dijeron a la joven reina:<br />
- Vuestro esposo se ha adentrado en el bosque en persecución de una
cierva blanca, y no ha regresado -lo cual dejó a la princesa presa de
gran inquietud.<br />
El príncipe había estado persiguiendo la hermosa cierva, sin poder
alcanzarla; cuando pensaba tenerla a tiro, inmediatamente se le aparecía
a gran distancia, hasta que, al fin, desapareció del todo. Dándose
entonces cuenta de lo mucho que se había internado en la selva, tocó el
cuerno, sin recibir respuesta, pues sus seguidores no podían oírlo. Y
como cerró la noche, comprendiendo que no podría volver a palacio aquel
día, desmontó y encendió una hoguera junto a un árbol, dispuesto a
pernoctar en aquel sitio. Estando sentado junto a la hoguera, con sus
animales echados a su lado, parecióle oír una voz humana; miró a su
alrededor, pero nada vio. Al poco rato oyó, como viniendo de lo alto del
árbol, una especie de gemido; levantó la vista y descubrió en la copa
una mujer vieja que repetía continuamente la misma queja:<br />
- Uh, uh, uh, qué frío tengo!<br />
Díjole él:<br />
- Baja a calentarte, si tienes frío.<br />
Pero ella replicó:<br />
- No, porque tus animales me morderían.<br />
- No te harán ningún daño, viejecita -dijo él, intentando tranquilizarla-; ¡baja!<br />
Pero la mujer, que era una bruja, dijo:<br />
- Te echaré una rama del árbol; pégales con ella en la espalda, y entonces no me causarán daño alguno.<br />
Y arrojó una ramita, pero al golpearlos el príncipe con ella, todos
quedaron inmóviles, convertidos en piedras. Viéndose la bruja a salvo de
los animales, saltó al suelo, tocó, a su vez, al príncipe con una vara y
lo transformó, asimismo, en piedra. Echándose entonces a reír, los
arrastró a todos hasta un foso, donde había otras muchas piedras
semejantes.<br />
Al ver que el joven príncipe no regresaba, la inquietud y preocupación
de la princesa eran cada día mayores. Sucedió que, por aquellas mismas
fechas, el otro hermano, que al separarse emprendiera el camino de
Levante, llegó a aquel mismo reino. Había pasado mucho tiempo buscando
un empleo, sin poder encontrarlo, y había ido de acá para allá
exhibiendo sus animales. Un día se le ocurrió ir a ver el cuchillo que,
en el momento de separarse, habían clavado en el tronco de un árbol,
deseoso de conocer el destino de su hermano. Al llegar a él, la parte
del cuchillo correspondiente a su hermano se hallaba mitad brillante y
mitad oxidada. Asustóse, y pensó: "A mi hermano debe de haberle ocurrido
alguna gran desgracia; pero tal vez me sea posible salvarle aún, ya que
la mitad de la hoja sigue brillante." Encaminóse con sus animales hacia
Poniente, y, al llegar a la puerta de la ciudad, se le presentó el jefe
de la guardia y le preguntó si quería que lo anunciase a su esposa; la
joven princesa llevaba varios días angustiadísima por su ausencia,
temiendo que hubiese muerto en el bosque embrujado. Los soldados lo
tomaron por el príncipe, tan grande era su parecido; además, venía
acompañado de los mismos animales. El cazador comprendió que lo
confundían con su hermano y pensó: "Lo mejor será que los deje en el
engaño; de este modo me será más fácil salvarlo." Y se hizo acompañar
por la guardia a palacio, donde fue recibido con grandísima alegría.
