viernes, 14 de septiembre de 2012

El Agua de la Vida

Había una vez tres personas que buscaban el agua de la vida, esperando que, después de bebería, vivirían para siempre.
Una de estas personas era un guerrero. En su opinión, el agua de la vida tendría muchísima fuerza sería algo así como un torrente o una catarata y por eso se había embutido en una armadura y provisto de una espada, convencido de que así podría vencer al agua y bebérsela.
La segunda persona era una hechicera. En su opinión, el agua de la vida era mágica algo así como un remolino o un geiser, de manera que podría controlarla con un hechizo. Para ello, se había enfundado en una larga capa estrellada.
La tercera persona era un mercader. En su opinión, el agua de la vida era tremendamente costosa algo así como una fuente de perlas o de diamantes. Por eso decidió llenarse todos los bolsillos de su atuendo con monedas de oro, con la esperanza de comprar el agua.
Pero cuando los viajeros llegaron a su destino, se encontraron con que estaban muy equivocados. En efecto, el agua de la vida tenía poco o nada que ver con lo que se habían imaginado.
No era un torrente susceptible de ser intimidado por una muestra de fuerza. Ni tampoco era un remolino que pudiera ser encantado por un hechizo. Y tampoco era una fuente de perlas o de diamantes que pudiera comprarse con dinero. Era, simple y llanamente, un pequeño arroyo de agua dulce. De hecho, lo único que hacía falta para beneficiarse de los poderes mágicos del agua era arrodillarse y beber.
Claro que esto resultó mucho más difícil de lo que hubieran imaginado. El guerrero, con su armadura, era incapaz de ponerse de rodillas. Por otra parte, la larga capa mágica de la hechicera perdía los poderes mágicos en cuanto se manchaba de barro. Y el mercader, con tanto dinero a cuestas, corría el riesgo de que las monedas se le escaparan de los bolsillos y se colaran entre los cantos del arroyo en el momento en que se arrodillara.
Así que ninguno de los tres, de pie como estaban, podía beber del arroyo. Sólo había una solución posible para cada uno de ellos.
El guerrero se despojó de la armadura. La hechicera arrojó al barro la capa. Y el mercader se quitó la ropa que había llenado de monedas. Y así, uno a uno, se fueron arrodillando como Dios les trajo al mundo, para beber el agua del arroyo que les concedería la vida eterna.

