miércoles, 14 de diciembre de 2016
Los seis criados
En tiempos pasados vivía una reina anciana que era muy malvada, y su hija era la doncella más hermosa bajo el sol. La anciana, sin embargo, no tenía ningún otro pensamiento que cómo llevar a la humanidad a la destrucción, y cuando un pretendiente aparecía, ella decía que quienquiera que deseara tener a su hija, debería realizar primero una tarea que ella asignase, y si fallara, trabajaría como su esclavo por el resto de su vida.
Muchos habían sido deslumbrados por la belleza de la hija, y realmente se habían arriesgado, pero nunca pudieron llevar a cabo lo que la anciana los impuso para hacer, y ella no tuvo ninguna piedad para nadie; tuvieron que quedar para siempre al servicio de la anciana como esclavos.
El hijo de un cierto Rey que también había oído de la belleza de la doncella, dijo a su padre,
-"Déjame a mí ir allá, quiero pedirla en matrimonio."-
-"Nunca,"- contestó el Rey; -"Si llegaras a ir, eso sería tu esclavitud."-
Por ello el hijo cayó en cama y estaba gravemente enfermo, y durante siete años estuvo así, y ningún médico podía curarlo. Cuando el padre percibió que no había ninguna esperanza, con un corazón muy triste le dijo,
-"Bien, ve allá, e intenta tu suerte, ya que no sé de ningún otro remedio para tu mal."-
Cuando el hijo oyó aquello, se levantó de su cama y sintiéndose bien otra vez, con júbilo salió a su camino.
Y sucedió que cuando guiaba a su caballo a través de un brezal, vio desde lejos algo como un gran montón de heno sobre la tierra, y cuando estuvo más cerca, pudo ver que era el estómago de un hombre, que se había acostado allí, pero su estómago parecía una pequeña montaña. Cuando el hombre grande y gordo vio al viajero, se levantó y dijo,
-"Si usted necesita algún ayudante, tómeme en su servicio"-.
El príncipe contestó,-"¿Y qué podría hacer con un hombre tan grande como tú?"-
-"Ah,"- dijo él -"eso no es nada, cuando me estiro bien, soy tres mil veces más gordo."-
-"Si ese es el caso,"- dijo el príncipe, -"puedo hacer uso de ti, ven conmigo."-
Entonces el hombre grande siguió al príncipe, y al ratito ellos encontraron a otro hombre que yacía en tierra con su oído puesto sobre el césped.
-"¿Qué estás haciendo?"- preguntó el hijo del Rey.
-"Escucho,"- contestó el hombre.
-"¿Y qué estás escuchando tan atentamente?"-
-"Escucho todo lo que sucede en el mundo, ya que nada evita mis oídos; hasta oigo el crecimiento de hierba."-
-"Díme,"- dijo el príncipe, -"¿qué oyes en la corte de la vieja Reina que tiene a la hermosa hija?"- Entonces él contestó, -"Oigo zumbar el látigo que golpea la espalda de un pretendiente."-
El hijo del Rey dijo, -"Puedes servirme, ven conmigo."- Y siguieron adelante.
Luego vieron yaciendo un par de pies y parte de un par de piernas, pero no podían ver el resto del cuerpo. Cuando habían andado una gran distancia, llegaron al tronco del cuerpo, y por fin a la cabeza también. -"¡Caray!", dijo el príncipe, -"¡qué tipo tan alto eres!"-
-"Ah,"- contestó el hombre alto, -"no es nada en absoluto aún; cuando realmente estiro mis miembros, soy tres mil veces más alto, y más alto que la montaña más alta en la tierra. Entraré de buena gana en su servicio, si usted me acepta."-
-"Ven conmigo,"- dijo el príncipe, -"puedes servirme bien."- Y continuaron adelante y encontraron luego a un hombre sentado en el camino quién tenía cubiertos sus ojos. El príncipe le preguntó, -"¿Tiene ojos débiles que no puedes mirar la luz?"-
-"No,"- contestó al hombre, ."pero no debo quitarme la venda, pues lo que miro con mis ojos, se rompe en pedazos, ya que mi vista es demasiado poderosa. Si usted puede usar eso, me alegraré de servirle."-
-"Ven conmigo,"- contestó el hijo del Rey, -"podré hacer uso de ti." Ellos siguieron adelante y encontraron a un hombre que yacía en la caliente luz del sol, temblando y temblando de frío por todas partes de su cuerpo, sin un miembro que se estuviera quieto. -"¿Cómo puedes temblar cuando el sol brilla tan caliente?"- dijo el hijo del Rey.
- "Alack"-, contestó el hombre, -"soy de una naturaleza completamente diferente. Cuanto más calor haga, más frío estoy yo, y el hielo penetra por todos mis huesos; y cuanto más frío haga, más caliente me pongo. En medio del frío, no puedo soportar mi calor, y en medio del calor, no puedo soportar mi frío." -"Realmente eres un compañero extraño,"- dijo el príncipe, -"pero si quieres entrar en mi servicio, sígueme." Y siguieron adelante, y encontraron a un hombre de pie quién estiraba un largo cuello y miraba alrededor de él, y podría ver sobre todas las montañas.
-"¿Qué estás mirando con tanto interés?"- preguntó el hijo del Rey. El hombre contestó, -"Tengo ojos tan agudos que puedo ver dentro de cada bosque y campo, y colina y valle, por todo el mundo."- El príncipe dijo, "Ven conmigo si es tu voluntad, ya que también puedo necesitar a alguien así."- Y ahora el hijo del Rey y sus seis criados llegaron a la ciudad donde la reina anciana moraba. Él no le contó quien era él, pero dijo, -"Si usted me da a su hija hermosa, realizaré cualquier tarea usted me ponga."- La bruja estuvo encantada de atrapar a tan galán joven como este en su red, y dijo, -"Te pondré tres tareas, y si eres capaz de realizar todas ellas, tú serás el marido de mi hija."-
-"¿Cuál es la primera?"- -"Debes traerme mi anillo que se me cayó en el Mar Rojo."- Entonces el hijo del Rey se fue a casa, se reunió con sus criados y dijo, -"La primera tarea no es fácil.Debemos sacar un anillo del Mar Rojo. ¿Cómo podremos hacerlo?."- Entonces el hombre con la vista aguda dijo, -"Veré donde está,"- y miró dentro del agua y dijo, -"Está pegado allí, en una piedra puntiaguda."- El hombre alto los llevó allá, y dijo, -"Yo lo sacaría pronto, si sólo pudiera verlo."- -"¡Ah!, ¿es eso todo?"- gritó el hombre grande. Y se acostó y puso su boca en el agua, hacia donde todas las olas se dirigieron, justo como si aquello fuera un remolino, y se terminó de beber el mar entero de modo que quedó tan seco como un prado. El hombre alto se inclinó un poco, y sacó el anillo con su mano. Entonces el hijo del Rey se alegró cuando ya tenía el anillo, y lo llevó a la vieja reina que quedó muy sorprendida, y dijo, -"Sí, éste es el anillo correcto. Has realizado sin peligro la primera tarea, pero ahora viene la segunda. ¿Ves el prado delante de mi palacio? Trescientos bueyes gordos se alimentan allí, y deberás comerlos todos completos, carne, piel, pelo, huesos, cuernos y todo, y luego, abajo en mi sótano hay trescientos barriles de vino, y debes de beberlos todos también. Y si dejas un pelo de los bueyes, o una pequeña gota del vino, quedarás esclavizado inmediatamente".-
-"¿Puedo invitar a alguien a esta comida?"- preguntó el príncipe, -"ninguna comida está bien sin alguna compañía."- La anciana se rió con malevolencia, y contestó, -"Puedes tener un invitado por compañero, pero no más."- El hijo del Rey fue a donde sus criados y dijo al hombre grande, -"Tu serás mi invitado hoy, y comerás intensamente."- En ese momento el hombre grande se estiró y comió a los trescientos bueyes sin dejar un solo pelo, y luego preguntó si solamente iba a tener eso de desayuno. Entonces se bebió el vino directamente de los barriles sin sentir necesidad de un vaso, y lamió la última gota de sus uñas. Cuando la comida estuvo terminada, el príncipe fue donde la anciana, y le dijo que la segunda tarea también fue realizada. Ella se extrañó de eso y dijo, -"Nadie ha hecho nunca tanto antes, pero todavía queda una tarea,"- y pensó para sí, -"¡No te me escaparás, y no te quedarás sin ser mi esclavo!"-
Y entonces le dijo al príncipe, -"Esta noche, traeré a mi hija a tu cámara, y pondrás tus brazos alrededor de ella, pero cuando os sienten juntos, evita dormirte. Cuando den las doce, vendré, y si ella no está entonces en tus brazos, estarás perdido."- El príncipe pensó, -"La tarea es fácil, definitivamente mantendré mis ojos abiertos." Sin embargo él llamó a sus criados, les dijo lo que la anciana había dicho, y comentó, -"Quién sabe qué traición estará al acecho detrás de eso. La previsión es una cosa buena de mantener en cuenta, y tener cuidado de que la doncella no vaya a salir de mi cuarto otra vez."-
Cuando la noche cayó, la anciana vino con su hija, y la dejó en los brazos del príncipe. Entonces el hombre alto rodeó a los dos en un círculo, y el hombre grande se colocó en la puerta, de modo que ninguna criatura viva pudiera entrar. Allí estuvieron los dos sentados, y la doncella no dijo nunca una palabra, pero la luna brillaba por la ventana en su cara, y el príncipe podría contemplar su belleza maravillosa. Realmente él miraba fijo solo a ella, y se sintió lleno de amor y felicidad, y sus ojos nunca se sintieron cansados. Así duró hasta las once, cuando la anciana dijo unas palabras mágicas sobre todos ellos para dormirlos, y en ese mismísimo momento la doncella fue sacada. Entonces todos ellos durmieron profundamente hasta las doce menos cuarto, cuando la magia perdió su poder, y todos despertaron de nuevo. -"¡Ah, miseria y desgracia!"- gritó el príncipe, -"¡ahora estoy perdido!"- Los fieles criados también comenzaron a lamentarse, pero el hombre oyente dijo, -"Silencio, quiero escuchar."- Entonces escuchó durante un instante y dijo, -"La princesa está en una roca, a trescientas leguas de aquí, lamentando su destino. Solo tú, hombre alto, puedes ayudarla; si te levantas bien alto, estarás allí en un par de pasos."-
-"Sí,"- contestó el hombre alto, -"pero el de los ojos poderosos debe ir conmigo, así podremos destruir la roca."- Entonces el hombre alto montó al de los ojos vendados en su espalda, y en un parpadear de ojos estaban en la roca encantada. El hombre alto inmediatamente quitó la venda de los ojos del otro, y él no hizo más que mirar alrededor, y la roca estalló en mil pedazos. Entonces el hombre alto tomó la doncella en sus brazos, la regresó en un segundo, luego trajo a su compañero con la misma rapidez, y antes de que fueran las doce todos ellos se sentaron como se habían sentado antes, completamente alegres y felices. Cuándo dieron las doce, la bruja anciana vino mostrando una cara malévola, que parecía decir, -"¡ahora ya él es mío!"- pues creía que su hija estaba en la roca a trescientas leguas lejos. Pero cuándo la vio en los brazos del príncipe, se alarmó, y dijo,
-"Aquí hay uno que puede más que yo!"- No atrevió a oponerse, y fue obligada a darle a su hija, pero le susurró al oído: -"Es una desgracia para ti tener que obedecer a gente común, y que no puedas elegir a un marido a tu propio gusto."-
Con eso, el corazón orgulloso de la doncella se llenó de cólera, y meditó una venganza. A la mañana siguiente hizo que trescientos grandes bultos de madera fueran reunidos juntos para una hoguera, y dijo al príncipe que aunque las tres tareas fueron realizadas, ella todavía no sería su esposa hasta que alguien estuviera listo a sentarse en medio de la madera encendida, y aguantar el fuego. Ella pensó que ninguno de sus criados se dejaría ser quemado, sacrificándose por él, y que por el amor por ella, él mismo se colocaría sobre el fuego, y así luego ella sería libre. Pero los criados dijeron, -"Cada uno de nosotros ha hecho algo excepto el hombre del frío-calor, ahora será su oportunidad."