También la joven princesa lo tomó por su esposo, y, al preguntarle el
motivo de su tardanza, respondióle el cazador:<br />
- Me extravié en el bosque, y hasta hoy no he podido salir de él.<br />
A la noche le condujeron al lecho real; pero él puso su espada de doble
filo entre él y la joven reina; y aunque ella no comprendió el porqué lo
hacía, no se atrevió a preguntárselo.<br />
Después de permanecer en palacio dos o tres días, habiéndose informado de todo lo relativo al bosque encantado, dijo:<br />
- Tengo que volver a cazar allí.<br />
El rey padre y la joven reina trataron de disuadirle; pero él insistió,
y, al fin, partió al frente de un numeroso séquito. Al llegar al bosque
sucedióle lo que a su hermano. Vio una hermosa cierva blanca y dijo a
sus hombres:<br />
- Quedaos aquí hasta que regrese; quiero capturar esta hermosa pieza -y
se entró en el bosque, seguido de sus animales. Pero tampoco él pudo
alcanzar a la cierva, y penetró tan adentro de la selva, que no tuvo más
remedio que quedarse allí a pasar la noche. Cuando hubo encendido la
hoguera, oyó que sobre su cabeza alguien gemía:<br />
- ¡Uh, uh, uh, qué frío tengo! -y, mirando a lo alto, descubrió en la copa a la misma bruja de antes. Díjole:<br />
- Si sientes frío, baja, viejecita, a calentarte.<br />
Respondió ella:<br />
- No, tus animales me morderían.<br />
Y él:<br />
- No te harán ningún daño.<br />
- Te echaré un bastón -contestó la bruja-; pégales con él, y no me harán nada.<br />
Al oír el cazador estas palabras, entróle desconfianza de la vieja y le dijo:<br />
- Yo no pego a mis animales. Baja tú, o subiré yo a buscarte.<br />
- ¿Qué te propones? -exclamó la bruja-. ¡Conmigo no podrás!<br />
- Si no bajas, te derribo de un balazo -le replicó él.<br />
- Dispara cuanto quieras; no les temo a tus balas.<br />
Apuntóle el cazador y disparó; pero la bruja era inmune a las balas de plomo, y no hacía sino reírse y chillar:<br />
- ¡No me tocarás!<br />
Pero el cazador sabía cómo habérselas con ella; arrancóse tres botones
de plata de su chaqueta y cargó con ellos su arma; contra ellos no
tenían poder los encantamientos de la bruja, y, así, al primer disparo
cayó al suelo con un gran grito. El mozo le puso el pie encima y le
dijo:<br />
- ¡Vieja bruja, si no me revelas inmediatamente dónde está mi hermano te cojo con las dos manos y te echo al fuego!<br />
Espantóse ella y, pidiendo gracia, dijo:<br />
- Él y sus animales están en un foso convertidos en piedra.<br />
Entonces, él1 la forzó a acompañarlo y, amenazándole, le dijo:<br />
- ¡Viejo mico, o devuelves la vida a mi hermano y a todos los que aquí yacen, o te arrojo al fuego!<br />
Cogió ella una vara, y, al tocar las piedras, resucitaron su hermano con
sus animales, además de numerosos mercaderes, artesanos y pastores,
todos los cuales le dieron gracias por su liberación y se fueron a sus
casas.<br />
Los gemelos, al volverse a ver, se abrazaron, con los corazones que
rebosaban alegría. Agarrando luego a la bruja, la ataron y la echaron al
fuego. Y he aquí que, cuando estuvo consumida, abrióse el bosque
espontáneamente, quedando despejado y luminoso, y apareció el palacio a
tres horas de distancia.<br />
Encamináronse entonces los dos hermanos hacia la Corte, y por el camino
se contaron mutuamente sus aventuras. Al, decir el menor que era regente
del reino, le contestó el otro:<br />
- Ya me di cuenta, pues cuando llegué a la ciudad y me confundieron
contigo, me tributaron honores reales. También la joven reina me tomó
por su esposo y me hizo comer a su lado en la mesa y dormir en su cama.<br />
Al oír el joven rey estas palabras, en un súbito arrebato de cólera y
celos, desenvainó la espada y, de un tajo, cercenó la cabeza de su
hermano. Pero, al verlo muerto y bañado en sangre, sintió un fuerte
arrepentimiento:<br />
- ¡Mi hermano me ha salvado -exclamó-, y yo, en pago, le he quitado la
