miércoles, 4 de enero de 2017
El hombre sin manos
Hubo una vez un cadí que en un mismo día fue padre y fue injusto.
Cuando más feliz se sentía por el nacimiento de su hijo, acudieron ante él unos hombres con un joven fuertemente atado.
- Mira ese hombre. Ha sido hallado robando un caballo. Aplícale la ley y haz justicia.
El joven cuatrero se dirigió al cadí diciéndole:
- Sé piadoso conmigo. Ya se que he faltado, pero mis motivos tenía para robar el animal. Mi padre está muy enfermo lejos de aquí y mi único deseo era verle pronto para que no estuviera tan solo en su agonía. Ya ves que no robé por codicia, sino por necesidad.
El cadí debía tener el corazón de roca pues fue capaz de condenar al joven a que le cortaran las manos.
A partir de este día vivía de la limosna y muchas veces se topó con su juez sin que éste ni siquiera le mirase.
Un día, pasados unos años, estaba el pobre mutilado observando los peces que se movían en el fondo del estanque público. De pronto vio como un muchacho se caía al agua y no podía salir. Se estaba ahogando sin remedio. El pobre hombre alargó sus muñones para arrancárselo a la muerte, pero al faltarle las manos el niño se iba hundiendo cada vez más.
- Ayúdame, ayúdame –gritó el niño- y mi padre te recompensará. ¡Soy el hijo de cadí!
El hombre estalló en sollozos.
- No puedo. ¿Ves que no tengo manos? Tu padre me las cortó hace tiempo.
Cuento popular árabe
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