— ¡Es usted un descuidado! No se le ocurre a nadie, desde luego, tener un cerrojo tan inseguro en la puerta del establo.
Otro de ellos, en muy mal tono, agregó:
— Es decir, que el burro se veía desde fuera. Pero ¿por qué la puerta del establo no era más alta? Si se veía al jumento, eso resultó una tentación para el ladrón, claro que sí. ¡Vaya ocurrencia!
Un tercer policía añadió:
— Pero lo que resulta inexplicable es que usted no estuviera vigilando al burro. Cada uno tiene que cuidar de lo que posee, vigilarlo y espantar así a los ladrones. Usted se ha comportado negligentemente y por eso le han robado el animal.
A pesar de su paciencia y ecuanimidad, el campesino no pudo al final contenerse y replicó:
— Bueno, señores policías, está bien que me llamen la atención, pero me gustaría decirles que alguna culpa debe de haber tenido el ladrón, ¿no creen?
A pesar de su paciencia y ecuanimidad, el campesino no pudo al final contenerse y replicó:
— Bueno, señores policías, está bien que me llamen la atención, pero me gustaría decirles que alguna culpa debe de haber tenido el ladrón, ¿no creen?
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