lunes, 28 de diciembre de 2015

Linchamiento


Lo llevaban atado como a un perro y lo arrastraron por las calles entre insultos y todo tipo de vejaciones, sin que él llegara a entender nada.
Como cada día de fiesta, se había levantado y preparado el desayuno, pero cuando iba a sentarse a tomarlo escuchó una gran algarabía y unos fuertes golpes en la puerta. Se asomó y varios encapuchados se arrojaron sobre él, le taparon la cabeza con un saco, lo ataron y, sin más explicaciones lo sacaron de la casa, entre gritos y empujones.
Al llegar a la plaza, lo pusieron de rodillas y uno de ellos le susurró al oído: “Hoy es el día, no hay perdón para actos como el tuyo. Ya está preparado el patíbulo”.
Los gritos volvieron a hacerse más intensos, e incluso le pareció oír unas risotadas entre la multitud, pero de pronto se hizo un profundo silencio, como si la plaza se hubiera quedado vacía.
Aún de rodillas, con la cabeza tapada y atado, notó que alguien se acercaba por detrás, y sin mediar palabra, cortaba la soga de las manos y salía corriendo.
Estuvo unos minutos sin moverse, sin saber qué hacer, hasta que poco a poco se fue incorporando, intentó escuchar algo pero el silencio era impenetrable, y se decidió por
fin a quitarse el saco. En ese momento, aún cegado por la luz del sol, pudo oír a todo el pueblo, que gritaba entre risas "inocente, inocente…"

Se fue del pueblo y nadie volvió a saber de él, pero cada veintiocho de diciembre encuentran en la plaza a un vecino, al que le han clavado un gran  muñeco de papel en la espalda con un puñal.

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