sábado, 7 de octubre de 2017

La escuela del hambre

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Un campesino que no tenía con qué alimentar a su familia se acordó un día por desesperación, que se ofrecía una gran recompensa a quien fuera capaz de desafiar y vencer al viejo maestro de la antigua escuela de espadas.
Aunque no había tocado un arma en su vida, el campesino desafío al maestro más famoso de la región. El día fijado, delante de un público numeroso, los dos hombres se enfrentaron.
El campesino, sin mostrarse nada impresionado por la reputación de su adversario, lo esperó firme y sereno, sujetaba con calma la espada que le habían dado y en parte la admiraba, “qué bonita es esta cosa, brilla tanto que sería una pena ensuciarle”, pensó.
Mientras, frente suyo, el viejo maestro se sentía desconcertado por la determinación del campesino; él tenía una armadura de madera y papel tradicional que resistía mucho, el campesino solo una túnica vieja, limpia pero muy gastada.
-¿Quién será este hombre?, pensaba. Jamás ningún villano hubiera tenido el valor de desafiarme. ¿No será una trampa de mis enemigos?-, pensó el maestro.
Entonces, el campesino, sabiendo que necesitaba ganar se adelantó resuelto hacia su rival, caminando y luego corriendo y luego gritando. 
El maestro estaba sorprendido por la total ausencia de técnica del campesino y a la vez, sentía temor, la mirada de determinación del otro le había hecho retroceder.
Al dar dos pasos atrás soltó su arma sintiéndose vencido y levantando la mano le dijo al adversario:
-Usted es el vencedor. Por primera vez en mi vida he sido vencido. Entre todas las escuelas de espadas, la mía es la más renombrada. Es conocida con el nombre de “La que en un solo gesto lleva diez mil golpes”. ¿Puedo preguntarle, respetuosamente, el nombre de su escuela?-, preguntó el maestro con admiración al campesino que se había detenido nadando en sudor frío mientras le llevaban dos cofres de oro y piedras como premio.


-La escuela del hambre, mi señor-, respondió el agricultor.

Cuento popular japonés.

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