miércoles, 29 de enero de 2014

La Ratita Blanca



Un buen día, el Hada Suprema de las montañas nevadas, decidió reunir a todas las hadas bajo su mando, para premiarlas por la gran labor que realizaban. Hasta su palacio, llegaron todas ellas, con sus  mejores galas y sus carruajes más lujosos. Todas, menos la pequeña Alba, una joven hada que en su camino se encontró con una solitaria cabaña, de la que salía el lastimero llanto de dos niños.

Al entrar en la cabaña, descubrió a dos pequeños muertos de frío. Sin pensárselo dos veces, utilizó su magia para encender la chimenea y hacer que los pequeños entraran en calor. Para que no se sintieran solos y el fuego no se apagase, decidió quedarse con ellos, hasta que sus padres regresaran.

Cuando estos volvieron y se dio cuenta de lo tarde que era, salió corriendo lo más rápido que pudo, dejando atrás su varita mágica. Al llegar, se encontró con El Hada de las montañas nevadas, mirándola muy enfadada.

-Pero bueno ¿qué horas son estas de llegar? ¿Dónde dices que te has dejado la varita? Por descuidada y tardona, estás castigada.

Mientras sus compañeras lanzaban todo tipo de argumentos para defenderla, la Gran Hada dijo:

-Sé que Alba no merece que la castigue, pues si ha llegado tarde, ha sido por culpa de su buena voluntad. Es por eso, que en lugar de imponerle un severo castigo, tan solo la hechizaré por un período de cien años. De ahora en adelante, la condeno a deambular por el mundo, transformada en una ratita de color blanco.

Así, cuando os crucéis en algún lugar con una ratita blanca como la nieve, posiblemente sea Alba, que no ha conseguido cumplir su castigo.

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