vida! -y se lamentaba a voz en grito. Acercósele entonces su liebre y se
le ofreció para ir en busca de la raíz milagrosa; y, en efecto, pudo
traerla aún a tiempo. El muerto volvió a la vida sin que quedasen
señales de la herida.<br />
Siguieron, pues, su camino, y dijo el menor:<br />
- Tienes un parecido completo conmigo él vistes, como yo, ropas reales, y
te siguen los mismos animales que a mí. Entraremos por dos puertas
opuestas y nos presentaremos simultáneamente al Rey, viniendo de dos
direcciones contrarias.<br />
Separándose, pues, y a un mismo momento, la guardia de una y otra puerta
comunicó al Rey que el joven príncipe acababa de llegar de la cacería
con sus animales. Observó el monarca:<br />
- Esto no es posible; entre una puerta y la otra hay una hora de distancia.<br />
Pero he aquí que, procediendo de direcciones opuestas, entraron en el
patio de palacio los dos hermanos y se apearon de sus monturas. Dijo
entonces el anciano Rey a su hija:<br />
- Dime, ¿cuál de los dos es tu esposo? Son como dos gotas de agua, y yo no soy capaz de distinguirlos.<br />
La princesa quedó de momento perpleja y angustiada, sin saber qué
responder, hasta que, acordándose del collar que diera a los animales,
vio el broche de oro del león, y exclamó con gran alegría:<br />
- Aquel a quien sigue este león es mi verdadero esposo.<br />
Echóse a reír el joven rey, diciendo:<br />
- Sí, éste es el verdadero -y todos se sentaron a la mesa y comieron y
bebieron contentos y satisfechos. A la noche, cuando el joven rey se fue
a la cama, preguntóle su esposa:<br />
- ¿Por qué las noches anteriores pusiste en el lecho, entre los dos, tu espada de doble filo? Creí que querías matarme.<br />
Entonces comprendió él hasta qué extremo le había sido leal su hermano.</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4350865261828727024.post-87401609348004791982017-12-28T16:10:00.003-08:002017-12-28T16:10:27.597-08:00El pobre y el rico<div style="text-align: center;">
<a data-ved="0ahUKEwjX8umXobbRAhUHWBoKHYQNASAQjRwIBw" href="https://www.google.es/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjX8umXobbRAhUHWBoKHYQNASAQjRwIBw&url=https%3A%2F%2Fwww.pinterest.com%2Fpin%2F67483694393528427%2F&bvm=bv.143423383,d.d2s&psig=AFQjCNHBtKCbHpO8rI8uuwmX60rgB_9DXA&ust=1484092357012250" id="irc_mil" jsaction="mousedown:irc.rl;keydown:irc.rlk;irc.il;" style="border-image: none; border: 0px currentColor;"><img alt="Imagen relacionada" height="393" id="irc_mi" src="https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/e6/c4/51/e6c45102047d7331c2a11d65c2b2dc4d.png" style="margin-top: 0px;" width="379" /> </a><br />
<div style="text-align: left;">
Hace ya muchísimo tiempo, cuando Dios Nuestro Señor andaba aún por la
Tierra entre los mortales, un atardecer se sintió cansado y le
sorprendió la oscuridad antes de encontrar albergue. He aquí que
encontró en su camino dos casas, una frente a la otra, grande y hermosa
la primera, pequeña y de pobre aspecto la segunda. Pertenecía la primera
a un rico, y la segunda, a un pobre. Pensó Nuestro Señor: "Para el rico
no resultaré gravoso; pasaré, pues, la noche en su casa." Cuando el
hombre oyó que llamaban a su puerta, abrió la ventana y preguntó al
forastero qué deseaba. Respondióle Nuestro Señor:<br />
- Quisiera que me dierais albergue por una noche,<br />
El rico miró al forastero de pies a cabeza y, viendo que vestía muy
sencillamente y no tenía aspecto de persona acaudalada, sacudiendo la
cabeza le dijo:<br />
- No puedo alojaros; todas mis habitaciones están llenas de plantas y
semillas; y si tuviese que albergar a cuantos llaman a mí puerta, pronto
habría de coger yo mismo un bastón y salir a mendigar. Tendréis que
buscar acomodo en otra parte.<br />
Y, cerrando la ventana, dejó plantado a Nuestro Señor, el cual,
volviendo la espalda a la casa, se dirigió a la mísera de enfrente.
Apenas hubo llamado, abrió la puerta el pobre dueño e invitó al
viandante a entrar:<br />
- Quedaos aquí esta noche - le dijo -; ha oscurecido ya, y hoy no podríais seguir adelante.<br />
Complacióle esta acogida a Nuestro Señor, y se quedó. La mujer del pobre
le estrechó la mano, le dio la bienvenida y le dijo que se considerase
en su casa; poco tenían, pero de buen grado se lo ofrecieron. La mujer
puso a cocer unas patatas, y, entretanto, ordeñó la cabra, para poder
acompañarlas con un poco de leche. Cuando la mesa estuvo puesta, sentóse
a ella Nuestro Señor y cenaron juntos, y le agradó aquella vianda tan
sencilla, pues se reflejaba el contento en los rostros que lo
acompañaban. Terminada la cena, y siendo hora de acostarse, la mujer
llamó aparte a su marido y le dijo:<br />
- Escucha, marido, por esta noche dormiremos en la paja, para que el
pobre forastero pueda descansar en nuestra cama. Ha caminado durante
todo el día y debe de estar rendido.<br />
- Muy bien pensado - respondió el marido -. Voy a decírselo - y,
acercándose a Nuestro Señor, ofrecióle la cama, en la que podría
descansar cómodamente. Nuestro Señor se resistió, pero ellos insistieron
tanto que, al fin, hubo de aceptar y se acostó en ella, mientras el
matrimonio lo hacía sobre un lecho de paja.<br />
Levantáronse de madrugada y prepararon para el forastero el desayuno
mejor que pudieron. Y cuando el sol asomó por la ventana y Nuestro Señor
se hubo levantado, desayunaron los tres juntos, y Nuestro Señor se
dispuso a seguir su camino. Hallándose ya en la puerta, volvióse y dijo:<br />
- Puesto que sois piadosos y compasivos, voy a concederos las tres gracias que me pidáis.<br />
Respondió el pobre:<br />
- ¡Qué otra cosa podríamos desear sino la salvación eterna y que,
mientras vivamos, no nos falte a los dos salud y un pedazo de pan! ¡Ya
no sabría qué más pedir!<br />
Dijo Nuestro Señor:<br />
- ¿No te gustaría tener una casa nueva, en lugar de esta vieja?<br />
- ¡Claro que sí! - contestó el hombre -. Si también esto fuese posible, de veras me gustaría.<br />
Nuestro Señor satisfizo aquellos deseos, transformó la vieja casa en una
nueva y se marchó, después de darles su bendición. Ya muy entrado el
día, se levantó el rico, y, al salir a la ventana, vio enfrente, en el
lugar que ocupara antes la mísera choza, una casa nueva y pulcra,
cubierta de tejas rojas. Abriendo unos ojos como naranjas, llamó a su
esposa y le dijo:<br />
- ¿Sabes tú lo que ha sucedido? Anoche aún había aquella vieja y mísera
barraca, y hoy, ¡fíjate qué casa tan bonita, completamente nueva! A ver
si te enteras de lo que ha pasado.<br />
La mujer salió a preguntar al pobre, el cual le dijo:<br />
- Anoche llegó un caminante que nos pidió albergue, y esta mañana, al
despedirse, nos ha concedido tres gracias: la salvación eterna, la salud
y el pan cotidiano en esta vida y, además, ha transformado nuestra
choza en esta hermosa casa.<br />
Apresuróse la mujer del rico a contar a su marido lo ocurrido, y éste, al oírlo, exclamó:<br />
- ¡Es para arrancarse los pelos y darse de bofetadas! ¡Si lo hubiese
sabido! El forastero vino antes aquí, pidiéndome que le dejase pasar la
noche en casa, y yo lo despedí.<br />
- Pues no pierdas tiempo - díjole la mujer -; monta a caballo y aún lo alcanzarás; debes pedirle también tres gracias.<br />
Siguiendo el consejo de su esposa, partió el hombre a caballo y no tardó
en alcanzar a Nuestro Señor. Dirigiéndose a él con toda finura y
cortesía, rogóle que no tuviera en cuenta el no haberlo admitido en
casa; mientras entró a buscar la llave, él se había marchado; pero si
quería rehacer el camino, lo acogería en su casa.<br />
- Bien - díjole Nuestro Señor -. Si algún día vuelvo por estas tierras, lo haré.<br />
