martes, 31 de marzo de 2009

Aquel viejo, viejo vino




Hubo una vez un hombre rico muy orgulloso de su bodega y del vino que allí había; y también había una vasija con vino añejo guardada para alguna ocasión sólo conocida por él.

El gobernador del estado llegó a visitarlo, y aquél, luego de pensar, se dijo: "Esa vasija no se abrirá por un simple gobernador".

Y un obispo de la diócesis lo visitó, pero él dijo para sí: "No, no destaparé la vasija. Él no apreciará su valor, ni el aroma regodeará su olfato".

El príncipe del reino llegó y almorzó con él. Mas éste pensó: "Mi vino es demasiado majestuoso para un simple príncipe".

Y aún el día en que su propio sobrino se desposara, se dijo: "No, esa vasija no debe ser traída para estos invitados".

Y los años pasaron, y él murió siendo ya viejo, y fue enterrado como cualquier semilla o bellota.

El día después de su entierro tanto la antigua vasija de vino como las otras fueron repartidas entre los habitantes del vecindario. Y ninguno notó su antigüedad.

Para ellos, todo lo que se vierte en una copa es solamente vino.

(Gibrán Jalil Gibrán)

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