El árbol eterno

Érase una vez, hace muchos, muchísimos años, un arbolillo que crecía en el bosque. A medida que se iba haciendo alto y fuerte, empezó a tomar conciencia de la inmensidad del cielo que se abría sobre su copa. Observó también el vaivén de las nubes, en su viaje incesante por el cielo. Por último, se fijó en los pájaros que revoloteaban en lo alto.
El cielo, las nubes, los pájaros... Daba la sensación de que todos vivirían eternamente. Conforme se hacía mayor, el árbol se iba convenciendo de que eran en efecto seres eternos, y llegó un momento en el que también él sintió el deseo de vivir para siempre.
Un buen día, un guardabosques paseaba por la floresta. El hombre, de gesto amable, notó enseguida que el joven árbol no era del todo feliz.
Dime, arbolillo, ¿qué te ocurre? -le preguntó.
El árbol, que al principio se sentía un tanto reacio a compartir su secreto, terminó por sincerarse con el guardabosques:
Me gustaría vivir para siempre -Je dijo.
Pues quizás sea ése tu destino -le contestó el guardabosques-. ¿Quién te ha dicho a ti que no vaya a serlo?
Pasaron los días y los meses y, una vez más, el hombre de mirada amable se acercó al árbol, que, lejos ya de ser un pequeño arboliüo, se había convertido en un árbol alto y robusto.
¿Todavía quieres vivir para siempre? -le preguntó.
Así es -le contestó el árbol de inmediato.
Pues creo que puedo ayudarte... pero antes debes darme tu consentimiento para que te tale.
El árbol, atónito, replicó:
Te digo que quiero vivir para siempre y a ti sólo se te ocurre talarme. Estás bromeando, ¿verdad?
Ya sé que dicho así, a bote pronto, parece una locura, pero sí confías en mí, te prometo que tu deseo se hará realidad.
Después de darle muchas, muchísimas vueltas al asunto, el árbol dio su consentimiento. El guardabosques volvió con una enorme y afilada hacha y lo taló. Su esencia se derramó y se perdió por el bosque. La tierna madera fue cortada entonces en tablillas, que a continuación fueron prensadas, modeladas, limadas, y por último recubiertas de una asfixiante capa de barniz. El árbol lloraba para sus adentros, tal era su angustia y su dolor. Ya no había escapatoria, pensaba, así que se encomendó a las manos del artesano, perdiendo toda esperanza de convertirse en un ser eterno.
El artesano hizo de él un hermoso violín, que permaneció intacto en su funda durante años. A menudo, el árbol recordaba con nostalgia sus años de juventud en el bosque y sentía entonces una inmensa tristeza. Menudo idiota que había sido, dejándose engañar por el hacha de un guardabosques. ¿Cómo había podido ser tan ingenuo como para pensar que de esa forma viviría para siempre?
Pero un buen día el violín fue sacado de su estuche y acariciado con amor por unas manos desconocidas. El árbol contuvo la respiración, y le temblaron hasta las vetas cuando un suave arco le acarició el pecho. Pronto sus temblores se convirtieron en un sonido puro y melodioso que le1 recordó el sonido del viento entre las hojas, el deslizarse de las nubes en su viaje hacia la eternidad, el revoloteo de los pájaros en el cielo azul.
Un sonido puro. Unas notas puras y limpias. Era, sin duda, la música de la eternidad.
Mi esencia se ha convertido en música -suspiró el árbol-. El guardabosques tenía razón.
A partir de ese momento, su música empezó a resonar en los corazones de quienes le escuchaban. Cuando sus notas melodiosas hubieron alcanzado todos los corazones del mundo, el árbol atravesó las puertas de la eternidad y se convirtió, él también, en un ser eterno.

La sospecha

Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Espió la manera de caminar del muchacho, exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven, como la de un ladrón. Tuvo en cuenta su forma de hablar, igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.

Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho parecían muy diferentes de los de un ladrón

El Poder de la llama

Érase una vez una barra de hierro de una fuerza infinita. Todos, el hacha, el martillo y la llama intentaron romperla en dos.
Yo lo conseguiré dijo el hacha. golpeó con su filo la barra una y otra vez pero lo único que consiguió fue perder su afilada punta.
Déjame a mí dijo la sierra, que se ensañó con el hierro hasta que exhausta y sin dientes, se dio por vencida.
Sabía que no lo conseguirías. Yo te enseñaré como hacerlo dijo el martillo a la sierra. Pero el primer golpe perdió la cabeza, sin abollar un poquito la barra de hierro.
¿Lo intento yo ahora? preguntó tímidamente la pequeña llama.
Ólvidalo le respondieron todos, nunca lo conseguirás ¿Que puedes hacer tu insignificante lumbre?
A continuación, la pequeña llama se acercó hasta la barra de hierro, la abrazó y no la soltó hasta derretirla.

La caravana de la libertad

Una larga caravana de camellos avanzaba por el desierto hasta que llegó a un oasis y los hombres decidieron pasar allí la noche. Conductores y camellos estaban cansados y con ganas de dormir, pero cuando llegó el momento de atar a los animales, se dieron cuenta de que faltaba un poste. Todos los camellos estaban debidamente estacados excepto uno. Nadie quería pasar la noche en vela vigilando al animal pero, a la vez, tampoco querían perder el camello.
Después de mucho pensar, uno de los hombres tuvo una buena idea. Fue hasta el camello, cogió las riendas y realizó todos los movimientos como si atara el animal a un poste imaginario. Después, el camello se sentó, convencido de que estaba fuertemente sujeto y todos se fueron a descansar.
A la mañana siguiente, desataron a los camellos y los prepararon para continuar el viaje. Había uno, sin embargo, que no quería ponerse en pie. Los conductores tiraron de el, , pero el animal no quería moverse. Finalmente, uno de los hombres entendió el porqué de la obstinación del camello. Se puso de pie delante del poste de amarre imaginario y realizó todos los movimientos con que normalmente desataba la cuerda para soltar al animal. Inmediatamente después, el camello se puso en pie sin la menor vacilación, creyendo que estaba libre...


Las dos semillas

Dos semillas estaban juntas en el suelo primaveral y fértil.
La primera semilla dijo :
.- ¡ Yo quiero crecer ¡ Quiero hundir mis raíces en la profundidad del suelo que me sostiene y hacer que mis brotes empujen y rompan la capa de tierra que me cubre....Quiero desplegar mis tiernos brotes como estandartes que anuncien la llegada de la primavera.... ¡ Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la bendición del rocío de la mañana sobre mis pétalos ¡
Y así creció.
La segunda semilla dijo :
.- Tengo miedo . Si envío mis raíces a que se hundan en el suelo, no sabré con qué puedo tropezar en la oscuridad. Si me abro paso a través del duro suelo puedo dañar mis delicados brotes...Si dejo que mis capullo se abran, quizás un caracol intente comérselos....Si abriera mis flores, tal vez algún chiquillo me arrancara del suelo. No, es mucho mejor esperar hasta un momento seguro.
Y así esperó.
Una gallina que, a comienzos de la primavera, escarbaba el suelo en busca de comida encontró la semilla que esperaba y sin pérdida de tiempo se la comió.

Moraleja : A los que se niegan a arriesgarse y a crecer los devora la vida.

(Patty Hansen)

Las cuatro velas

Había una vez cuatro velas que lentamente se quemaban en una pequeña habitación. El lugar era tan silencioso que hasta se podía escuchar la conversación que mantenían entre ellas.
La primera de las velas dijo: YO SOY LA PAZ, pero lamentablemente las personas no consiguen mantenerme encendida. No sé cuánto tiempo más me mantendré iluminando hasta que me apague – fue terminar de decir eso y dejó de alumbrar.
La segunda dijo: YO ME LLAMO FE, lamentablemente mi llama es muy superflua. Son pocos los que quieren saber de mí, no encuentro sentido para permanecer encendida. Fue terminar de hablar y la suave brisa que corría por la habitación la apagó.
Muy triste la tercera de las velas dijo: YO SOY EL AMOR, no tengo más fuerza para seguir iluminando, nadie me aprecia y todos me hacen a un lado. La gente hasta se olvida de su círculo más cercano e incluso los que han recibido mucho de mí, me dan la espalda. Y sin más se apagó.
De pronto entró en la habitación un niño y al ver las tres velas apagadas dijo: ¿QUE ES ESTO? Por favor. debéis estar encendidas hasta el final – y se echó a llorar.
No tengas miedo – dijo la última de las velas que permanecía intacta – Mientras yo tenga fuego podremos encender a las demás. YO SOY LA ESPERANZA. El niño, con los ojos todavía llorosos, tomó la vela y encendió a las demás

Amor verdadero

Cuentan que hace mucho tiempo, vivía en la zona campesina de Chila una pareja de esposos muy ancianos, en extrema pobreza. No habían tenido hijos y vivían sólo de la caridad de la gente de la aldea.

Cada día, salía él hacia el mercado con la esperanza de conseguir alguna cosa para comer en la noche junto a su amor. Su único tesoro era una vieja pipa de madera que hacía mucho tiempo que no veía el tabaco, pero él se la colgaba en la boca para espantar un poco el hambre del día.


Ella se sentaba a media mañana a la entrada de la choza que habitaban y peinaba mil veces sus largas trenzas, su máximo tesoro y su orgullo. Sin embargo, el pelo blanco y largo hacía mucho que no conocía algún peine, pues el último que había tenido se había destrozado y ya no pudo conseguir otro.
 
Al ponerse el sol, él llegaba con algún paquetito de frutas que alguien le había regalado.Así era cada día.
 
Llegó eldía del aniversario de bodas. Él salió como cada mañana temprano, pensando qué le regalaría a ella. Nada tenía y su día se veía negro. Por su parte, ella se sentó en la puerta de la casita pensando como celebrar si no había con qué.
Sin embargo, al llegar la tarde, él llegó con un pequeño paquete que le dió con un suave beso en la frente -feliz aniversario-.Ella sacó de debajo de la sillita un paquetito que le entregó con una gran sonrisa. Al abrir cada uno su regalo, se miraron y sollozaron en silencio.
 
...Ella había vendido sus trenzas y le había comprado un atadillo de tabaco para su pipa. Él había vendido su pipa y le había comprado a ella un hermoso par de peines para sus trenzas...

domingo, 9 de septiembre de 2012

La Nube y la Duna


Una joven nube nació en medio de una gran tempestad en el mar Mediterráneo. Pero casi no tuvo tiempo de crecer allí, pues un fuerte viento empujó a todas las nubes en dirección a África.No bien llegaron al continente, el clima cambió: un sol generoso brillaba en el cielo y abajo se extendía la arena dorada del desierto del Sáhara. El viento siguió empujándolas en dirección a los bosques del sur, ya que en el desierto casi no llueve.
Entretanto la nuestra decidió desgarrarse de sus padres y de sus más viejos amigos para conocer el mundo.
-¿Qué estás haciendo? -protestó el viento-¡El desierto es todo igual! ¡Regresa a la formación y vámonos hasta el centro de África, donde existen montañas y árboles deslumbrantes!
Pero la joven nube, rebelde por Naturaleza, no obedeció. Poco a poco fue bajando de altitud hasta conseguir planear en una brisa suave, generosa, cerca delas arenas doradas. Después de pasear mucho, se dió cuenta de que una de las dunas le estaba sonriendo.
Vió que ella también era joven, recién formada por el viento que acababa de pasar. Y al momento se enamoró de su cabellera dorada.
-Buenos días -dijo-. ¿Cómo se vive allá abajo?
-Tengo la compañía de las otras dunas, del sol, del viento y de las caravanas que de vez en cuando pasan por aquí. A veces hace mucho calor, pero se puede aguantar. ¿Y cómo se vive allí arriba?
-También existen el viento y el sol, pero la ventaja es que puedo pasear por el cielo y conocer muchas cosas.
-Para mí la vida es corta -dijo la duna-. Cuando el viento vuelva de las selvas, desapareceré.
-¿Y esto te entristece?
-Me da la impresión de que no sirvo para nada.
-Yo también siento lo mismo. En cuanto pase un viento nuevo, iré hacia el sur y me transformaré en lluvia. Mientras tanto, este es mi destino.
La duna vaciló un poco, pero terminó diciendo:
-¿Sabes que aquí en el desierto decimos que la lluvia es el Paraíso?
-No sabía que podía transformarme en algo tan importante -dijo la nube, orgullosa.
-Ya escuché varias leyendas contadas por viejas dunas. Ellas dicen que, después de la lluvia, quedamos cubiertas por hierbas y flores. Pero yo nunca sabré lo que es eso, porque en el desierto es muy dificil que llueva.
Ahora fue la nube la que vaciló. Pero enseguida volvió a abrir su amplia sonrisa:
-Si quieres, puedo cubrirte de lluvia. Aunque acabo de llegar, me he enamorado de ti y me gustaría quedarme aquí para siempre.
-Cuando te ví por primera vez en el cielo también me enamoré -dijo la duna-. Pero si tú transformas tu linda cabellera blanca en lluvia, terminarás muriendo.
-El amor nunca muere -dijo la nube-. Se transforma. Y yo quiero mostrarte el Paraíso.
Y comenzó a acariciar a la duna con pequeñas gotas.
Así permanecieron juntas mucho tiempo hasta que apareció un arco iris.
Al día siguiente, la pequeña duna estaba cubierta de flores. Otras nubes que pasaban en dirección a África pensaban que allí estaba la parte del bosque que estaban buscando y soltaban más lluvia. Veinte años después, la duna se había transformado en un oasis, que refrescaba a los viajeros con la sombra de sus árboles.
Todo porque, un día, una nube enamorada no había tenido miedo de dar su vida por amor.
Paulo Coelho

Los Tres Tesoros

Érase una vez... que había un muchacho que heredó tres tesoros de su padre, cada uno de ellos en un arcón cerrado.

El primer arcón era grande y muy pesado. En él estaba la palabra escrita "TALENTOS", y estaba llena de monedas de oro y plata, una fortuna con la que podía comprar el mundo.