- Y lo pusieron en medio del montón de madera, y prendieron el fuego. Entonces la madera comenzó a quemarse, y hubo fuego durante tres días hasta que toda la madera se consumió, y cuando las llamas se habían consumido, el hombre del frío-calor estaba ahí de pie entre las cenizas, temblando como una hoja de álamo temblón, y diciendo, -"Nunca sentí tal helada durante el curso entero de mi vida; ¡si esto hubiera durado mucho más, ya estaría entumecido!" Como ya ningún otro pretexto podía ser encontrado, la hermosa doncella quedó ahora abligada a aceptar a aquel joven desconocido como su marido. Pero cuando iban para la ceremonia, la anciana se dijo, -"No puedo soportar esa desgracia,"-y envió a sus guerreros tras ellos con órdenes de reducir a todo quién se les opusiera, y que le trajeran de regreso a su hija. Pero el hombre oyente había afilado sus oídos, y había oído las órdenes de la anciana.
-"¿Qué haremos?"- dijo el hombre grande y escupió detrás del carro un par de veces un poco del agua de mar que había bebido, y un gran mar se levantó en el que los guerreros fueron atrapados y ahogados. Cuando la bruja vio lo sucedido, envió a sus caballeros armados; pero el hombre oyente oyó la agitación de las armaduras, y quitó la venda de un ojo del hombre de los ojos poderosos, quién miró un rato fijamente a las tropas del enemigo, y todas sus piezas saltaron en pedazos como el cristal.
Entonces el joven y la doncella continuaron su camino tranquilos, y cuando había terminado la ceremonia, los seis criados decidieron terminar sus servicios, y dijeron a su patrón, -"Sus deseos están satisfechos ahora, ya no nos necesita, seguiremos nuestro camino y buscaremos nuestras fortunas."- El príncipe les pagó sus servicios y se fueron. A media legua del palacio del padre del príncipe había un pueblo cerca del cual un porquero atendía su manada, y cuando llegaron allí el príncipe dijo a su esposa, -"¿Sabes quién soy realmente? No soy ningún príncipe, sino un pastor de cerdos, y el hombre que está allí con aquella manada, es mi padre. Nosotros dos tendremos que ponernos a trabajar también, y ayudarle." Entonces él bajó con ella a la posada, y en secreto pidió a los posaderos llevarse la indumentaria real durante la noche. Así que cuándo ella despertó por la mañana, no tenía nada para ponerse, y la esposa del posadero le dio un viejo vestido y un par de medias de estambre, lo que le pareció considerarlo un gran presente, y dijo, -"¡Si no fuera por el bien de su marido yo no le hubiera dado nada en absoluto!"-
Entonces la princesa creyó que él realmente era un porquero, y atendió la manada con él, y pensó, -"He merecido esto por mi altivez y orgullo."- Esto duró toda una semana, y no pudo soportarlo más, ya que tenía llagas en los pies. Luego llegó un par de personas que preguntaron si ella sabía quién era su marido.
-"Sí"-, contestó, -"él es un porquero, y acaba de salir con cuerdas para tratar de realizar un pequeño trato."- Pero ellos dijeron, -"Sólo venga con nosotros, y la llevaremos donde él," y ellos la llevaron hasta el palacio, y cuando ella entró en el salón, allí estaba su marido con su traje real. Pero ella no lo reconoció hasta que él la tomó en sus brazos, la besara, y dijera, -"Sufrí mucho por ti, y ahora tú también, has tenido que sufrir por mí."- Y a partir de ahí fueron realmente felices.
(Hermanos Grimm)
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