El Emperador de China tuvo como regalo cincuenta y cinco magníficos vasos de porcelana. Eran estupendos y de gran valor. El color dominante era el azul, con gradaciones violeta. ¡Una maravilla!El Emperador andaba orgulloso, tanto que hasta hizo construir un palacio para ambientar dignamente aquellas obras de arte. Y encargó a un Mandarín cuidar de ellos: él sólo podía tocr los vasos y quitarles el polvo delicadamente. Y, ¡ay de aquel que los dañase!, dijo severamente al dar la consigna.— ¡Si alguno raya un vaso, le cortaré las manos, y si algunos rompiera uno, lo pagará con la cabeza”El Mandarín puso todo el empeño, pero una tarde tropezó contra un vaso que cayó a tierra y se rompió. Y al día siguiente, rodó por tierra también la cabeza del Mandarín. Un segundo y tercer guardián corrieron la misma suerte. Los riesgos de aquel encargo, evidentemente, eran superiores a las ventajas; de manera que nadie en la corte tenía el coraje de aceptarlo.Al fin, se presentó un viejo sabio, vivo y sonriente.— Yo, dijo, tengo ya setenta años, y aun si me va mal, pierdo poco.Sus modales agradaron tanto al Emperador que lo aceptó, a pesar de las acostumbradas exhortaciones y amenazas. Al recibir el encargo, el viejo se puso en acción: tomó un grueso palo y con el ímpetu de un energúmeno, dando golpes a lo loco, en pocos instantes rompió todos los vasos. Una montaña de cascotes. Fuera de sí, por la cólera, el Emperador se lanzó contra él:— Maldito salvaje, ¿qué has hecho?— Hijo del Cielo, respondió el viejo Sabio con imperturbable calma; He salvado la vida a cincuenta y uno de vuestros mejores súbditos. El Emperador pensó en ello durante algún segundo… después comprendió, y lo hizo su consejero.
(Cuento Chino)
miércoles, 29 de octubre de 2008
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1 comentario:
me parece un blog lleno de magia y fantasia...es precioso..enhorabuena. un saludo.
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