Preguntóle entonces el rico si no le quería conceder también tres
gracias, como a su vecino. Nuestro Señor le dijo que podía hacerlo, pero
valía más que no le pidiera nada, pues sería por su mal. Replicó el
rico que él se veía capaz de pensar algo que le conviniese, con tal de
saber que le sería concedido. Y dijo Nuestro Señor:<br />
- Vuelve a tu casa y verás realizados tus tres primeros deseos.<br />
El rico, logrado lo que se proponía, emprendió el retorno, cavilando
acerca de lo que podría pedir. Ensimismado en sus cavilaciones, soltó
las riendas, y el caballo se puso a saltar, cosa que le hacía perder a
cada momento el hilo de sus pensamientos.<br />
- ¡Estate quieta, Lisa! - decía, golpeando el cuello del animal; pero
éste seguía con sus travesuras. Hasta que el hombre, en un arrebato de
mal humor, exclamó:<br />
- ¡Ojalá te rompieses el pescuezo!<br />
Apenas habían salido tales palabras de sus labios cuando se encontró en
el suelo, con el caballo inmóvil y muerto a su lado. Quedaba cumplido su
primer deseo.<br />
Avaro de natural, el rico no quiso abandonar y perder también la silla y
el correaje, y se los cargó a la espalda, para proseguir su camino a
pie. "Aún me quedan dos deseos," pensaba, consolándose con estas ideas.
Como debía avanzar por un terreno arenoso y el sol caía a plomo, pues
era mediodía, el calor empezó a hacérsele insoportable, y andaba de muy
mal talante. Le pesaba la silla, y, por otra parte, no acertaba con lo
que le sería más conveniente pedir: "Aunque desease todos los tesoros y
riquezas de la Tierra - decía para sus adentros -, sé que después se me
antojarían otras mil cosas. Así, pues, debo arreglármelas de manera que,
al colmarme mi deseo, no pueda ya ambicionar nada más." Y, suspirando,
añadió: "¡Si fuese como el campesino bávaro, que pudiendo también pedir
tres gracias deseó, primero, mucha cerveza; después, tanta cerveza como
fuese capaz de beber, y, finalmente, otro barril de cerveza!." Varias
veces creía haber dado en el clavo, pero, inmediatamente, aquello le
parecía ya muy poco, hasta que, de pronto, le ocurrió pensar que
mientras él estaba pasando todas aquellas fatigas, su mujer, bien
arrellanada en su casa en una sala fresca, se daba la gran vida. La idea
lo enfureció tanto, que, sin darse cuenta, dijo:<br />
- ¡Ojalá estuviese sentada en esta silla y no pudiese desmontar de ella, en vez de tener que arrastrarla yo tanto rato!<br />
Acabar de pronunciar estas palabras y desaparecer la silla de su espalda
fue todo uno; entonces el hombre comprendió que acababa de realizar su
segundo deseo. Acalorado y excitado, echó a correr, suspirando por
llegar a su casa e instalarse cómodamente en ella para pensar con calma
hasta que diese con algo digno de su tercera petición. Pero al llegar a
su morada y abrir la puerta, lo primero que vio fue a su mujer sentada
en la silla de montar, gritando y llorando porque no podía bajar de
ella. Díjole el hombre entonces:<br />
- Cálmate y tranquilízate; aunque tengas que seguir sentada ahí, te proporcionaré todas las riquezas del mundo.<br />
Pero la mujer tratólo de imbécil y le dijo:<br />
- ¡De qué me servirán todas las riquezas del mundo, si no puedo moverme
de la silla! ¡Ya que tú me pusiste en ella, sácame ahora!<br />
Y él, quieras que no, hubo de formular por tercer deseo que su esposa
pudiese apearse de la silla, y, al instante, quedó cumplida la petición.
Como resultado de todo ello, no había sacado más que malos humores,
fatigas, insultos y un caballo perdido. Los pobres, en cambio, vivieron
contentos y tranquilos hasta su fin, que fue santo y ejemplar.</div>
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