El segundo aun era más grande y pesado. En él estaba grabada la palabra "COMPASIÓN" y estaba lleno de anillos mágicos. Cada anillo permitía a la persona que lo llevaba sentir las emociones de la persona o criatura que deseara.

El tercero era el mayor de los tres y también el más pesado. En él estaba escrita la palabra "HONOR", pero el muchacho desconocía su contenido.

El chico tenía dos llaves, una para el arcón de los TALENTOS y otra para el de la COMPASIÓN. Pero su padre no le había dejado la llave del HONOR. Le había dicho que debía usar los talentos y que la compasión era algo que siempre debía tener a mano y a plena disposición. El honor, le había dicho, es algo que suele desaprovecharse fácilmente. Para poseerlo, el muchacho debía encontrar por sí mismo la llave que abría el arcón.

El chico cogió el gran arcón de los talentos y lo gastó con cuidado. Por cada talento que gastaba recibía de un hombre el título de una parcela de tierra, y acabó poseyendo el mundo entero.

Después cogió el arcón más grande y pesado: el de la compasión. Uno tras otro se colocó todos los anillos en los dedos y pudo comprender las esperanzas y los temores de todas las personas y animales del mundo. Cuando hubo acabado, los amaba a todos y se convirtió en un gran gobernante.

Por último cogió el arcón del honor y buscó una llave para abrirlo. Dondequiera que fuese, ordenaba a sus sirvientes que llevaran todas las llaves que encontraran y que las probaran. Mucha gente lo instó a que rompiera el arcón y viera su contenido, pero el joven rechazó la sugerencia, porque la violencia no podía ser la llave del honor. Durante 10 años dio la vuelta al mundo sin encontrar la llave del honor.

- Alguien la esconde - pensaba -, pero la encontraré.

Volvió a salir de su mundo, llevándose con él el arcón de la compasión. Cuando alguien se acercaba para darle más llaves se ponía un anillo para ver si sus corazones escondían alguna llave especial que le permitiera abrir el arcón. Muchos volvieron a insistir en que rompiera el arcón, pero el hombre, ya mayor, se negó. Volvió a viajar durante 20 años más pero no consiguió encontrar la llave del arcón del honor.

- Poseo el mundo y los corazones de todos sus habitantes - pensaba -¿Cömo puede un hombre sin honor gobernar el mundo y sus corazones?.

Volvió a salir al mundo, llevándose consigo tambien el arcón de los talentos, lleno de heroicidades.

- No he encontrado la llave del honor y no puedo gobernar este mundo ni los corazones de su gente si no tengo honor - dijo a sus servidores, entregando a cada uno de ellos una parcela de tierra y un anillo mágico.

Muchos volvieron a insistir en que rompiera el arcón, pero el anciano se negaba constantemente. En los últimos 40 años había recorrido el mundo tres veces y ya era un hombre muy mayor.Ya sólo le quedaban tres arcones, dos de ellos vacios y uno que no podía abrir.

- En una ocasión el mundo y toda la gente me pertenecieron. Ahora mis talentos han desaparecido, se me ha acabado la compasión y no tengo nada que dejarle a mi hijo, salvo este arcón que no puedo abrir.

Pero cuando tocó el arcón con la mano, éste se abrió y vió que en su interior había dos arcones cerrados. En uno estaba la palabra grabada "TALENTOS", y en el otro "COMPASIÓN", y cada uno tenía su llave puesta.

- Ahora lo entiendo -se dijo-. El honor no es algo que pueda gastarse outilizarse, sino algo que hay que consevar.La clave del honor es conservarlo, siempre, y transmitírselo a tu hijo como herencia. ¡Como me alegro de no haberme cansado nunca de cargar con él y de no haberlo roto para conocer su contenido!.

Con mucho cuidado sacó los arcones de los TALENTOS y de la COMPASIÓNfuera, y al cerrar el del honor, vacio,el arcón volvió a pesar lo mismo que cuando tenía los dos arcones en su interior. Entonces hizo llamar asu hijo.

- "Hijo, yo ya soy muy mayor y me gustaría darte estos tres tesoros..."