martes, 10 de septiembre de 2013

La tetera


Había una vez una tetera muy orgullosa; tan orgullosa estaba de sus formas y de todos los elementos que la formaban, que no paraba de presumir de su hermosura. De todos menos de su tapa encolada y rota a causa de un mal golpe. Una tapa que ella admitía como su más terrible secreto y que pensaba que era usada por los demás para reírse de ella.

-Mira esas tazas tan perfectas y relucientes-pensaba para sí misma- se creen tan bonitas, que no ven todos los fallos que tiene su decoración. Menos mal que yo sé diferenciar entre mis cualidades y mis defectos, admitiendo estos últimos con humildad.

En todas estas cavilaciones estaba la tetera durante su dorada juventud. Un mal día, mientras cumplía su misión en la mesa, una mano bastante torpe, la hizo caer al suelo y perder su preciosa asa y su extraordinario pitón. Mientras el contenido se escapaba por las grietas, todos sus compañeros se reían de su lastimosa apariencia.

-Que ingrato recuerdo-exclamaba la tetera al recordar aquel episodio-.Ese fue mi fin, ya nunca volvieron a usarme y a los pocos días, abandone mi hogar en las manos de una mujer que vino buscando algo de comida. Me deprimí enormemente, pues había perdido toda mi categoría, pero un tiempo después, descubrí que podía seguir siendo útil. Rellenaron mi cuerpo de tierra y enterraron en ella un pequeño bulbo, que comenzó a crecer en mi interior, descubriéndome una vida nueva llena de luz y color, en la que lo que más me importaba era mi precioso compañero.

Tan bonito era, que alguien pensó en que yo no era la mejor maceta y que para encontrarle un hogar más adecuado, había que partirme por la mitad. Eso sí que fue doloroso, sobretodo, porque a mí me lanzaron al patio trasero, donde ya solo soy un puñado de trozos viejos. A pesar de todo, lo recuerdo con cariño y eso es algo que nadie podrá arrebatarme.

No hay comentarios: