Un belicoso samurai desafió en una ocasión a un maestro zen a que explicara el concepto de cielo e infierno.
Pero el maestro respondió con desdén:
—No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!
Herido en lo más profundo de su ser, el samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:
—¡Podría matarte por tu impertinencia!
—Se acaban de abrir las puertas del infierno —repuso el maestro con calma.
Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al maestro la lección.
—Se acaban de abrir las puertas del cielo —añadió el maestro.
(Cuento zen)
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