lunes, 22 de septiembre de 2008

El Contador de Estrellas



HABIA UNA VEZ...

Un joven que, desde bien pequeño, soñaba que viajaba por todo el Universo, que paseaba por el cielo azul montado sobre las estrellas, y que luego las guardaba en una bolsa y se las llevaba para siempre.

Un día, decidió que quería hacer realidad su sueño, quería guardar todas las estrellas para ser muy conocido y famoso. Pero primero, tendría que contarlas, para saber de qué tamaño necesitaba la bolsa. Así que se dispuso a comenzar esa misma noche para poder tenerlas cuanto antes.

Después de cenar, bajó a la calle principal de la ciudad en la que vivía y empezó a enumerar:

Una, dos, … , doscientas,…

Pero las luces de la ciudad no le dejaban seguir. “Aun me faltan muchas por contar. Mañana probare desde el pueblo”.

Al día siguiente, ya en el pueblo, después de cenar, salió al balcón de su casita de pueblo y empezó a enumerar:

Una, dos, … , doscientas,…
Trescientas, cuatrocientas, … , chopocientas,…

Pero las luces de las casitas vecinas no le permitían contarlas todas.

“Iré mañana a la montaña, allí no hay luces y podré terminar de contarlas”.

Así que partió hacia la montaña, y al llegar la noche salio de la tienda de campaña, apago la linterna y empezó a enumerar:

Una, dos, … , doscientas,…
Trescientas, cuatrocientas, … , chopocientas,…
Mil, mil quinientas, … , mil muchicientas,…

Pero al llegar el amanecer, las estrellas empezaron a desaparecer ante sus ojos. El joven se quedo perplejo. ¿Dónde habían ido las estrellas? ¡Eso no podía quedar así! ¿Como iba a contarlas si desaparecían por las mañanas? Tenia que saber donde iban las estrellas durante el día.

Así pasó las siguientes noches persiguiendo a las estrellas por todo el mundo para intentar descubrir su escondite. Atravesó bosques, ríos, desiertos, aldeas y ciudades, hasta que llego a una playa. Cansado de seguir a las estrellas durante días, decidio descansar alli esa noche.

Se tumbo sobre la arena y comenzo a contar:

Una, dos, … , doscientas,…
Trescientas, cuatrocientas, … , chopocientas,…
Mil, mil quinientas, … , mil muchicientas,…

Cuando iba a contar mil requetemuchicientas estrellas, y empezaron a asomar los primeros rayos de Sol, el joven contempló fascinado cómo las estrellas no desaparecían, sino que descendían rápidamente hacia el mar. Era un espectáculo fabuloso contemplar cómo iban cayendo una a una hacia el mar. Totalmente asombrado, observaba las últimas estrellas del cielo mientras las olas bañaban sus pies.

"Entonces..."

El joven se remangó los pantalones y se metió en el mar, metió los brazos en el agua buscando algo por la arena, hasta que, al fin, sacó del agua entre sus manos, una pequeña estrella... Una estrella de mar.

Desde aquel día, mi joven contador de estrellas es famoso y conocido en el mundo entero por descubrir que las estrellas del firmamento pasan las horas de sol como estrellas de mar.

("Nayru", Raquel Contreras Vázquez)

No hay comentarios: