viernes, 27 de noviembre de 2009

La leyenda de la Luna y los Sueños


Cuenta una leyenda que una noche se fue la luna de puntillas y no
regresó. Los hombres, acostumbrados a verla, no levantaban nunca la cabeza
y una de esas noches se fue, vestida de luna nueva, harta ya de bailar en los cielos
para que nadie la viera. Cuando quisieron darse cuenta solo descubrieron entre
las estrellas enormes telarañas de ausencia.

Sin la luna, se escondieron los duendes y las ninfas se aletargaron en
sus lagos; los lobos dejaron de aullar al viento y se quedaron solo en
lobos; y los hombres, solo en hombres. Sin la luna los sueños bostezaron
largamente y los niños se durmieron sin poder despertar, asustados de vivir
sin la compañía de los sueños, en soledad.

Se convocaron cónclaves, concilios y conferencias. Enviaron a los más
intrépidos a buscarla entre altos mares y los más fuertes levantaron hasta
la última piedra por si se hubiera escondido debajo. Los más sabios buscaron
en los libros y los viejos en todos y cada uno de sus recuerdos, pero la
luna no estaba por mucho que la buscaran. Preguntaron a los ricos, a los
pobres, a los reyes, incluso a los dioses preguntaron, pero la luna nunca
estaba allí dónde la buscaban.

Pasaron los días y las semanas y luego los meses y los años. Y los niños
crecían dormidos y, ¡ay! no subían ya las sirenas a la playa para peinarse
la cabellera de espuma y algas. No había sonrisas ni algarabías en los
patios y los niños, echados en sus camas, sin la compañía de sus sueños, en
soledad.

Cuenta la leyenda que los hombres, incapaces de ver por más tiempo el
vacío que dejó en los cielos, prendieron del firmamento una luna de cartón.
Por eso ahora ya no hay ninfas ni sirenas y los lobos son siempre lobos y
los hombres, hombres. Porqué la luna que hoy vemos, no es aquella que una
noche se fue de puntillas, llevándose todos los sueños, harta ya de que
nunca la vieran.

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