Alguien encontró al Olvido cerca del mar, apartado del mundo y con una botella de ron a la que le faltaba la mitad. Se había cansado de trabajar para los demás y ahora buscaba un cambio radical en su vida. De hecho, era la primera vez que bebía alcohol. Bueno, en realidad, era la primera vez que bebía cualquier cosa. Había comprado una botella de ron en un ultramarinos en el que ni siquiera le habían pedido documentación. Cayó en la cuenta de que, si aparentaba la mayoría de edad, es que estaba haciéndose viejo. Ahí empezó su crisis de identidad, cuando se vio reflejado en las aguas de un estanque y no se reconoció. Había ejercido tantos años provocando toneladas de amnesia ajena, que aquella amnesia impregnada en sus dedos había llegado hasta sus labios y sin darse cuenta él había tomado su propia medicina, olvidando su rostro y el tiempo que llevaba ejerciendo de olvido…
Mientas el Olvido vagaba por el mundo sumido en esta crisis existencial, la gente había dejado de olvidar cosas. Los enfermos de Alzheimer habían experimentado una notable mejoría sin tratamiento alguno y empezaban a recordar cosas y situaciones que meses o años antes habían olvidado. Dejaron de tomar esos mejunjes que los mantenían fuera de la realidad como zoombies y parecían haber salido de una urna de cristal en la que hubiesen hibernado durante largos años. Así: Aurora, la señora de Martín, el viejo cartero del pueblo, fue sola a comprar los ingredientes de la paella que solía prepararle en otro tiempo a su marido. Cuando Juana, la dependienta del supermercado la vio aparecer, arreglada y con cara de haber vuelto a la vida, llamó al encargado para que viniera a echar un vistazo a la “resucitada". No podía salir de su asombro, al ver que Aurora caminaba sola, sin necesidad de la silla de ruedas que había usado en los últimos dos años y que preguntaba cortésmente por toda la familia de Juana, a la que conocía desde que era niña.
Al mismo tiempo, Guillermo, el chico que llevaba siete años preparando oposiciones para notario, esa mañana hizo el mejor examen oral de toda su vida. Misteriosamente, aunque estaba igual de nervioso y desesperanzado que en las seis ocasiones previas en que se había presentado, hoy recordaba todos los artículos del código penal al pie de la letra. De hecho, él mismo se sorprendió al ver al tribunal que lo examinaba, de pie, aplaudiendo sus respuestas.
Y en otro lugar del mundo, Lucía, viuda de un marinero, aquel día empezó a recordar cómo era Antonio cuando vivía y las cosas que le decía antes de embarcarse: “Recuerda Lucía, que si alguna vez mi barco no volviese…yo quisiera que fueses feliz con otro hombre…no me llores más que lo justo…y no olvides que mi corazón estará siempre contigo…”. Y desde aquel momento Lucía se secó las lágrimas por Antonio y se miró al espejo, después de no hacerlo durante más de dos años. Se retocó las cejas y el peinado, se puso un poco de carmín en los labios y se pellizcó las mejillas…y aquella tarde quedó con Paco, el maestro, para tomar café.
Y ése fue el día en que el Olvido entró en crisis y dejó su trabajo por un momento.
(La Dama)
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3 comentarios:
Me encanto esta historia del olvido
que binto seria que suceduiera y que todo el mundo recordara
un beso desde mi Luna
Precioso relato bella Dama.
Un beso.
Fantástico. Muy emotivo. Me encantó.
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