lunes, 4 de enero de 2010

Las dos sortijas


Un hombre que tenia dos hijos murió y, entre sus bienes, dejo dos sortijas.

Una de ellas lucia un excepcional diamante, en tanto que la otra era simplemente de plata.

El hermano primogénito, nada más ver las sortijas, dijo lleno de avaricia:

“Como soy el hermano mayor, no cabe duda de que la sortija de diamantes la ha dejado nuestro padre para mí. Es justicia me corresponde.”

Y el hermano se conformo.

Cada hermano se colocó en un dedo la sortija y cada uno de ellos emprendió su vida por separado. Unos días después, estaba el hermano menor jugueteando con la sortija cuando, de repente, examino su interior y leyó

“Esto también cambiará”.

“Bueno, se dijo, este debería ser el mantra de mi padre”.

Transcurrió el tiempo. La vida seguía su curso para ambos hermanos. Vinieron los buenos y los malos tiempos; la fortuna y el infortunio; las situaciones favorables y las desfavorables; el placer y el dolor.

El hermano mayor, ante las vicisitudes y cambios de la vida, comenzó a desequilibrarse. Se exaltaba en demasía con las situaciones favorables y se hundía en el desánimo con las desfavorables. Todo le alteraba mucho, de tal forma que tuvo que comenzar a tomar somníferos para poder dormir, a visitar psiquiatras y a soportar el desorden de su mente.
¿De que le servia haber vendido el fabuloso diamante de la sortija y con ese dinero haber amasado una colosal fortuna?

También el hermano menor se veía abocado a las vicisitudes de la vida y tenía que afrontar los buenos y malos momentos, las circunstancias favorables y las desfavorables, la alegría y la tristeza; pero nunca dejaba de tener presente la inscripción de la sortija:

“Esto también cambiará”

De ese modo mantenía una actitud de firmeza y ecuanimidad y no se dejaba arrastrar a estados de exaltación ni de depresión. Ni se aferraba al placer ni aborrecía el dolor. Estaba siempre en paz consigo mismo y fluía armónicamente con los acontecimientos.

¡que maravillosa herencia le había dejado su padre!.

(Cuento zen)

1 comentario:

Ana Moreno dijo...

Vaya, otra vez una historia que me viene qu eni pintada para los tiempos que vivo actualmente. Gracias.