Érase una vez un leñador que vivía con su mujer en el campo. Un día fue a cortar leña y viniendo de vuelta se encontró con una bolsita con mucho dinero. Al llegar a su casa se lo contó a su mujer y le dijo que tenía intención de entregarlo a la mañana siguiente.
Su mujer no estaba de acuerdo y discutió con él toda la tarde hasta que llegó la noche y se acostaron rendidos.
De madrugada, la mujer se levantó y se puso a hacer buñuelos y cuando terminó los colgó en la higuera que tenían en la puerta de la casa. Al levantarse el leñador, su mujer le dijo:
-Mira, esta noche han llovido buñuelos, nuestra higuera está llena de ellos.
Pasaron los días y el leñador no consiguió encontrar al dueño de la bolsita, pero una tarde se encontró con unos amigos y les contó lo que le había pasado. Uno de ellos que quería quedarse con el dinero, aprovechándose de su bondad, le dijo:
-Ese dinero es mío, que se me perdió hace unos cuantos días.
Y se pusieron los dos camino de la casa del leñador para devolver la bolsa a su dueño y, al llegar, la mujer le dijo que allí no había traído él ninguna bolsita con dinero.
El leñador, entonces, le dijo a su mujer:
-Sí, mujer, fue la misma noche en que llovieron los buñuelos y amaneció la higuera llena.
La mujer se volvió para el amigo y le dijo:
-¿Te das cuenta de que este hombre está loco? ¿Estás escuchando lo que dice?
Al final, el amigo regresó a su casa sin la bolsita y sin el dinero y dio al leñador por loco.
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