Un célebre esgrimidor de sables japonés, que se decía adepto al zen, fue al encuentro del maestro Dukuon y le dijo, no sin un leve aire de triunfo, que todo lo que existía era el vacío, que nada distinguía al yo del tú, etc. El maestro lo escuchó un momento en silencio, luego cogió su pipa y golpeó con fuerza al soldado en el cráneo.
El hombre saltó, cogió su sable y amenazó al monje.
-Vaya- dijo éste muy tranquilo-. el vacío no tarda en montar en cólera.
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