lunes, 20 de septiembre de 2010
¿Contra quién luchamos?
En aquel pequeño pueblo, como en todos los que se precie, tenían su loco. No hacía daño ni ofendía a nadie, por lo que era muy querido por todos, sin embargo siempre estaba hablando de unos animales que tenía que domesticar, y que nadie más que él parecía verlos.
Solía decir:
- Tengo dos halcones que se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. ¡Ah! Cuando consiga domarlos para que sólo se lanzan sobre una presa buena, sólo habrá cosas hermosas en el mundo.
- También tengo dos águilas: con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir.
-¿Y los conejos? ¿Cómo están hoy? -les preguntaban los vecinos con aire socarrón.
- ¡Ah, Si! Los conejos. Mis conejos nunca están quietos. Siempre quieren ir adonde les plazca. Tengo que enseñarles permanecer quietos cuando sea necesario y a ponerse en movimiento cuando no quieren.
- ¿Ha domado ya la serpiente?
- ¡Ojalá!- Lo más difícil es vigilar la serpiente. Siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño.
- ¿Y el burro, trabaja bien el burro?
- El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga. Pero el León es peor. Quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, ¡Cuanta vanidad y orgulloso!
Un día un niño se le acercó y la inocencia obtuvo la respuesta de lo que nadie había preguntado nunca:
- Pues a mí me gustaría tener algún animal. ¿Me darías alguno de los tuyos?
- ¿Los quieres? ¡Ah pero si ya son tuyos! En realidad estos animales están en todos los hombres:
Los ojos son halcones.
Tus águilas son las manos; conejos los pies.
Una serpiente tenemos por lengua.
El burro es el cuerpo, y el corazón es un león vanidoso.
(De la red)
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