sábado, 4 de febrero de 2012

El Capellán y el Palomino

Un capellán estaba comiendo en la posada de una aldea un palomino asado
cuando entró un caminante y pidió al posadero que le diese algo de comer. El
posadero le contestó que lo único que le quedaba era un palomino y ya se lo
había preparado al capellán. Entonces el caminante rogó al capellán que
compartiese con él la comida y que la pagarían a medias, pero el capellán se
negó y continuó comiendo. El caminante sólo tomó pan y vino. Cuando el
capellán terminó de comer le dijo: - Habéis de saber, reverendo, que aunque
no hayáis aceptado compartir conmigo la comida, el palomino nos lo hemos comido
entre los dos, vos con el sabor y yo con el olor. Respondió el capellán:
- Si eso es así, tendréis que pagar vuestra parte del palomino.
Comenzaron a discutir y como el sacristán de la aldea estaba en la posada le
pidieron que actuara como juez en la disputa. El sacristán le preguntó al
capellán cuánto le había costado el palomino. Contestó que un real. Mandó al
caminante que sacase medio real y lo dejó caer sobre la mesa haciéndolo sonar y
le dijo al capellán: - Reverendo, con el sonido de esta moneda tened por
pagado el olor del palomino. Dijo entonces uno de los huéspedes de la
posada: - A buen capellán, mejor sacristán.
( Juan de Timoneda (S. XVI)

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